jueves, 3 de noviembre de 2011

"Estado"

Esto de las redes sociales, además de entretenido, revela y confirma muchas cosas. Hoy, por ejemplo, leí a un joven amigo que escribió: “¡Oh, no! ¡Cambias de estado muy seguido!”. Y, después de esa declaración, una joven agregó una risa (seguramente, aludida por el comentario).
Entonces eché un vistazo y me encontré que, de cada 10 comentarios o cambios de estado, ocho eran de mujeres y, en casi todos ellos, hablaban algo sobre sus emociones.
Creo que todos hemos oído, al menos una vez, que la naturaleza de nosotras, las mujeres, está orientada a las relaciones y a la comunicación, algo que se confirma claramente en este nuevo sistema de intercambio social. Pero, ¿qué hay de los cambios de estado? ¿Seremos más inestables que los hombres? ¿Debemos adjudicar a nuestros ciclos hormonales la responsabilidad de tantos cambios?
Sin entrar en una trinchera para defender a mi género, reviso y concluyo que no. No es una cuestión hormonal ni es, tampoco, inestabilidad. Creo que la llamaría. . . “Flexibilidad”.
Porque, tomando como ejemplo el comentario de una amiga, pude ver como entró en contacto con el sentimiento de agobio por el interminable trabajo de empacar una mudanza y, al final del renglón, la alegría por haber solucionado una necesidad familiar: la compra de unas chamarras.
Sigo mi recorrido por el muro de noticias y, otra amiga, habla de sus pocas ganas de caminar por este día, después, como un grito de ayuda, comparte el dolor de ser ignorada y, al final, con voz decidida, anuncia un período de reposo en su fe.
¿Parece una locura si lo lee algún hombre? ¡Por supuesto! Pero, a los ojos de otra mujer, será como seguir la historia de alguien más pero que, en el fondo, ¡tan parecida a la suya! Conectando con múltiples experiencias, siempre incluyendo los escollos físicos y emocionales de los eventos, dándose permiso a sentirlos, verlos, tocarlos y, por qué no, hasta saborearlos.
Así somos las mujeres. No sólo somos multifacéticas y multifuncionales. También somos tan fuertes como la plastilina con la que juegan nuestros hijos, moldeables y suaves para soportar un mundo que espera de nosotras tantas cualidades buenas.
A mis cincuenta y uno, ¡me encanta ser mujer! ¡Y, más me gusta, ver a las mujeres viviendo con valentía el sube y baja de la vida sin resquebrajar su fortaleza. . . la flexibilidad!

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