domingo, 30 de abril de 2017

"CARTAS: Los otros regalos"

Porque, tú no sabes, pero es difícil amar a la gente buena, y más a la gente tan buena como tú, esposo.
Tú te ríes de la broma que con frecuencia hago diciendo: Si tú y yo nos divorciáramos, ¡créanme!, mis padres se quedarían contigo. Pero es algo que yo no dudo, porque, yo en su lugar, también lo haría.
También juego con mis nuevos amigos pidiéndoles, cuando están por conocerte, que no dejen de quererme a mí.
Es tan fácil para todos quererte. Así eres tú, alguien que se da a querer con la misma naturalidad con la que un bebé nos saca una sonrisa.
Y eso que la gente no sabe de los mil obsequios con los que me pastoreas por la vida: tu paciencia cuando la mía se consume, tu presencia cuando me mudo a vivir dentro de mí, tu tolerancia a mis locuras, tu tenacidad al perseguirme cuando escapo, tu generosidad hacia los que amo y la manera como me cuidas hasta de mí misma. ¡Vaya!, hasta haces por mí todo lo que yo detesto: cargar gasolina, hacer las compras y sacar la basura.
Tal vez, por todo eso que me das, por el cariño constante conque me abrigas y por los regalos que nadie ve, es que me haces tan difícil quererte, sí, quererte como realmente mereces, como quisiera amarte para estar a la altura de alguien como tú.
Pero es que, aún cuando lo intento, no logro dejar de seré yo, fatalmente yo: con mis contradicciones, mi necesidad de libertad extrema, mi manía de respirar aprisa y soñar muy alto, y viviendo siempre enferma de esa infancia átmica que me infectó desde antes de nacer.

Quisiera ser mejor para ti, Salvador, lograr amarte todo lo que por méritos te ganas; madurar y aprender a renunciar al montón de sueños que empujan la tapa de mi caja negra rebosante y, simplemente, lograr ser esa mujer ideal que no llegó a tiempo y a la que a veces pienso usurpé el lugar de esposa.
Pero no puedo, Gordo, ¡tú sabes cuánto lo intento! Y el tiempo pasa y de mis poros no deja de brotar algo parecido al egoísmo que me sigue modelando y, entonces, pierdo la esperanza de llegar a ser la mujer que tú quisieras, la amante que tú necesitas, la esposa que tú mereces.
Por eso, ya te dije, es difícil amar a la gente buena porque, gente como tú, siempre merecen más amor del que los demás somos capaces de dar.
Así que, al amor imperfecto que soy capaz de entregarte, le agrego mi gratitud y mi reconocimiento.

¿Qué más te puedo dar?

martes, 25 de abril de 2017

¡Hola, Pá!: Inmortal

Hoy, hace once años, por primera vez deseé ser inmortal. Nunca te pregunté si tú habías deseado lo mismo cuando tu primera nieta, mi hija, nació.
Cuando nació Patricio, Pá, se me reveló un tipo de amor que no pude comparar con nada. No era como una maternidad de segundo piso ni lo matizaban las fantasías de la novedad. Todo lo contrario. Desde que mi nieto nació, el mundo tomó su verdadera forma, con las realidades más crudas y su finitud. Fue entonces que en mi mente surgió el deseo de trascender, vencer el tiempo y sus devastadores efectos, para estar junto a él.
A los cuarenta y seis años, tomé la decisión de cuidar de mi salud con mayor esmero, ejercitarme para conservar la facultad del juego por mucho tiempo, y despertar toda la creatividad disponible en mí para presentarle a mi nieto las riquezas y maravillas del mundo.
Quería, simplemente, ser inmortal para él.
Paradójicamente, también nació en mi la convicción de ser capaz del acto de altruismo supremo: estar dispuesta a morir por alguien. Sí, fue tan intenso el golpe del amor que echó fuera cualquier duda y desde entonces vivo con la disposición presta para hacer todo por él; entregarle mi vida, si fuera necesario.
Por eso fue tan fácil vivir esos años donde él se convirtió el centro de mi vida. Inició con un año sabático y se prolongó por varios más. ¡Los mejores años de mi vida!
Photo by: Amanda Keilor
Aún recuerdo las mañanas –mientras su mami continuaba con sus estudios–, la paz mientras tomaba sus diarios baños de sol; los paseos en el parque, la música clásica, acompañada de té, que disfrutábamos cada tarde antes de la hora del baño; y las frecuentes visitas a la librería, eligiendo libros que después leíamos un montón de veces, ¡qué placer!
De mi nieto recibí la identidad que mejor se ha ajustado a mi corazón. Dejé de ser yo para convertirme en Gramma, palabra que para mí significa: amor y deleite, ojitos nuevos que hacen surgir lo mejor de mí, y gozo por la vida.
Mi niño hoy cumple once años, Pá, ¡once largos años repletos de vida y esperanza! Y, por irónico que parezca, le estoy regalando –no con poco sacrificio– mi ausencia y la distancia. Tal vez, decidir estar lejos de él ha sido una de las decisiones más difíciles que he tenido que tomar. Pero, como ya dije, por él y su felicidad, soy capaz de morir. Así pues, esta separación necesaria y bendita, es lo menos que puedo hacer para que su vida tome el rumbo de plenitud y equilibrio que deseo para él, con toda el alma.
Ojalá tuviera la certeza de que tú puedes vernos y de que Dios te ha concedido la facultad de la intercesión, pero mi fe no encuentra por ningún lado esa seguridad. Porque, si así fuera, te pediría que le dijeras al buen Dios que no lo deje ni un segundo lejos de su lado. Y que siembre en el corazón de mi Patricio gozo por la vida, sabiduría para vivirla y generosidad para compartirla.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MI NIETO AMADO!

miércoles, 19 de abril de 2017

¡Hola, Pá!: Infiel y feliz

¡Hola, Pá!:

Tengo que contarte algo: ¡soy infiel y soy feliz!

Sí. Hace un año, cuando mudé el corazón a otra vida –pues la mía ya me sabía insípida y desgastada–, comencé mi aventura de ser infiel. 
Tú muerte, la enfermedad, la decepción de quienes eran ejemplo, el agotamiento, y toda la avalancha de finales que me cayeron encima, me dejaron inmersa en un mundo descolorido y frío. Fue entonces que huí, y como la serpiente que deja atrás la piel marchita, me arrastré para dejarla atrás e inicié una vida de infidelidades.
En un arranque de valor, decidí ser infiel a los cánones y a las expectativas que se me habían pegado a la piel como rémoras. Entonces surgió en mi la rebeldía de caminar sobre huellas ajenas y eché a andar hacia el sueño de vida que no me atreví a vivir cuando joven. Dejé de ser fiel al molde e inicié un romance con mis propios anhelos, apropiándome de todas las inconsistencias necesarias para convertirlo en una locura, apetecible y divertida.
¿Cuándo dejé de sentir que mi vida era divertida? No lo sé, Pá, pero reír es lo mío. Cuando dejo de burlarme de la vida y hasta de las situaciones más serias, la vida se me antoja indigesta. ¿Recuerdas cómo me llamaba mi prima Mimí? "Chepina la Boba", me decía, y yo me reía de mí misma y era feliz.
Hoy he vuelto a reírme de mí misma, Papi, y de la gente que no entiende esta nueva vida mía. 

Cuando me veo en un salón de clase, rodeada de jóvenes –por lo menos la mitad podrían ser mis hijos–, y confirmo que estoy robándole al tiempo el sueño de vida que se me perdió en el camino, me atacan las carcajadas. 

Al caminar entre calles de las que no conozco ni el nombre, sé que voy en la dirección correcta.   Y cuando tropiezo con un montón de rostros nuevos, un cosquilleo de vida me sube por la piel y ¡me río de mundo del que me escabullí sin que se diera cuenta!
Ahora vivo en un lugar lleno de gente que le gustan las mentiras y de otros expertos en contarlas. Y lo mejor de todo es ¡que me están enseñando a hacerlo con maestría! Porque, ¿no somos los escritores eso, un montón de locos capaces de hacernos creer sus mentiras?

Hoy cumplo 57 años, Papi, y lo estoy celebrando en Londres, la ciudad que me cautiva el alma,  acompañada del hombre que me ama (tienes razón, es la mejor persona que hayamos conocido hasta ahora) y de mi sobrina –que se ha convertido en una de mis favoritas–; he recibido felicitaciones y muestras de cariño desde el amanecer. Tengo salud y un proyecto de vida por delante; y una familia, al otro lado del océano, que me ama y me piensa. La lista de amigos a quien querer ha crecido y son más de los que perdí este año... ¡y hasta tengo un nuevo piano y una gatita esperándome en casa!
En días como hoy, que me detengo a revisar mi presente, un estremecimiento me sacude. Me invade el temor de que la burbuja de felicidad que hoy me arropa reviente y despierte en el pasado, sin tiempo para escribir, sin las bancas de Madrid ni los nuevos rostros que he aprendido a amar.
¿Ahora entiendes, Pá? Vivo enamorada, muy enamorada de mi vida. Tengo tantas ganas de vivirla que me estrujan las prisas. Me atosigan la urgencia de reír y los deseos de disfrutar todos esos lugares que quiero conocer. Y es tanto lo que aún tengo que escribir, que sospecho esta vida no me alcanzará para hacerlo.

Y, ¿sabes qué, Pá?, aunque sigo sin entender a Dios, le agradezco a diario por todo lo que tengo.

"Toda la vida en serio, pero no demasiado,
que de todos modos ¡se va a reír de ti!"