martes, 31 de enero de 2012

"Prioridades"

Las 13:40 y, la cama, revuelta como mar en tempestad, espera ser alisada y lucir ordenada para el nuevo día. Se unen a su espera los pijamas y la ropa, prematuramente cambiada, por el intervalo de intimidad.
El fregadero se adhiere a la queja. Platos, copas y cuchillos se amotinan impacientes. ¿Cuándo recobrarán la limpieza y se resguardarán en el orden convenido?
Con migajas y envoltura de chocolates, el mantel se incomoda. Nadie está frente a la mesa y, sin embargo, el caos mantiene su dominio sobre la mesa desierta. Sin comensales, el desorden se mira incómodo y la sobremesa pierde sentido. Esa botella de vino, tan llenita de deleite, es ahora basura sin el preciado líquido consumido por nuestros paladares sedientos.
La revuelta de objetos nos demanda un tiempo, uno que nos oponemos a gastar en ellos. Tenemos tan poco, nos es tan escaso que, de tener un poquito, lo gastaremos en miradas y besos. ¡Son tantas las cosas que reclaman de nosotros! Que, con el cinismo de los amantes, guardamos silencio a sus llamados y, en lugar de buscar orden, nos compartimos sueños, nos secreteamos miedos, nos secamos las lágrimas el uno al otro y, a pesar de todo, nos amamos.
Hoy nos damos cuenta que, sin alertas previas, nos alcanzó la vida. La regalamos sin empacho a nuestros hijos. La compartimos a los amigos y la entregamos a nuestros nietos. Hemos dilapidado tanta vida que, con algo más que intenciones, hoy nos guardamos un poquito para lo nuestro.
El tiempo se nos va, nuestra vida se agota y, como jóvenes revoltosos, ansiamos nuestras prioridades porque, a fin de cuentas, todos se van, todos nos dejan y al final, nos quedaremos solos.
¡Cama, cocina, mesa y desorden, escuchen ahora y escuchen bien!: Aprenderán a esperar porque, el tiempo, es nuestro y es poco. Y es amarnos, ahora, nuestra prioridad. 

"Activos"

El hombre del que hablo, no tiene un capital líquido en abundancia pero, si alguien pregunta por él, recibirá una respuesta casi idéntica: es un hombre de honor.
Sí, él no usará la mentira como salida cuando la situación lo apremie o quiera sortear la consecuencia de sus actos. Tampoco mentirá para mejorar su imagen o conseguir sus objetivos. La verdad, en toda circunstancia, es su arma para enfrentarlo todo.
Las madrugadas y las noches se convierten en sus aliadas si, el tiempo, es necesario para cumplir con sus promesas y sus prioridades. El descanso profundo no entra en el programa si de servir a su familia se trata.
No atesora recursos para satisfacer sus necesidades y, siempre, antepone las de los suyos para vivir en paz.
Jamás hace cimiento sobre lo ajeno y lo único que espera es una retribución justa para todos.
Su honor y sus valores son su código de vida y, por vivir a su capricho o conveniencia, no los sacrifica ni los olvida. Paga el precio por resguardarlos, a veces, con el rechazo de quien más deberían amarlo. Levanta su voz para señalar lo que sabe que está mal aunque el respeto se diluya en la respuesta de quien lo escucha.
El trabajo honesto es su fórmula de vida y la única opción para proveer a los suyos. Los socios, quienes quieran que sean, tendrán su máximo esfuerzo y una lealtad llena de honestidad, siempre. Y, sus amigos, encontrarán en su abrazo la aceptación y apoyo incondicional.
Este hombre, tal vez, no tenga el dinero que lo haría llamarse “rico” pero, más valioso que lo material, son sus activos: sus valores, su honorabilidad, su rectitud y su lealtad.
Él es un ser humano valioso entre los más valiosos y, yo, la más afortunada al tenerlo por esposo.
Tal vez, después de leerme, deberíamos preguntarnos: ¿Cuáles son tus activos?

lunes, 30 de enero de 2012

"De puertas y llaves"

En épocas del Imperio Romano, en ocasión de fundarse una nueva ciudad, se procedía a trazar su perímetro mediante un surco provocado con un arado según un viejo rito etrusco y, para dar entrada, se deja una segmento sin trazar, siendo entonces el origen de lo que ahora conocemos como “puerta”.
Las puertas, como tal, me resultan fascinantes y me apasiona observarlas en todas sus formas y materiales, desde las más ordinarias hasta las inmensas como la de la catedral de la Sagrada Familia en España con sus grabados de los pasajes bíblicos con la vida de Jesús en la tierra.
La puerta es, además, el símbolo que me recuerda que, detrás de lo obvio, pueden esconderse mundos y secretos, a veces, jamás descubiertos. Las vidas de los seres humanos, detrás de una puerta, se tejen en historias, leyendas y misterios.
Pero, también, son el arma contra la destrucción en su uso más cotidiano.
Es con un portazo que gritamos a la gente que estamos marcando un límite o anunciamos el fin de la comunicación. También protege al prójimo cuando, a piedra y lodo, nos encerramos para ganar tiempo y aplacar los sentimientos que en ese momento nos llevarían a rodear el cuello del agresor con nuestras propias manos. Entonces, la puerta, se convierte en un instrumento de preservación, tanto del uno como del otro.
Y, en mejores circunstancias, la puerta es la combinación perfecta para las llaves, icono que envían el mensaje de quien las otorga a quien las recibe, de que es bienvenido y depositario de nuestra más profunda confianza. Así se entregan las llaves de ciudades enteras y, otras más valiosas, del corazón.
Los invitados a los que entregamos las llaves de nuestro hogar, a veces, sin saberlo, llevan en ellas nuestra expectativa de que, jamás, atentarán contra la gente de nuestra familia y honrarán con su conducta los códigos de honor de la morada en que residen.
Las puertas y las llaves, llevan en sí, mucho más que maderas, clavos y cerraduras. Por sus rendijas, tablones y cristales, ocurren un millón de ideas, conductas e intenciones que, si las meditáramos al cruzarlas y abrirlas, seríamos, por mucho, más cuidadosos y mejores humanos.

miércoles, 25 de enero de 2012

"Sueños y romance"

Aunque para algunos suene ridículo, confieso que aún me deleito en el romance. Sí. . . a mi edad. Y, por si fuera poco, me declaro soñadora. Todavía encuentro emocionante una noche con vino, velas y música, y aún sueño con ese viaje a Grecia, rentar la casita pequeña y escribir frente al mar Egeo.
Pero, como muchas otras cosas, la sociedad ha distorsionado, los sueños y el romance, al utilizarlos fuera de contexto para justificar su obsesivo reclamo por la libertad, tantas veces, excesiva.
Así he visto jóvenes mujeres que, enredándose en una supuesta bandera del amor, se arrojan al vacío tras un amante y, violentando las reglas sociales, lo viven en lo que alguien bautizó como “amor libre”. Sólo para terminar con hijos sin padre y en el desamparo.
Y los hombres que, volando los vientos de un romance desmedido, se van tras un nuevo amor sin importar dejar esposa e hijos en el abandono. Mas, cuando el aire aquieta, los he mirado solitarios, perdidas familia, esposa y amante.
No puedo olvidar los ojos de frustración de jóvenes que, con el sueño de vencer los cánones escritos, cruzaron la puerta del colegio con el discurso de que “ellos no necesitarán recorrer los caminos trazados de la educación formal para lograr sus sueños” y, alcanzados por la edad adulta, se viven fracasados y con planes malogrados.
¡Cuánta arrogancia encuentro en los romances fuera de lugar! ¡Qué absurdos son los sueños que huyen de la sensatez y la cautela! Y, que tristeza, verlos hechos añicos cuando se estrellan inevitablemente con la realidad y tragando el amargo sabor de las consecuencias.
Si los amantes y los soñadores entendieran que, tejiendo sus sueños y romances entre la malla de las reglas y las normas, lograrían mantenerlos largo tiempo, dejarían de oponerse a las leyes, los principios, y valores que, hasta ahora, han preservado las instituciones y proyectos más valiosos: la familia, la integridad humana y la sociedad. 

lunes, 23 de enero de 2012

"La respuesta"

El alma, como necedad de lengua, puede martirizarme con su ansia de respuestas hasta que llega una que le de reposo.
Pensando y buscando las opciones sobre la teoría de las repisas y escalafones, tropiezo con un pensamiento contundente. Cuando Dios envió al Salvador, no envió a otro, sino a su hijo. Y, eso, convierte a la relación, padre-hijo, en la más sublime, fuerte y llena de amor, por sobre cualquier otra.
Y mi duda se despeja cuando comprendo que, los hijos, con un derecho inalienable, deben ser colocados en la cumbre de nuestros amores y ser los portadores de nuestras más íntimas esperanzas. Porque, ¿puede alguien vaciar su propia sangre y salir con vida? Así de vitales son los anhelos de los padres, a través de sus hijos.
Alma y corazón, ahora, están de acuerdo.
La conclusión está dada y, con mermadas fuerzas, alargo mi mano para colocarla de vuelta en el escalafón más alto cuando, La Voz, sorda y suave, irrumpe.
-Entrégamela. . .
Trato de ignorar el susurro y vuelvo a la faena de pensar las consecuencias de la reubicación de mis afectos.
-Ella es mía, hija. .  .entrégamela. 
Las lágrimas afloran y siento mi puño tenso, dolorido de apretar.
-Pero, es mi hija-, le respondo.
-También lo es para mí. . .entrégamela.
Que difícil es rebatir la Verdad, Señor. Tómala, es tuya más que mía”, confieso, en silencio.
La respuesta a mi pregunta, esta noche, la ha dictado Él.
 A los hijos, no se les pone en las repisas ni en un escalafón, sino en las únicas manos a las que realmente pertenecen: las de Dios.
Alma y corazón, al unísono, exhalan un suspiro tibio. Estamos en paz.

domingo, 22 de enero de 2012

"Gaudí"

Quien ha visitado España, la parada obligada al pasar por Barcelona es el parque Güell, conjunto inicialmente diseñado para casas habitación y que fue convertido en una obra de arte arquitectónica sui géneris.
Y, en estos días de tanta volatilidad emocional, mi memoria me llevó a recordar los “trencadís”, que tanta fama dieron a la obra de Gaudí, el renombrado arquitecto español.
Los “trencadís” fueron su peculiar y artística forma de remozar la arquitectura a través de la incrustación de pequeños pedazos de desechos de cerámica sobre muros, bancas y barandillas, lo que se convirtió en el sello de su arte.
Al mirar toda clase de objetos tapizados con multicolores piezas, que antes fueran parte de losetas, jarrones y muchos otros tantos artefactos con el destino común de haber sido rotos, descubro que, en el pecho de algunos seres humanos, existe una obra semejante.
Sí, ahí donde casi todos albergan un corazón, muchos padres resguardamos uno, pero al estilo Gaudí. Pues en vez de una textura uniforme, al ejercer el ministerio de la paternidad, lo hemos ido reconstruyéndolo, una y otra vez, con los pedazos que han ido quedando cada vez que es destrozado.
Aquellos que tenemos hijos, tenemos la costumbre de dejarnos romper el corazón para, después, pegar las piececitas con el amor por nuestros hijos, uno que parece inagotable.
Es un deleite a los ojos contemplar los balcones y barandales cubiertos de trencadís, y estoy segura, para Dios, es también un orgullo mirar dentro del pecho de los padres y sonreír, diciendo convencido: ¡que hermoso corazón de trencadís!

"R. I. P."

Después de una noche, de las más oscuras sin luna, abrí los ojos para verla aparecer.
Cubierta con los andrajos de ilusiones tercas y desprovista de los anhelos con la que intenté, por largo tiempo, recubrirla, la expectativa, fría y muerta, se presentó ante mí. En las hebras de esperanza que colgaban de sus hombros, pude reconocer fragmentos de las bellezas con las que quise verla tanto tiempo. Pero, ya sin nada para cubrirla, mis ojos tuvieron que reconocer que, aquello, no era más que algo muerto.
Con tan cruel revelación, lloré y lloré. Mi corazón, en un último intento, trató de convencerme de que aún podía revivirla. Pero la imagen fue tan convincente: ni un mínimo fragmento de mi expectativa se movía.
¡Está muerta! ¡Está muerta!, le grité a mi corazón, más de una vez. Y, avergonzado, dejó de insistir y me observó callado.
Entonces pude ver mis afanes, todos inútiles, tratando de hacerla parecer real y palpitante. Con hilos la moví por largo tiempo y, hasta yo misma, llegué a creer que ella solita existía. La levanté erguida, la senté paciente, la llevé y la traje pero, ahora me doy cuenta, que no había nada dentro de ella que continuara su existencia.
Así, con un poco de sabiduría, digo frente a la tumba de aquello que esperaba: Requiescat in pace, descansa en paz y hasta nunca. Arranco de mi piel las vestiduras negras y doy la espalda al largo luto.
Con huesos doloridos, miro el amanecer. Es domingo, el día cuando la más notable resurrección ocurrió y, con sorpresa descubro, que mi libertad ha resucitado. Aunque el cansancio aún me agobia, me siento libre y ligera. ¡No más cargar con expectativas muertas e inútiles! ¡No más esperar lo que no es, que no será y que no llegó!
Que los muertos entierren a los muertos que, yo. . . aún estoy viva.

sábado, 21 de enero de 2012

"Alfombras rojas"

En la vida, como en los buenos vinos, encontramos ilusiones y anhelos que mejoran su aroma, color y calidad con los años. Y, como todo aquello que merece distinción, los vemos desfilar sobre una alfombra roja para resaltar su importancia y su belleza.
Hoy, frente a mí, disfruté de esos momentos que ameritan un pasillo especial. La novia, adornada con la naturalidad y firmeza nacida del anhelo resguardado por una década, entró caminando del brazo de su padre. Sonriente, aquel hombre recibió un regalo que no todos los padres tienen la fortuna de recibir de sus hijas: el honor de presentarse con orgullo, ante Dios, por el deber cumplido.
El novio, recibiéndola de manos de su padre, sonrió con la ilusión en los ojos para decir a su esposa, que era y seguiría siendo el amor de su vida.
La voz de dos pequeños leyendo el mensaje de la liturgia, hicieron rebosar lágrimas emocionadas en los ojos de los novios. Si aquel sueño estaba haciéndose realidad, se convirtió en la celebración perfecta al compartirlo con sus grandes amores, sus propios hijos.
El festejo continuó y, sin importar donde mirara, me asaltaban colores, adornos y detalles revelándome los meses de preparativos esmerados que la pareja invirtió. ¡Cuánto no habrán acariciado ese sueño!, uno que yo, ahora, compartía.
Cuando la música dio el turno al padre para bailar con la novia, mi corazón se estremeció. Sus miradas, tan llenas de amor y admiración, del uno para el otro, lucieron sus sentimientos sin pudor y, los aplausos, cual orquesta alborozada, se unieron con su bullicio a la cariñosa danza.
Sí, me gustan las bodas, pero no las que vienen de las rutinas y costumbres sino aquellas, como ésta, que surge del gozo auténtico de consagrar la unión más sublime entre un hombre y una mujer: el matrimonio.
¡Felicidad y mucha vida a los novios!

"Repisas y escalafones"

Muchas veces escuché a mi padre decir que, cada uno, es responsable de las decepciones que sufre en las relaciones con la gente. Y sostiene que, el error, comienza cuando colocamos a la gente en una repisa que no le corresponde.
Según su explicación, cada repisa es parte de un escalafón y, cada quien, va colocando a las personas que van llegando a su vida en un nivel de la pirámide en función a sus acciones, valores y principios. La base, mucho más poblada y amplia, es para la gente de la que no se debe esperar una conducta honorable y, los de la punta, los más escasos, aquellos con códigos de conducta moral y lealtad.
Así que, cuando llega la prueba, no esperamos de la gente más que lo que corresponde a la clasificación que hemos hecho de ellos. Eso, a fin de cuentas, nos evita el sentirnos defraudados o engañados ya que, sólo nosotros, somos los responsables de haberlos colocado adecuadamente y no esperar, ni más ni menos, de ellos.
Pensando un momento su teoría, descubro que los padres tenemos una tendencia, motivada por el amor, a dar un lugar muy alto a los hijos y lo hacemos mucho antes de que ellos hayan demostrando su verdadera naturaleza o ganado, por méritos, un lugar cada vez más alto en el escalafón. Y lo mismo sucede con los amantes que, conforme a sus necesidades, acogen al otro exaltando aquello que esperan e, incluso, cayendo en el autoengaño antes de mirarlos a ojos abiertos. Entonces, cuando las máscaras caen, el depositario de sus expectativas se desploma hasta el fondo de la pirámide, estrellando su ilusión con profundo dolor.
¿Qué hacer, entonces? ¿Arrancar de cuajo, como padres, las esperanzas de ver florecer las enseñanzas y esperar a ver los frutos, en los hijos, para acomodarlos en nuestra vida?
En ésta, como en muchas otras preguntas, otra vez, estoy sin respuesta. Tal vez, sea el momento de escuchar el consejo de mi padre. . . ¿Será?

"Una probadita"

Aunque, al mirar atrás, puedo ver mi caminar por las distintas etapas de mi vida, mi mente se defiende tratando de ignorar que, delante de mí, aún quedan varias por vivir.
Ahora mismo, el nido vacío, es a veces amortiguado por los juguetes y manitas de mis nietos pero, cuando escasean en presencia, el silencio me convence que, la casa es ahora sólo de mi esposo y mía.
Estos días, como sórdido presagio del indefectible porvenir, la ausencia de mi amado me hace pensar en una etapa aún más temida: la viudez.
Su ausencia, además de volver frías mis noches y tristes mis mañanas, es un puente que se rompe para muchos otros ambientes. Las convivencias con otras parejas y la inclusión en reuniones con familias completas, parecen inapropiados para alguien que, sin anuncio, se convierte en "uno", “la sin par”. Y sólo resultan naturales las invitaciones donde, un grupo de mujeres que momentáneamente dejan atrás al compañero, se juntan para hablar y, aun así, la conversación resulta incompleta porque, la viuda, sólo puede hablar de su historia, aquella que atesora con momentos compartidos con él, su complemento y eso, al fin. . . es pasado.
El corazón me tiembla de pensarlo y, aunque entiendo lo natural de la viudez, huyo y me rehúso a prepararme. Total, si ha de alcanzarme y espero sea en muchos, muchos años, ya me quedarán los tiempos que me sobren para intentar acostumbrarme.
¡Que dura es la soledad que el compañero deja!

viernes, 20 de enero de 2012

"Acusado"

Hoy levanto el puño contra ti y que el mundo sepa tu fechoría.
Como hormigas al acecho, día tras día y en silencio, te lo fuiste llevando y, con la misma perseverancia, lo remplazaste por el tuyo. Sin pensar en que tu ausencia, algún día, te delataría y yo descubriría tu secreta maniobra: ¡Me robaste el corazón!
Porque, hoy al despertar a solas, a mitad de la noche, noté que algo me faltaba. No podía mantener el ritmo porque no podía seguir el tuyo. Y mis lágrimas, tan heridas de lejanía, confirmaron que ya no respiro el aire, pues tu aliento, se convirtió en mi sustento.
Me he vuelto mitad, he perdido la independencia que tanto defendí. En tus besos, sin disimulo, me fuiste despojando de ella y, en los abrazos, infundiste en mi tu alma.
Odio tu partida al mirar, que mis pies, sin ti, han perdido la alegría.
Hoy te denuncio, amado mío, como un ladrón que se robó mis suspiros, mis anhelos y, ahora que lo entiendo, hasta mi propia vida.
¡Te extraño!

jueves, 19 de enero de 2012

"Hombre viejo, pobre hombre"

Por la puerta de atrás de mi conciencia, mientras dormía, se ha colado una historia vieja.
Los reflectores, por influencia del título, llevan mi atención a un joven, “el hijo pródigo” y, con anticipada confianza, recuerdo el final. Aquel muchacho, antes rebelde e insensato, con la derrota en la piel, la vergüenza en los ojos y el arrepentimiento en los pies, un día, vuelve a casa.
Entonces noto una presencia. Callado y en la  penumbra, se esconde un hombre cuya edad me es indefinida. Deduzco, por la de sus hijos, que no rebasa los cincuenta y, sin embargo, sus canas, arrugas y hombros caídos, me hacen pensar en más años.
¿Qué edad tienes, hombre de cara triste? Dirijo los reflectores a su vida para alcanzar a ver los detalles. Y, entonces, escucho sus pensamientos.
Su hijo se ha ido de casa y, sin creerse sabio, conoce el futuro que le espera. La arrogancia y el libertinaje son una alianza que sólo pare destrucción a su dueño. Entre suspiros, el hombre se pregunta: ¿He fallado? ¿Acaso es mi culpa su insensatez? Y, calladamente, llora atormentado con la duda.
Sigue su vida y finge una alegría que no siente, porque, ¿Qué culpa tienen lo demás de su tristeza? ¿A quién le importa su vergüenza?
Los días pasan y su corazón roto sólo sobrevive por la vaga esperanza de que, el hijo rebelde, recuerde sus palabras, sus enseñanzas, sus ejemplos y, sobre todo, a Dios. Atisba desde el balcón empecinado. ¡Él volverá porque ha sido bien criado!, martilla la idea para asirse a algo que impida ser remolcado al desconsuelo.
Y, el esperado instante, ocurre. El hijo, abatido y derrotado, desanda el mismo camino que lo llevó al mundo de anarquía que, con consejos y paciencia, su padre le trató de evitar. El hombre lo abraza y lo recibe con un corazón agradecido. ¡Su hijo ha vuelto y aún hay tiempo!
Apago el reflector. El corazón me duele y la compasión por ese hombre me deja en silencio. ¡Ay si pudiera consolarlo! Y, si pudiera abrazarlo, con un susurro al oído le diría: padre del hijo pródigo, lo siento, creo que ahora. . . te entiendo.

miércoles, 18 de enero de 2012

"Des-lenguados"

¿Cuál es tu cuento favorito?, leí y el cursor, como dedo impaciente golpeteando, esperaba mi respuesta. -La escalera-, respondí con prisa, sólo para ver aparecer el título de un cuento, el favorito de aquel, al otro lado de la pantalla.
Con curiosidad de gato busqué el texto en internet y, minutos después, enfundada en mi cama solitaria, leí: “Viaje a la semilla. Cuento. Alejo Carpentier”.
Como quien toca una interminable secuencia de notas de cuatro tiempos, ensartadas por el arco de múltiples ligaduras, los trece capítulos de la obra completa fueron devorados por mis ojos. Renglón por renglón, casi sin respirar, arrastrada a una involución constante, con lógica irracional y ritmo de palpitar de corazones reposados, el cuento me engulló.
Pero, algo más que el aliento, me robó este cuento. Con sus palabras en desuso y sus frases infestadas de originalidad, me hizo descubrir la pobreza de nuestras generaciones. ¿Podrían, los jóvenes de ahora, repasar esas líneas sin tener que correr al diccionario para comprenderlas?
Entonces recordé los mensajes que, como una plaga, llenan los portales de las redes sociales y las pantallas de teléfonos móviles y, con tristeza, pude ver que nuestro lenguaje español, tan jugoso y florido, ha quedado reducido a unas cuantas palabras, que de paso, leemos mal escritas. La manía de la síntesis obligada por las prisas o, porqué no denunciarlo, por la pereza e ignorancia de quienes las escriben, están mermando nuestro idioma.
¡Qué coincidencia! Nuestra lengua, al igual que el cuento, parece estar volviendo a sus primeros tiempos, sus orígenes precarios y escuetos, tan pobres, como la capacidad lingüística de nuestros jóvenes.

"Bay view"

En un corto crucero a orillas del Mar del Plata, en Argentina, vi ante mis ojos aparecer la casa de mis sueños.
De una sola planta, techos de alturas alternadas recubiertos con madera, muros de tono color crema, ventanas estilo “bay view” con su cuadrícula en frente y laterales sesgados, un jardín discreto al frente y, tras un ventanal transparente de piso a techo, la habitación con un escritorio mirando al mar. Entonces tenía yo. . . 37 años.
A esa edad y en ese momento, nada me habría hecho dudar de comprar esa casa. Mis gustos, mis necesidades y mis anhelos eran suficientemente claros o. . . al menos eso creía entonces.
Ahora tengo 51 años y, paradójicamente, vivo en la casa en la que me gustaría pasar el resto de mi vida: la Toscana.
Aunque está en una sola planta, la distribución es resultado de las necesidades que, a lo largo de más cien años, fueron teniendo sus habitantes. Carece de planos o estructuras planeadas y sus muros, formados con piedras amalgamadas con adobe, tienen más de medio metro de grosor.  Sus ventanas, cuadrículas de madera de dos hojas, son pequeñas y permiten entrar el sol con discreción para no perturbar la penumbra interior. La Toscana no tiene vista al mar, ni siquiera a la calle pues está resguardada por altos muros que la convierten en una perla dentro de su concha.
Y, si aún tuviera algo de duda sobre lo opuesta que es la Toscana de la “casa de mis sueños”, basta con describir el rincón en donde invierto mi inspiración para convertirla en letras. Ese, mi espacio más personal, es la habitación más pequeña de la casa. Las paredes irregulares blancas, coronadas por una cúpula entretejida con ladrillos y un tragaluz, sólo resguardan dos muebles: un “secretaire” frente al muro, la única vista que tengo al escribir y un sillón alargado, de lectura.
Así que, las imágenes que describo en mis relatos, no surgen del reflejo plateado sobre el agua, ni del verde vivo de un jardín, sino del blanco reflejo del estuco que tapiza las centenarias piedras.
¿Y a que viene todo este cuento? A la certeza de que nunca podemos asegurar que sabemos, a ciencia cierta, lo que realmente queremos y, menos, lo que necesitamos.

martes, 17 de enero de 2012

"Medidas"

Aunque la unificación de medidas fue motivo de conflicto en el mundo y, por ejemplo, en España, la llevaron a cabo los Reyes Católicos, Felipe II y Carlos IV durante el siglo XVI, yo aún tengo algo que decir. Y es que, las distancias, no siempre son medidas exactas.
O, ¿acaso alguien puede asegurarme que, los esposos disgustados que yacen en la misma cama, realmente están muy cerca, el uno del otro?
Para medir el espacio que hay entre un ser humano y otro, muchas veces, sólo se logra con el corazón y el entendimiento.
Así me he encontrado que, los amantes separados por miles de kilómetros, viven en una intimidad y comunión a pesar de la tierra o mar que los separa. Y, de la misma manera, he visto a una madre y una hija que, con tan sólo 5 minutos de recorrido de por medio, las separa un sinfín de sinsabores, diferencias y rechazo, convirtiéndolas en extranjeras de la vida de la otra. Y, ¿qué decir de los países que colindan y viven en una guerra que no los deja vivir juntos y en armonía?
No importa que alguien, metro en mano, quiera demostrarme la diferencia entre una distancia corta o larga entre dos seres humanos, mi experiencia me dice que, sólo el amor entre ellos, puede hacer corta la distancia.

lunes, 16 de enero de 2012

"Raíces"

Tras entregarme un libro azul de pastas rugosas y hojas amarillentas, mi abuelo me dejó un encargo: continuar el árbol genealógico de la familia Arnáiz.
Después de pasar hoja tras hoja y leer por encima los caracteres escritos con máquina de escribir, me entretuve en las múltiples fotos, unas sepia  otras blanco y negro, de mis antepasados. ¡Qué sorpresa encontrar mis propios rasgos en aquellos rostros, unos minutos atrás, para mí desconocidos!
La genética tiene una manía. Perpetuar líneas y formas de nariz, color de piel y cabelleras pero, más allá, hace trascender caracteres, sueños y estilos de vida en las generaciones siguientes.
Así, cuando leo de un tío abuelo que gustaba de la libertad y que fue un soñador irreparable, me nace una conexión, una simpatía por aquel ancestro algo revoltoso y lunático. Y, como en toda familia, también me topo con la joven revolucionaria que hace perder la paciencia a sus padres con sus batallas, al intentar cambiar los rígidos esquemas del mundo que quería atraparla.
Siempre me gustó la historia, aunque jamás me he detenido mucho en las fechas. Pero zambullirme en los relatos que me descubren las penurias, las celebraciones y las luchas de quienes me dieron, sin saberlo, la vida que hoy tengo, surge en mis ojos la necesidad de seguir atisbando en mi pasado. Uno que, en apenas 100 años, está llenito de historias, lágrimas, alianzas y desencantos.
Cada personaje que sale del telón, al cambiar de página, viene con un sello y una historia con la que marcó el rumbo de los suyos, su familia. Y, entonces, me pregunto: ¿qué revelará mi historia cuando, en el libro familiar, se cuente mi vida?

miércoles, 11 de enero de 2012

"Como el agua"

Nuestro planeta es distinto a otros por la presencia de agua y, nuestro cuerpo, es casi un 70% de agua. Cuando sentimientos intensos nos embargan, lloramos gotitas de agua y, al alterarnos, es con sudor que nos cubre la piel de agua que lo mostramos. El líquido vital es parte nuestra e indispensable para sobrevivir.
Pero también me encontrado que, los mejores amigos, son como el agua.
En momentos de desesperación, es su compañía acuosa la que nos sacan a flote y nos carga cuando las fuerzas nos han abandonado. Ellos se convierten en brisa húmeda si el calor de los problemas nos agobia y son como lluvia que resbala sobre el rostro mezclándose con nuestras lágrimas.
Si la vida, como la conocemos, se nos rompe en pedazos, ellos corren entre los trozos para mostrarnos una imagen unida que nos devuelva la esperanza. Y sirven como río que conecta, mediando, cuando surge una zanja entre nosotros y un ser querido.
Sus palabras pueden ser esa cascada alegre que nos habla del futuro; lago para escuchar silencioso nuestras quejas o río que nos empuja a seguir adelante.
El buen amigo es como un mar donde podemos refugiarnos y que se amolda acompañando nuestra forma y movimiento sin tratar de aprisionarnos.
Siempre recordare el año que se ha ido pues, como agua hecha vapor, dos nuevos amigos se colaron por las rendijas de mi vida. Uno, me lo trajo el mar y, el otro, una estrecha calle que avanza desde mi casa hasta el otro lado del pueblo.
La amistad es como líquido que refresca y trae vida. Sí, los amigos son como el agua y nadie puede vivir sin ellos.

"Un mal día"

¿Cómo inicia un mal día? Con la confirmación de que tu hija entrará al quirófano, por tercera vez en los últimos 9 meses, esta vez, para que le practiquen una cirugía de apéndice.
Como si hubiera sido apretado un botón, una maquinaria muy poderosa se puso en movimiento: mi familia.
Mis pastores, junto con mis mejores amigos, se unieron a nosotros en oración. Mi madre, saliendo de una larga convalecencia, tomó las riendas para hacerse cargo de mis nietos, junto con su asistente quien se está amalgamando a la familia con su cariño.
Mi hermana menor y mis sobrinos, como red de apoyo, se adelantaron para acompañarme en la espera durante la operación, mientras mi esposo, dejando atrás todos sus pendientes, se echó a andar por la carretera para llegar junto a nuestra hija. Nuestro hijo, a distancia y obligado por nuestra petición, fue parte nuestra durante todo el episodio.
También, sin solicitud previa, mi hermana mayor preparó maletas para reforzar la red de ayuda y mi tía, la mejor amiga de mi madre, se unió para atender a cualquier necesidad.
Mientras todo esto ocurría, desde el otro lado del mar, alguien muy querido nos acompañaba a cada minuto y otros dos de mis hermanos buscaban enterarse de cualquier situación no resuelta para ofrecernos su apoyo.
Familia, amigos y hasta empleados, no perdieron la oportunidad para arroparnos con amor y alargarnos la mano.
El momento de tensión terminó con el anuncio de que mi hija estaba bien y sin consecuencias mayores pero los mensajes, las ayudas y los cuidados, siguen sonando como campanadas recordándome que somos amados por mucha gente especial.
¿Sabes qué, Señor Dios? Creo que, al final, rodeada de tanto cariño, ¡Ha sido un hermoso y maravilloso día!

martes, 10 de enero de 2012

"NO"

Casi podría hacer una encuesta para comprobar que, una palabra, está entrando en desuso en la educación de los niños: “NO”.
Aunque hasta mi generación se utilizó sin matarnos ni generarnos daño permanente, ahora observo que se ha convertido en un “arma” peligrosa, según la psicología.
Cuando, desde el asiento trasero, yo o alguno de mis hermanos pedíamos ir a algún lugar o que nos compraran algo, un “NO” terminaba la conversación, si mis padres determinaban que no era el tiempo o la compra apropiada.
Los permisos, también, podían tener una negativa por respuesta y, aclaro, no siempre había una razón para que se coartara el deseo creciente en curso. También era permitido a los padres utilizar la frase “No, porque lo digo yo” y nadie debía ser llevado a terapia ni a primeros auxilios.
Incluso los maestros tenían derecho de utilizarla como una herramienta para mantener su autoridad dentro del salón de clase.
Ahora, el utilizar un “NO”, requiere de un bien respaldado bagaje de justificaciones para mortificar la voluntad de un niño, a quien se protege sicológicamente a costa de todo, incluso, de los límites.
Los límites, como consecuencia de la creciente ausencia de “NOs", también están en vías de extinción bajo la pujante presión de las necesidades desmedidas de los jóvenes y niños.
¿Llegará el NO a desaparecer? Tal vez, si los adultos no reaccionamos, lo veremos morir y, junto con él, los límites.

lunes, 9 de enero de 2012

"Denuncia"

En el mundo en que vivo, resistir la presión por lo que crees, es un acto que requiere convicción de acero.
En el mundo en que vivo, no caer en el gélido estado de parálisis que el miedo genera en la mente y la voluntad humana, sólo lo logran los que creen en la “resistencia”, ¡tan pasada de moda!
En el mundo en que vivo, es casi imposible romper la cadena del egoísmo, que vive para perpetuar todo aquello que nos cobija en la bonanza y genera la demencia, la amnesia de los derechos y necesidades de otros. Porque, ¿Para qué cambiar lo que nos enaltece y protege? ¿Por qué dejar el confort en aras de los rostros desconocidos que, cuando tratan de presentarse, se borran de nuestra realidad con un pulsar del mouse o el botón de “off” en el televisor?
En el mundo en que vivo, lo insobornables, aquellos que resisten para vivir lo que creen, son los pequeños fetos de los héroes de nuestra época. Héroes que, a veces, en el camino de las conveniencias, se vuelven abortos desgajados de los principios y creencias.
En el mundo en que vivo, nuestra sociedad, muerta de miedo, asesina a los líderes incorruptibles sobornándolos con la razón y convenciéndolos de lo inoportuno del “cambio”.
En el mundo en que vivo, el pobre acepta su pobreza y la nutre de desesperanza. Los jóvenes, encubiertos en la indolencia y la indiferencia, huyen de la confrontación a la verdad de la injusticia por haber perdido la capacidad de creer en algo mejor. Y la generación al mando, adultos y apoderados, con aires de suficiencia, se empeñan en perpetuar sus formas antes de reconocer que han dado frutos de error y fracaso, pobreza e injusticia. . . destrucción masiva.
Este es el mundo en que vivo. Uno donde los insobornables son llamados radicales y enviados al destierro. Donde jóvenes y pobres han dejado de creer. Y, donde los que se han hecho de un pequeño nicho de seguridad, usan las garras del miedo para aferrarse a una realidad injusta para muchos y conveniente para pocos.

domingo, 8 de enero de 2012

"¡Comenzamos!"

Un fenómeno extraño ocurrió en mi jardín hace un año. La buganvilia y algunas otras flores comenzaron a florear en noviembre. Aunque era un placer verlas decoradas en un tiempo donde los árboles alrededor lucían calvos y raquíticos, fue triste ver a los coloridos pétalos morir en las primeras heladas del invierno.
Con un nulo conocimiento en floricultura, pregunté y hubo quien me explico que eso también era producto del desequilibrio ecológico que, como humanidad, hemos generado en el planeta. Migraciones anticipadas y aves que pierden el rumbo, desoves de tortugas fuera de época y varios ejemplos me hicieron pensar en la importancia de iniciar a tiempo.
Y cuando digo a tiempo, no me refiero a la puntualidad contra un reloj sino a la circunstancia donde se encuadra, ya sea el proyecto o actividad.
Hoy, primer día de la segunda semana del 2012, seguramente ya habrán fracasado varios propósitos de mantener un buen régimen alimenticio y una rutina de ejercicio. ¿Por qué de mi certeza? Porque, quienes lo iniciaron el día 1 o 2 del año, olvidaron que aún teníamos por delante festejos como el “Día de Reyes” y sería inevitable convidarnos del platillo principal: una deliciosa y bien cargada de calorías, ¡rosca!
Por eso, aunque mi lista de proyectos es clara y los tiempos son importantes, fue hasta ayer que hice los preparativos: rebajarme las uñas al límite para lograr un tecleado más eficaz, acondicionar mi rincón de trabajo con un “secretaire” y tener a la mano el primer borrador de mi escrito. ¡Todo listo para iniciar con mi propósito de completar la novela del concurso!
Me pregunto, ¿Cuántos proyectos son abortados por comenzar fuera de tiempo? Relaciones, matrimonios, negocios, estudios, etc.
Parece que, al final, algo importante es. . . el principio.

sábado, 7 de enero de 2012

"Tú, ¿lo sabes?

Si no tengo los pies calientes, no puedo dormir. Y si no duermo bien,  ni mi rendimiento al día siguiente, ni mi carácter, ni mi forma de abordar los deberes son buenos. Así que, los “pies calientes” antes de dormir, son una condición que puede definir mis días. E igual ocurre con el baño caliente al iniciar el día o una habitación ordenada para relajarme y disfrutar la intimidad. Y, unos zapatos cómodos, pueden convertir un día de compras en un paseo delicioso o arruinar el día de una dependienta algo lenta en el almacén.
Mi lista de “necesito esto porque es importante” ha sido elaborada después de años y años de autoanálisis. Y, aunque he logrado “casi” superar algunas condicionantes para mantener mi equilibrio, otras son cosas que, debo reconocer, me ayudan mucho a que mis días sean mejores. Para muchos, seguramente, esto suena a inmadurez, falta de adaptación o dependencia. Para mí, es autoconocimiento y sigo invirtiendo mi atención para observar las cosas que detonan, tanto mi bienestar como mi malestar. Y, aunque parecen ser intrascendentes, en mí, son temas que han apretado mis botones sin yo saberlo, activando reacciones que no siempre resultan agradables en mi entorno.
Aunque sé que el dominio propio se ejercita con circunstancias no siempre tan gratas, he decidido elegir mis batallas, así que, si puedo proveerme de esos pequeños satisfactores, les aseguro. . . ¡el mundo que me rodea saldrá ganando!

jueves, 5 de enero de 2012

"La perfección"

Durante una inesperada visita a una tienda-galería que descubrimos (y, pronto, volveré a ese tema), mi esposo me escuchó decir, parada frente a un original mueble, -¡Es el mueble perfecto!
Extrañado, se atrevió a preguntar la razón.
El mueble de madera con diez cajones, ¡era piramidal! Y, con su extraña silueta coronada por un ángulo agudo, nadie podría utilizarlo almacenando, por semanas, sus libros, llaves, sobres de correo o cualquier cosa que no tuviera la fortuna de volver a su lugar. 
Continuando el recorrido por el paraíso en decoración, pensé en mi declaración y comencé a dudar sobre la perfección de la cajonera. ¿Cuánto podría caber en los cajones superiores y como haría para no doblar las esquinas de los libros o cuadernos que guardara en los inferiores, más grandes? Para cuando volví frente al mueble, mi opinión había cambiado y concluí que, lo que me gustaba de aquella pieza de madera, era su novedosa figura y, más que útil, podría ser uno más de mis caprichos decorativos. Algo que, por cierto, tampoco es nada despreciable.
Mientras caminábamos de vuelta a casa, repasé sobre muchas cosas que, al inicio, pensamos como perfectas y que, en una segunda vista, cambian de clasificación, a veces desilusionándonos.
El hombre perfecto que deja de serlo cuando nos damos cuenta que, en su presupuesto, no ha pensado en un renglón para nuestros pequeños lujos; el viaje perfecto en la playa que incluye mosquitos y ocasionales ratos de mal humor por el sol; o el trabajo perfecto que nos permite utilizar nuestra habilidades pero que también nos deja exhaustos.
Y, como los ejemplos resultaron ser infinitos y ya llegábamos a casa, mejor terminé mi reflexión con una conclusión: ¡La perfección no existe!

miércoles, 4 de enero de 2012

"Ayunos y nutrición"

Después de casi un mes de constante compañía, ayer iniciaron los tiempos de ausencia. Mi esposo, como todos, ha vuelto a las actividades regulares y yo, por la circunstancia, continúo repartiendo mi vida entre mi hogar permanente y el temporal.
Al igual que las rutinas alimenticias fueron alteradas por las vacaciones, nosotros disfrutamos de casi cuatro semanas de un ir y venir juntos delicioso, ajenos a la agenda y la rutina. Pero el nuevo año nos alcanzó y con él, los ayunos de presencia.
Aun así, a diferencia de esas veces en que, tras su partida, me sentí sola y algo extraviada, ahora estoy convirtiendo su ausencia en un tiempo de nutrición.
Con una generosa lista de proyectos, el tiempo del que dispondré, por los siguientes días parece insuficiente. El inicio de algunos planes, contra el pronóstico de tristeza por la soledad, ha resultado excitante y lleno de adrenalina.
Reconozco que soy algo adicta a los “comienzos” pero, esta vez, puedo reconocer que todo mi ser grita de contento al verse nutrido de ideas, propósitos, aspiraciones y trabajos por hacer. El largo ayuno en el que vivió el año pasado, parece ser, lo dejó tan ávido de alimento intelectual y espiritual que, irremediablemente, está gozando de la libertad de vivir un poco para sí.
Sí, la presencia de mi compañero sigue siendo un gran placer pero, por unos días, disfrutaré del “me-mi-me-conmigo” sin remordimientos.

martes, 3 de enero de 2012

"Cómplices"

Eliminar cuatro kilos extras, en realidad, no ameritan un renglón en mi listado de propósitos para el 2012, al menos, no para mí. Pero, algo más que eso, es un reto importante y motivo de salud para mi esposo. Así que, como un acto de solidaridad, me uní a su programa de alimentación y cambio de hábitos.
Si vamos a un restaurante, más que lanzarnos miradas o señalar los alimentos “prohibidos”, buscamos opciones que podemos compartir y que se apegan a las instrucciones médicas. En vez de convertir mis platillos en una tentación para él, elegimos juntos y ahora ¡somos cómplices en, ésta, su meta!
¿Cómo lograr llegar a mis metas si, a la mitad del camino, mi ánimo decae o pierdo perspectiva? Dice la Biblia que: “Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero”. . . entonces, creo que ¡necesito un cómplice en cada una de mis metas!
Para alguien como yo, con viejas costumbres de andar en solitario, la nueva propuesta es bastante revolucionaria pero, confieso, muy atractiva. Así que, manos a la obra y, ¡a buscar aliados para alcanzar mis objetivos!

lunes, 2 de enero de 2012

"¡Día perfecto!"

Según las tradiciones, todas las dietas inician en lunes y las listas de propósitos se escriben el primer día hábil del año. Esta vez, por coincidencia, ambas llegan en lunes. Así que, siguiendo la tendencia mundial, abro la pantalla para escribir mi propio listado.
Meditando sobre lo que habré de intentar en el año que tengo por delante, nuevecito y sin estrenar, descubro que la fórmula para elaborar mi plan, más que sumar, requiere restar y borrar. Y la razón es simple: mis metas del 2011 siguen ahí, intactas y sepultadas por eventos, actividades e imprevistos que fueron robando el tiempo que había programado para ellas.
Así, como quien retira el polvo de un mueble, agito el plumero sobre mi lista pasada y veo reaparecer objetivos que estuvieron en la mira de mi voluntad justo hace un año. Y, a pesar de haber quedado sepultados bajo los escombros por 12 meses, encuentro que me emocionan tanto o más que cuando los escribí por primera vez.
El reto de volver a tocar el violín es, por mucho, uno de los que más azuza mi valor. Completar esa novela que durmió el sueño de los justos y presentarla en febrero pondrá a prueba mi disciplina. Dejar de balbucear el francés y aprenderlo en forma, será el regreso a una de mis pasiones: aprender.
Cosa extraña. Ni el ejercicio ni bajar de peso encontraron espacio en mis renglones pues, las caminatas con mis perros y el dominio propio, bien aplicado, cubrirán esas necesidades como un bien colateral.
Y mi repertorio de propósitos, aunque en desuso temporal, es vigente en mis deseos, por lo que sólo agregaré uno nuevo: ¡No permitir que mi lista vuelva a caer en el olvido!
Arranca el 2012. . . ¡Qué bonito es estrenar!

domingo, 1 de enero de 2012

"Casi. . ."

El año 2011, casi está por terminar. En muchos momentos me ha parecido interminable y, en otros, me hace sentir que ha sido como arena entre los dedos.
Porque, este año, casi logra arrebatarme muchas cosas importantes.
Por semanas, mi hija, casi pierde las facultades físicas que le hubieran impedido jugar y abrazar a sus hijos, usar sus dones como médico y vivir una vida plena. Casi pierde la vida.
También, durante meses, mi mami luchó por conservarse viva y ha dado la batalla para recuperarse, una batalla donde que casi pierde el futuro con nosotros.
Mi esposo, casi pierde la esperanza de salir adelante frente al embate financiero y, casi sin energía, vivió intentando librarse del desaliento que parecía hundirlo día a día.
Semanas atrás, mi papi casi queda enredado en las consecuencias del cáncer e inició su propia batalla. Y yo, casi pierdo la fe y el ánimo de continuar.
Pero, hoy, al final del año de las pruebas, mi hija aún puede abrazar a mis nietos, mi madre ha vuelto a ser la mujer fuerte, alegre y hermosa de antes, mi padre recupera sus fuerzas, mi esposo es, otra vez, el hombre optimista y alegre de siempre.
Mi fe, también, se levantó y mi aceptación a la Voluntad de Dios se nutrió en la certeza de que, mi vida y mi futuro, sólo dependen de Su mano. Entonces, de nuevo, creo, confío, acepto y puedo decir desde el corazón. . . ¡Gracias a Dios por todo lo vivido!
En este último día, tres frases sonaron en mi oído: “Ni en este último día del año. . . puedo soportarte”, “Feliz año nuevo, mamá, te quiero mucho” y “Felicidades, amor. ¡Te amo!”. Con estas tres sentencias, echo la última paleada al año que termina y, después de un año que CASI me aniquila, me quedo con las dos que me recuerdan que: soy amada, apreciada y bendecida por su presencia en mi vida.
Afuera, como nunca en mis 51 años, el cielo lloró lágrimas de lluvia para despedir al año que casi nos derriba y, aunque un dolor de oído y uno más fuerte en el corazón me dejaron en cama y sin celebrar en familia, con enorme gozo declaro:
¡Descansa en paz, 2011! Y ¡BIENVENIDO, 2012! ¡Lo logramos!