miércoles, 30 de noviembre de 2011

"El elegido"

Dice por ahí una frase que, “Los mejores esposos son los de las viudas”. Y, aunque parece una broma inocente, he comprobado una realidad en muchas parejas que, en diferentes etapas, las separa la muerte.
Cuando el compañero se va, sin importar la circunstancia y condición del matrimonio, con él se lleva las telarañas que, los problemas y la impaciencia nacida de la rutina, se formaron velando los ojos de la esposa.
Después de sepultarlo, no pasa mucho tiempo antes de que ella comience a recordar y ver con claridad todas aquellas cualidades que, en su historia, lo convirtieron en “el elegido”. Todas las quejas parecen seguir al ataúd y, limpio el ambiente de su ruido, las razones para tanto conflicto se convierten en susurros que ya no tiene caso escuchar.
¡Qué inútil resulta entonces buscar su mano en la cama fría y vacía! ¡Qué absurdos suenan los discursos contra él cuando ya no puede oírlos! Y, ¡Qué necias podemos ser las esposas para no entenderlo sino hasta que nos toca convertirnos en viudas!
Creo que, cambiando la premisa del primer renglón, saco de la memoria la que dice: “Porque la mujer sabia, edifica su casa; y, la necia, con sus manos la destruye”.
Tengo cincuenta y uno, aún tengo a mi compañero junto a mí y espero tener el tiempo de limpiar mis telarañas para mirar y tratar nuestro matrimonio con sabiduría.

"Burbujas"

Una de las cosas, para mí, más divertidas, es observar a la gente que, con desenfreno, viven la pasión por algo, ya sea un hobby o un deporte. Esa actitud de entrega a lo que tanto disfrutan, los llena de adrenalina y un entusiasmo sui géneris.
Si se trata de invertir, tiempo o dinero, no reparan en hacerlo y sus esfuerzos se redoblan para vencer cualquier contratiempo con tal de lograr su objetivo. De ahí que, en las subastas, se paguen fortunas por una pieza de arte. O, con menos presupuesto, una persona se dedique con gran disciplina a los entrenamientos previos a un maratón o una competencia.
Su pasión mueve su mundo y es fantástico el poder positivo que ejerce en ellos.
Pero, como en todos excesos, las cosas pueden complicarse si, ese mundo de su afición, se apodera del total de su existencia, estrechándolo y limitando su visión. Cuando su discernimiento comienza a dejar de funcionar y la prudencia se anula, ¡alerta!
Ha sido así como, más de una vez, he visto que grupos que comparten un mismo interés, comienzan a desmembrarse. Cuando, uno o varios de sus miembros se desbordan en opiniones y dejan de comprender que, las aficiones, son eso y su razón, el disfrutar.
¡Qué triste es verlos atrapados en la burbuja de su propia obsesión y que la magia de la pasión se desvanece generando destrucción! Después de ver el efecto “burbuja” en acción, creo que las dejaré solamente como “juego de niños”.

martes, 29 de noviembre de 2011

"Visión"

Conozco, hace más de dos décadas, a una mujer a la que he admirado por diferentes razones.
Las últimas noticias sobre su vida, en principio, no son las mejores. Su vista, impecable hasta hace poco, ha comenzado a fallar en sus setentas.
Uno de ellos, habiendo desarrollado un problema de presión alta, ahora le permite ver pero como si lo hiciera a través de una cortina de agua. Para alguien cuyo deleite, toda su vida, ha sido la lectura, la nueva condición puede resultar muy triste.
Y me doy cuenta, cuando escucho los planes que tiene para los próximos meses, que esa admiración que siento por ella tiene un verdadero fundamento pues, el entusiasmo y optimismo, no son derivados de una circunstancia de bienestar sino de una actitud sabia y aceptante que la lleva a mirar con el otro ojo. . . el sano.
En los próximos días, seguramente, recibirá a su familia, con la misma alegría desenfadada de siempre y celebrará la Navidad y el año nuevo. Afrontará lo que es inevitable y hará a un lado lo que ya no es posible cambiar. Disfrutará lo que ojo bueno aún le muestra y sobrevivirá la parte dañada pero sin permitirle arruinar su panorama.
Después emprenderá un viaje a Sudamérica para disfrutar de sus nietos y luego cambiará de aires viajando al norte mexicano para convivir con la familia de su otra hija. ¿Qué sigue en su agenda? No lo sé pero puedo asegurar que, ya sea quedarse en casa para escuchar la radio, su opción de entretenimiento ahora o, programar un nuevo viaje, esa sabia mujer mirará su futuro con su saludable ojo. . . ese, que tiene en el corazón.
¿No es raro que, muchos de nosotros que gozamos de una visión perfecta, vivamos ciegos a las bendiciones? ¡Lo que uno puede aprender de la gente sabia!

"Frío"

El clima, a pesar de toda la tecnología que nos rodea, sigue teniendo un efecto primordial sobre nosotros, los seres humanos. Sólo basta una variación en el termómetro para que se escuchen por doquier comentarios y quejas sobre sus consecuencias.
Un par de días atrás fue el turno de la lluvia y, ahora, el frío la desplaza en los titulares. Las bajas temperaturas, algo tempranas, nos anuncian el fin de otro ciclo y la llegada del invierno. Han llegado como campanadas recordándonos que debemos prepararnos para “dejar de hacer”.
Sí, porque, aunque la humanidad ha intentado salirse del orden natural y divino de las cosas, la realidad es que, al igual que los animales y los vegetales, fuimos creados para atender a la organización de nuestro planeta.
El frío, nos produce un estado de letargo y un deseo de resguardarnos. Y, tal como lo hacen los animales, buscamos la cercanía de otros cuerpos que nos abracen para prodigarnos calor. Los alimentos que nos provocan, generalmente, contienen más azúcar y el lugar que más nos seduce para estar es, junto al hogar.
¿Qué hacen los demás, en la naturaleza? Se preparan con alimento y compañía, disponiendo todo para permanecer en reposo y descanso.
Si fuéramos algo más sabios, creo los imitaríamos. Arreglaríamos el nido para hacerlo confortable, organizaríamos una agenda para atraernos las cálidas compañías, elegiríamos los libros con los que alimentar nuestro espíritu y dejaríamos de correr de un lado a otro para regalar a nuestro cuerpo el tan necesitado descanso.
Aún es tiempo. . . aunque el invierno está cerca.

lunes, 28 de noviembre de 2011

"Otra de perros"

Cuando Ashley, una gran danesa, llegó al criadero, Coqueta, la perra criolla que se había adjudicado el rol de guardiana del lugar, aprovechó que la cachorra recién llegada era más pequeña que ella para hostigarla y someterla en cada ocasión que se le presentaba.
El tiempo pasó y Ashley fue a vivir fuera del criadero hasta que, hace pocos meses, volvió. El reencuentro, lleno de recuerdos para ambas perras, terminó en carniceros enfrentamientos entre las dos hembras. Y, en la última batalla, Coqueta, que no rebasa la estatura de un labrador y con una complexión mucho más ligera, terminó con lesiones que la mantuvieron en el hospital veterinario por varios días.
¿Habrá manera de resarcir esa relación para evitar nuevas peleas? Me temo que no y casi puedo asegurar que, Coqueta, jamás imaginó que Ashley crecería al doble de su tamaño y que en su enorme hocico cabría su cabeza sin problema.
Cuando pienso en estas dos perras y su historia, me es inevitable meditar en los enemigos que, por considerarlos inofensivos, incluimos innecesariamente en nuestras vidas y que se convierten en un estorbo constante el resto de nuestra existencia. Peor aún. Al iniciar nuestra relación con ellas, jamás imaginamos que puedan crecer más allá de nuestro control y rebasar nuestra voluntad de aniquilarlas.
De esa misma manera, he visto jóvenes que, jugando a ser más fuertes, se inician en cosas que terminan esclavizándolos en alguna adicción. O esposos que dejan nacer una pequeña mentira, que al crecer, destruye sus relaciones importantes. La lista de ejemplos de los contrincantes con los que nos enredamos, cuando los vemos pequeños, puede ser muy larga: malos hábitos, relaciones inconvenientes, rutinas destructivas, adicción al poder y al dinero, etc.
Así que, después de revisar la peligrosa historia entre Ashley y Coqueta, me parece oportuno recordar que. . . “No hay enemigo pequeño” y es mejor tratar las tentaciones a distancia y con respeto. ¡No vaya a ser que crezcan y se vuelvan invencibles!

"Perfecto"

Una de las noches más especiales en familia, para mí, es el día en que nos reunimos a decorar la casa preparándonos para la Navidad. Y, como en toda fiesta, las compras previas son parte de la celebración.
Este año en particular, tras varias visitas a un almacén, decidí que el árbol navideño llevaría una decoración con tonos suaves y arreglos decorativos especiales. ¿Mi idea? El buen gusto imitando a los aparadores de la mejor tienda departamental.
Con eso en la mira, comenzó nuestro tour por el pasillo de artículos navideños en compañía de la familia y bajo la dirección de mi nieto de cinco años. Como perrito en jardín, fue de una estantería a otra eligiendo las esferas y adornos que le parecieron más atractivos. A pesar de mis intentos por influenciar sus elecciones hacia la decoración que yo tenía en mente, él no dejó de agregar, lo que le pareció, traería más colorido a nuestro pino y sin intentar siquiera que combinaran o fueran compatibles.
Resignada e incapaz de restarle derecho de selección, deseché mi plan de tener un árbol de Navidad perfecto en color y estilo, y me dediqué a comentar y apoyar sus propuestas.
La noche de la mágica entrada de la Navidad en casa fue eso, ¡mágica! Verlo, con una actitud de concentración y entregado a la labor de ir poniendo las esferas, copos de nieve, estrellitas brillantes y rules con cascabeles, fue algo memorable. Mi nieto, sin ningún orden, colocó las esferas pequeñas en la base y, con desenfado, colgó las grandes como mejor le parecía a la visión de su estatura. El observarlo me llenó el corazón de emoción. Aun así, una cosquilla en el ánimo, como un estornudo que no sale, me llevaba al recuerdo del fallido intento del árbol perfecto.
Después de risas, uno que otro sobresalto al escuchar la caída de algún adorno y el momento cumbre de poner la destellante estrella azul en la punta, ¡el árbol quedó listo! Y, cuál sería mi sorpresa al descubrir que, con toda lo heterogéneo de sus componentes y tonos, aquel ejemplar se había convertido en uno de los más hermosos que habíamos instalado en nuestro hogar.
Entonces comprendí que, esa tendencia de buscar parecernos a los demás, tal vez buscando una aceptación y calificación aprobatoria de antemano, nos va restando la posibilidad de convertirnos en únicos. . . ¡extra-ordinarios! Una cualidad que parece que los niños tienen como máxima.
Tal vez por eso y no de balde, Dios nos pide que “seamos como niños”. ¡Qué belleza tendría el mundo y que divertido lo podríamos hacer si, como ese árbol multicolor, llenáramos nuestra vida con el heterogéneo estilo de lo diferente! 

domingo, 27 de noviembre de 2011

"Lluvioso"

El clima, en este otoño, nos ha dado sorpresa tras sorpresa. De un día brillante y caluroso, pasamos a uno lluvioso y sin previo aviso. Y estos cambios, hasta donde observo, son mal recibidos por la mayoría. Aunque, no toda la gente que conozco, le toma tan mal esto de la lluvia.
Hace mucho tiempo, cuando mi hijo era aún un niño, sólo se le podía encontrar en un lugar cuando llovía: ¡Debajo de ella! Sí. Apenas comenzaban a caer las primeras gotas, él corría al jardín o al exterior, dondequiera que lo sorprendiera, para retozar entre las gotas. Y si aquello se convertía en un chubasco, ¡qué felicidad era para él, saltar de charco en charco, y terminar tan mojado como un pez!
Aunque al paso de los años fue dejando aquella costumbre, no ha sido así en las lloviznas y, a veces tormentas, que han ocurrido en su vida.
Otra cosa peculiar era su capacidad para pasar días enteros en casa, y hasta veranos completos, disfrutando de su espacio y las actividades más simples y elementales con verdadero deleite.
Ahora, siendo un joven adulto, puedo ver esa misma sabiduría infantil en la manera de aceptar los cambios intempestivos del clima de su vida. Porque, igualmente disfruta de los días soleados y pacíficos en familia, que de esos temporales con lluvia que, de vez en vez, retrasan los planes, nublan la visión antes clara y traen frío a casa.
Y, aunque la vida y la rutina ahora lo arrastran por días saturados de “ires” y “venires”, al final de la jornada, aún saborea de la paz con que los muros del hogar lo arropan para entregarse al romance de la música y su bajo.
Ahora que lo pienso. .  . ¿Qué tal comenzar a disfrutar, también, los chapuzones y los días en casa? ¡Nunca es tarde!

"De perros"

No lo niego, las exposiciones y competencias de perros, siempre me han parecido divertidas y muy atractivas. Aunque, para mi sorpresa, me enteré de que en Estados Unidos ésta es una de las industrias que más dinero mueve en el país. Los accesorios y juguetes para las mascotas son uno de los mejores negocios.
El perro, sin duda, es uno de los sustitutos ideales para la gente que ha perdido los verdaderos afectos o compañía y es la extensión del ego de muchas personas.
Pero, mi intención no es hablar de economía ni de la psicología humana con sus reemplazos sino de los perros.
Cuando va por una pelota, sigue una instrucción o simplemente posa en una competencia de belleza, el animalito, es un ejemplo vivo de la gratitud, la generosidad y la obediencia, todas, virtudes nacidas de algo básico: sus deseos de agradar.
El perro, no tiene en mente una moña o un reconocimiento de papel. Lo que espera es sentir esa mano que le asegure que ha cumplido su meta y, cuando lo logra, su satisfacción es haber complacido a quien lo maneja, sin importar si hay reciprocidad.
¡Cuánto bien haría al mundo que, la gente, actuáramos con esa misma intención de complacer a otros! Y, más aún, ¿qué pasaría si los seres humanos tomáramos como meta obedecer y agradar a Dios, con la misma diligencia de un perro? Y no estoy pensando en cosas muy sofisticadas sino en una muy básica: “Amar al prójimo como a nosotros mismos”.
Pero, bueno, mejor hablemos. . . de perros.

viernes, 25 de noviembre de 2011

"¡Yo puedo. . .!"

Él tiene 5 años y ya tiene miedo a crecer. Los gritos, los golpes y su mami llorando, desde ahora, lo hacen temer. Su corazón se confunde. . . “¿Lo quiero? ¿Lo odio?. . . él le habla a mamá y la hace llorar” y, ya desde ahora, no sabe qué pensar. Camina hacia el parque, arrastra los pies y, al llegar ahí, no quiere jugar, sólo necesita entender.
Ella es pequeña, tanto, que apenas aprendió a caminar. Los ruidos afuera la hacen temblar y, aunque tiene ganas de salir, jala su mantita y chupándose el dedo, decide soñar.
La mami se calla, la mami se esconde. Las heridas de afuera, recubre con telas y las de adentro, las hace callar. No quiere que sepan, no quiere que vean, no quiere sumar humillación a su alma ni rencor en los niños y, a puerta cerrada, lucha por no morir.
Él grita, golpea, humilla y ofende. Y, sin la menor conciencia, al mundo repite:
“Yo puedo golpearla, yo puedo gritarle, yo puedo humillarla, porque soy hombre. Y puedo hacerlo hasta cansarme, porque no hay ley contra mí. Puedo pisotearla, porque he apagado su voz. Mi terror la somete, mi poder la domina y, nadie en el mundo, por ella luchará”.
Una noche de golpes y de borrachera, ella se levanta y, por una ventanilla, se escapa de su puño. Los brazos le duelen y el corazón reclama. Ella toma a sus hijos y huye de él.
“¿Dónde está el mundo que, junto a mí, luche contra él? ¿Habrá alguna ley que le ate las manos? ¿Esperaré justicia o nadie me oirá?”
Él la persigue, la acosa, la quiere matar. Ella corre lejos, un niño en cada mano, ¡no se dejará alcanzar!
Y entre más distancia, sumándose el tiempo, los niños reviven y ya quieren jugar. Su mami sonríe, su mami no llora. ¡Mejor que se vaya, aquel, que la hace llorar!
Ella peina su cabello que ya nadie arrancará. Se mira al espejo y recuerda quién es. Se gusta, se quiere y vuelve a creer que: Ella es valiosa y, que nada ni nadie, la debe pisotear.

Mujer, levántate y vuelve a nacer. Que nadie te convenza que, ése, tiene el derecho de volverte a golpear.
“DÍA DE LA NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER”

jueves, 24 de noviembre de 2011

"Decantando la razón"

“Ella no podrá cumplir su sueños arlequinesco”. . . La frase, en el muro de la red social, me dejó fría.
Después de una mañana de remordimientos, lamentaciones y perdones, el muro continuó trayendo una escalada de noticias que, como en dominó, fueron acomodando las dificultades de mi vida en diferentes escalas.
Las noticias fluían, una a una:
Una niña está muriendo de fase terminal y no podrá volar en globo aerostático. . . el sueño de su vida y que ya es corta; un joven recién casado, asignado como ingeniero de guerra en Afganistán, perdió ambas piernas y la mano derecha en la explosión de una bomba a su paso. . . ya no podrá correr con su bebé que nacerá en febrero ni juguetear con su esposa en la playa, a su regreso.
Esa pareja de la foto, con muchos años juntos, ahora intenta sobrevivir a la pérdida de la memoria reciente de él tras un accidente, mientras ella busca fuerzas para atenderlo en casa y, la recién nacida, hija de una pareja de expatriados, nacida a las 25 semanas, sigue luchando para aprender a respirar y ganar, gramo a gramo, una vida en este mundo.
Fue entonces que, las circunstancias en mi vida, bajo una perspectiva más clara y afinada por el torrente de noticias tan cercanas y reales a mi alrededor, empezaron a volverse livianas y perdieron sus aristas de conflicto.
¡Qué distinta es mi vida bajo esta nueva visión! Porque, ahora veo la bendición de que mi esposo, esta noche, entrará a casa caminando y, seguramente, con paso apurado para abrazarnos y celebrar los nuevos proyectos. Mi nieto, aunque no tenga los estándares de estatura ideal, es sano y feliz como pocos niños. Mi nieta, con todos sus revuelos y travesuras, está viva y soplará una vela de cumpleaños con sus amiguitos en un par de días. Mi hija, un día de estos o mañana, volará en un globo tomada de la mano del amor de su vida. Mi hijo, con pulso firme, seguirá escribiendo ensayos para avanzar en su preparación universitaria y se deleitará tocando el bajo por las noches porque, su mano derecha, está ahí, fuerte y completa. Y, mi esposo y yo, aunque a veces nos extraviamos en conflictos inútiles. . . seguimos juntos y con muchas esperanzas para disfrutarlas con toda la salud posible.
Sí, hace falta sólo un vistazo para decantar nuestros absurdos y quedar con la mente como agua clara y, de corazón. . . ¡Dar gracias por todo lo que tenemos y que no siempre apreciamos!
Hoy, con total convicción, quiero gritar: ¡GRACIAS, DIOS, POR TODAS LAS BENDICIONES! 
Ahora, ¡A CELEBRAR, CON UN CORAZON AUTENTICAMENTE AGRADECIDO, EL DIA DE ACCION DE GRACIAS!

"Guerra"

“Uno de cada dos matrimonios termina en divorcio. . .” La cifra me entristece y alarma. ¡Esto se está convirtiendo en una guerra encarnizada! Así que, como en toda guerra, las mujeres debemos levantarnos en armas para no permitir que nuestro hogar se sume a las mortales estadísticas.
Ayer descubrí que podemos utilizar un arsenal de armas que, a nuestras madres y nuestras abuelas, le funcionó. Algunas de estas armas pueden ser de manejo muy delicado pero, una vez que las dominas, ¡son muy poderosas!
Es importante no estropearlas antes de usarlas. Para ello necesita la mujer un tacto delicado y mucha discreción para que no ser descubierta. La “herramienta” que hoy propongo puede ser utilizada indistintamente para ocasiones especiales o para un día cualquiera que, garantizo, se convertirá en especial. Aunque hay opiniones encontradas sobre el modelo a utilizar, esta arma debe elegirse a conveniencia de la mujer según sus preferencias.
Las estadísticas revelan que, un modelo de arma, en especial, es altamente efectivo: la de tono oscuro.
Sí, esas que llegan hasta el inicio de la pierna y que pueden tener o no, una raya en la parte posterior en color negro. Pero, ojo, la textura debe ser sedosa al tacto y su mejor combinación es con una falda.
Cuando una mujer descubre el efecto que, un par de medias, tiene en su esposo, puedo garantizar, iniciará la construcción de un cerco contra el aburrimiento y la infidelidad.
¡Ah! También tiene otra bondad: sube el nivel de feminidad en quien la lleva y eso atrae mucho al compañero.
Así que, mujeres, ¡demos batalla al entorno que quiere destruir nuestro matrimonio y nuestro hogar! ¡Saquemos del cajón las medias y los tacones altos! Y, sin duda, ¡ganaremos la guerra!
A los cincuenta y uno, para sorpresa de las jóvenes, todavía somos mujeres atractivas y podemos revivir la magia de nuestra relación con buenas estrategias.
P.D.: Y, mujer, recuerda, esto es una estrategia de guerra y el factor sorpresa es crucial.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

"Cuando. . ."

Cuando la fe se torna integrista. . . la he convertido en legalismo rígido y ha dejado de ser la fe viva que habla de amor;
Cuando la manipulación se disfraza de amor. . . es porque ha dejado de ser amor y la he convertido en egoísmo que intenta proteger desde el miedo;
Cuando el arma es el miedo. . . no sólo destruye al otro a quien estoy heredando mis temores, sino anula mi razón;
Cuando la razón se vuelve absoluta. . . he intentado robar a Dios su derecho a ser Él el que dirija, imponiendo las limitadas ideas de mi mente;
Cuando la mente se estrecha. . . quien queda atrapado en el legalismo, la manipulación, el miedo, el autoritarismo y la limitación, soy yo.
Cuando mi prójimo me vive así, se decepciona, se desconcierta, se exaspera. . . muere su fe.
Y, cuando yo me doy cuenta y lo entiendo, me arrepiento, me avergüenzo y. . . pido perdón para, entonces, revivir mi propia fe perdida.

Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? — Marcos 4:40.

"Elecciones"

Los debates familiares en torno a las elecciones del 2012, parecen estar entrando como un viento que agita los recuerdos y remueve las conciencias.
La conversación con mi hijo, un joven de 21 años, se prolongó por más de hora y media. Sus argumentos, fundamentados y precisos, me obligaron a reconocer que, muchas veces, no atiendo a los pensamientos jóvenes por mi arraigo a la idea de que, sólo la edad, tiene sabiduría.
Pero no fue sólo esa la única revelación. Mi postura política hacia un partido estaba fija y apuntalada en dos creencias: primero, la gente que lo sigue tiene un mínimo de educación y una condición económica muy limitada, por lo que surge un temor de quedar en medio de su ignorancia y del rencor social acumulado, y; segundo, que su dirigente, en las elecciones pasadas, reaccionó de una manera que afectó a la sociedad y, de ahí, me surge el temor de que el poder adquirido de manera legítima, lo pierda.
Aunque mis dos razones tienen un sustento en el pasado, mi hijo me ayudó a observar, en mi resolución, dos cosas importantes.
Al cerrar mis oídos a los nuevos planteamientos, estoy perpetrando las desigualdades en las que viven aquellos a los que he aprendido a temer y, ¿acaso mi cerrazón no me vuelve igual de ignorante que ellos y tiene implícito un rencor, también?  Mi segunda conclusión fue que, al no darme la oportunidad de escuchar al mencionado candidato, quien públicamente ha reconocido su error y que está rectificando en su nueva propuesta, estoy sustentando mi decisión sobre sentimientos y apreciaciones emocionales, especialmente, el miedo. Eso, trágicamente, dejarían mi conocimiento, mi objetividad y mi capacidad de análisis sin parte e influencia en mis decisiones.
¿Quiere decir que ha cambiado mi inclinación política? No, esa sería una conclusión precipitada. Lo que sí cambió fue mi intención de hacer las cosas distintas: escuchar con apertura y sacar de la ecuación de mis razonamientos, los temores y la estigmatización del pasado como algo determinante e inamovible, para dar nuevas oportunidades.
Ahora, lo impactante de todo, no está en mi actuación en las áreas políticas. Sino en el hallazgo de que, en mi vida personal y familiar, ¡lo he hecho igual!
A mis cincuenta y uno, hablando de elecciones, elijo que ¡ME ES URGENTE CAMBIAR!

martes, 22 de noviembre de 2011

"Dos mundos"

Durante el último año, mi vida se ha divido en dos mundos que, alternándose, se convierten en mi realidad cotidiana.
Ambos, aunque míos, son totalmente opuestos.
Uno, enclavado en la urbe más grande y agitada del mundo, me acoge envolviéndome en un anonimato que me es muy conocido. Su entorno es cuadriculado y, mi rutina, se compone de número, transferencias y listas de pendientes. La casa donde habito se apega a lo llamado “minimalismo” y me ofrece todas las comodidades que la modernidad tiene. Entre ellas, aparatos de última generación que operan con mandos a distancia, con definición de un realismo que no imaginé y conexiones a internet que, según dice la publicidad, ¡vuela!
Mi “otra” realidad se instala entre muros centenarios bastante irregulares. Una arquitectura improvisada según las necesidades de sus moradores anteriores y, aunque cuenta con “casi” todo lo indispensable, los enseres y aparatos son, o de segunda mano o de una simpleza que puede hasta ofender a la tecnología actual. Su mobiliario, estilísticamente amorfo, atiende a la practicidad y la sencillez. Y, su conexión a internet, apenas rebasa la velocidad suficiente para operar los sofisticados programas que me permiten navegar en el mundo virtual.
El costo de operación de uno y otro mundo es, además, como los extremos de los puntos cardinales. E imitando esa diferencia, mi vida, en su rutina, es igualmente opuesta.
¿Qué puedo vivir en ambos mundos? Sí. ¿Qué cada uno me da algo distinto? También. ¿Qué, además, disfruto lo que cada uno es? ¡Definitivo!
Pero, la conclusión más profunda es que, no dependo de uno ni de otro para vivir y hacerlo en paz. Y entonces me pregunto, ¿será que realmente necesito tanto para estar bien?

lunes, 21 de noviembre de 2011

"Sueño"

La tristeza me da sueño y, mi alma, sólo piensa en dormir y soñar. ¡Es tan fácil cerrar los ojos y quedarse en las fantasías de cariños, dedos entretejidos, caminatas por la calle y risas de niños! Aunque, al despertar, me llenen el gusto del amargo sabor a vinagre y hiel de la ausencia.
Cuando me duele el alma, sólo quiero dormir. Meterme en la cama con él, como cucharas en el cajón y sentir su respiración en la nuca que, como cordón umbilical, me infunden vida atándome a la realidad.
Y, a la cama soy infiel, pues cuando estoy sana y llena de vida, la uso para convertirme en senos y piel, para vibrar y después saltar dejándola atrás olvidada porque. . . ¡ya me estorba!
Pero cuando estoy muriendo de añoranza, la engaño y me quedo en ella. Le hago creer que somos amigas y que hasta la necesito, cuando, a decir verdad, sólo me voy a morir la vida y a vivir los sueños.
Hoy tengo mucho sueño y sólo quiero dormir. No tengo su aliento en la espalda ni su ancla para aferrarme a las horas. Así que, para no perderme en el tiempo, las cuento. . .sesenta.

"Disolución"

La química, por extraño que parezca, es aplicable a la química de las relaciones.
Los amantes, por ejemplo, son como las mezclas que, cuando están agitadas, parece que han formado una sola sustancia pero no es así. Basta un poco de tiempo en aburrimiento para que se decanten o un tamiz más estrecho de dificultad para que uno quede separado del otro.
Y, cuando dos personas se unen para formar una disolución, más conocida como solución, comprometidas en un matrimonio en las aguas solventes de Dios, los mecanismos para separarlos son mucho más complejos y costosos.
Me llama la atención como la disolución implique que los componentes dejen atrás su apariencia física, sus características evidentes, para formar una solución que incluirá sus componentes esenciales pero que se convertirán en un tercero, único y nuevo, una vez que se han disuelto en el Solvente ideal.
Cuando los componentes se separan en una mezcla, a veces, son reutilizables. En la disolución hay una gran pérdida de los componentes en el proceso.
Nuestro matrimonio, que ha formado esa solución, puede ser como una gota que se parte y queda por momentos separada. ¡Qué dolor el no estar juntos! Pero, aunque así ocurre, seguimos siendo parte el uno del otro. O, si la exponemos mucho y comienza a deshidratarse, el sufrimiento es mucho pero no todo está perdido. Basta incluir la humedad de nuestra solución, Agua viva, para que retome sus propiedades ideales.
Y, si todo esto parece autobiográfico, es porque lo es. Pero es momento de volver al laboratorio de mi vida para avivar mi solución que, a los cincuenta y uno, dejé consumir por varios años en aras del bienestar ajeno. ¿Qué fue un error? No lo sé pero. . . esa es otra historia.

domingo, 20 de noviembre de 2011

"Robando"

Conozco los mandamientos y sé que uno de ellos dice: “No robarás”. Hasta hoy, creo yo, lo he cumplido. Pero las necesidades cambian y mi código, al menos por un momento, también. Y, es que si no lo hago, corro el riesgo de desaparecer.
Por eso, con conciencia y responsabilidad, robo la inspiración de Tchaikovski y la clavo en el muro donde la gente parece recordarme. No tengo mucho que decir de mí pues me he vaciado y, si guardo silencio, el único lugar donde estoy virtualmente presente, en la memoria de los otros, también me habrá olvidado.
Esa es ahora mi tragedia. Que yo, de tanto vivir sobre los ejes ajenos, me he olvidado de mí y ya no sé siquiera si antes he existido. Hasta comienzo a sospechar que en algún momento y sin darme cuenta, me morí.
Necesito, pues, que Tchaikovski me guarde mi lugar y que con sus notas entretenga a quienes me hayan conocido, al menos, mientras me busco y veo si me encuentro y, si descubro que realmente morí, escuchen la melodía. . .mientras me reinvento.

"Libre"

Todo lo que escribo, es “libre de humo”. Sí, ni siquiera en mis sueños admito los respiros nublosos de un cigarrillo. A veces es tan difícil escribir las cosas claras que, ¿para qué enturbiar más los pensamientos con el humo amorfo y que los confunda más?
Pero hoy es distinto. Necesito encender un cigarrillo para llenar con algo el vacío que hay adentro. Las ideas, los sentimientos, los recuerdos. Es como si, de tanto llorar ayer, el torrente de lágrimas lo hubiera arrastrado todo.
Por eso recurro a lo único que puede empezar el movimiento, las volutas de humo blanco, ¿o son grises? Ya ni sé. He olvidado hasta su color. Tal vez no debí alejarme de la gente que tiene por costumbre el fumar y ahora podría asegurarme del color que tienen esas cintas lentas de aire cargado de nicotina.
Ahora tendré que encender el cigarrillo adentro y esperar a que se formen las ingrávidas lenguas de humo para ver y recordar sus matices. Aunque, ahora que lo pienso. . . ¿De qué me servirá mirarlas? ¿Para qué usaré aquel humo?
¡Ah! Ya recuerdo. Para llenar el vacío que ahora siento.

viernes, 18 de noviembre de 2011

"Ojos"

Cuando adolescente, viví en un jaloneo permanente por mi imagen diferente. En un tiempo donde el cabello lacio y los flecos lánguidos eran moda, mi cabello abundante y rizado eran mi principal enemigo. Pero, aunque pasaba horas intentando todas las fórmulas para alaciarlo, en sentido contrario, buscaba algo que me hiciera diferente, algo que me distinguiera de la uniformidad de mi generación.
Décadas han pasado y, aquellos esfuerzos por ser distinta, se diluyeron sin darme cuenta.
Y en estos días, voy topándome con gente que también ha rebasado los cincuentas, sólo para encontrarme que, el anhelo olvidado de ese primer tiempo de juventud, se ha ido cumpliendo.
Todos, sin falta, nos hemos convertido en personajes con todo un guión y perfil únicos.
Tengo ahora una amiga de ojos penetrantes, voz pausada y dicción perfecta. ¡Amo escucharla cuando me explica y muestra lo que mi vista apurada pasa por alto! También está ella, la de los ojos inquietos y palabras como lanzas acertadas. A pesar de sus cincuenta y tantos, ese flequillo rubio la ha convertido en una permanente niña despierta. Y podría seguir con el elenco de mis actuales compañeros de vida, contando de sus cosas peculiares.
Pero hay uno, de muy reciente ingreso en mis escenarios, que me ha conmovido por sus ojos tristes. Aunque todo su disfraz y hasta su nombre quieren engañar al mundo de que está listo a divertir, los pozos serenos de sus ojos me recuerdan su tristeza. Como un trovador que rescata el mover del mundo, habla y muestra como las manos de un mago y así distrae la vista del fondo de su alma.
¿Cuántas historias de partidas, de frustraciones, de dolores y añoranza encierran esas aguas de sus ojos, estancadas de pasado?
A mis cincuenta y uno, disfruto de mi transformación para llegar a ser lo que debo ser porque, sólo así, puedo tomar la mano de los que viven en su propio crisol y comprenderlo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

"Puertas y gendarmes"

Pareciera que, en estos días, muchos rehúsan el cumplir con algunas de las funciones que como padres tenemos. Y, no los culpo porque, ¿a quién le gusta ser el impopular de la familia? Es que, convertirte en el tamiz y gendarme de la vida de tus hijos puede resultar ¡muy chocante!
Primero, cuando pequeños, hasta la selección de la ayuda doméstica o la nana, nos obliga a levantar los niveles de intuición y deducción antes de permitir que cuiden a nuestros tesoros. ¡Ya ni hablar de la selección del pediatra! Después, cuando asisten a la escuela, buscamos fomentar las visitas de los amiguitos que puedan reafirmar los buenos hábitos y que aporten buenas experiencias.
Las cosas se complican en la adolescencia donde, nuestros criterios de selección, casi por definición, son opuestos a los de nuestro aventurero en ciernes que defiende, con su propia “sabiduría”, el derecho a hacer entrar en su vida lo que bien le parece. Ahí, es casi imposible, evitar que se instalen algunos colados y no nos toca más que esperar, para algún día, cerrar la puerta a sus espaldas.
Y, ya de adultos, ¡qué complicación! No sólo sufrimos por los hijos sino se añaden los nietos.
Parece que en el mundo, todos se creen con el derecho de entrar a la vida de los demás sin asumir las consecuencias de lo que irán a dejar en la existencia ajena.
Pero, casi jugando, me gustaría atreverme a preguntarle a quienes, a veces, empujan con insistencia nuestra puerta para incluirse: Tú, sin saber que eres tú y lo que traes contigo, ¿permitirías tu entrada a la vida de los tuyos? Tal vez, entonces, nos entenderían a los padres que no pegamos la pestaña para cuidar nuestro hogar.
Como luego pasa, esto es sólo un juego pues, al final, no siempre seré yo, quien dé o niegue, el pase de entrada. Así que. . . ¡cada quien con sus puertas!

"Si yo fuera. . ."

Si yo fuera cantante y no escritora, hoy compondría una canción de las que incomodan. . .una de esas llamadas de protesta.
Y, entre compases y estrofas, me opondría al mundo y sus nuevas teorías sobre la paternidad y los derechos de los abuelos. Mi bandera, esta vez, se levantaría por los abuelos.
Con esa animosidad que viene de los derechos legítimos, le recordaría a los padres que, nosotros, no somos padres de sus hijos, ¡ellos lo son! Que, aunque nos exijan ser serenos y maduros, nuestra natural condición de abuelos, no admite semejantes imposiciones.
Los abuelos, por definición, somos personas que pierden la cordura cuando los nietos nos sonríen. Nos saltamos las horas de comidas si, a la mitad del día, se nos atraviesa una golosina irresistible. Y, por favor, tampoco nos pidan esperar para entregar un regalo ni que paremos un juego porque es la hora precisa de dormir. La hora del baño, en las visitas, es opcional y puede durar, según nuestras ganas, dos minutos o más de una hora si la batalla de los soldaditos en la tina se prolonga. ¡Ah y por cierto! El champú y el jabón, no son imprescindibles.
Ojalá pronto comprenda que nosotros, como abuelos, comeremos tantas bolsas de papas como sea necesario si, con ello, logramos acumular los juguetes que ofrecen por bolsita. Si, los tazos, pueden ser una prioridad por una semana si lo es para nuestros nietos.
También, acéptenlo, compraremos más pares de zapatos, aunque ya tenga un par de rosados en el clóset, si nuestra nieta se enamoró de un tercero. Y, cada vestido de princesas nos parecerá irresistible, si nuestra niña amaneció con el deseo de, ese día, ser Blanca Nieves.
Hoy, a mis cincuenta y uno, y mañana, y pasado mañana, y hasta que Dios me dé de baja en este planeta, lucharé por ser abuela y, advierto a los padres que no cejaré en la batalla para seguir siéndolo por los siglos de los siglos. . . amén.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

"Memorable"

Una de las pocas escapatorias que tuve para salir de la vorágine de emociones y actividad, mientras crecía entre 7 hermanos, fueron los paseos con mis perros en los extensos jardines del Politécnico Nacional. Los tres rubios perros de orejas lanudas, como mi rebaño personal, echaban a andar en todas direcciones pero sin olvidarse de mantener la distancia apropiada para correr tras de mí, si optaba por un nuevo camino.
Revivir la experiencia, ahora con una danesa de pelo salvaje como carne magra y a las orillas de una presa en el semi desierto queretano, me hizo recordar la calma que puede inspirar una caminata junto a un perro. La simpleza de la convivencia, sin diálogos ni expectativas, inyectó, como antaño, la sensación de libertad.
Vivir la sorpresa de los saltamontes entre las piedras que los esconden, el reto de no dejar un mechón de cabello entre las matas y sonreír al mirar a la hermosa bestia haciendo estelas por la orilla de la presa, devolvieron lozanía a mi corazón por unas horas.
¡Qué emocionante es deambular y mirar a través de los ojos de un perro! Maravilloso y, casi tan intenso, como jugar a los carritos. . . con un niño.

"¡Cállate!"

-¿Podemos hablar de él?- dijo la vocecita, antes de continuar.
Con un monosílabo rápido recibió la autorización y, para mi sorpresa, dejó de lado la conversación que incluía el hablar del “innombrable”.
El incidente, de apenas unos segundos, encendió la luz amarilla de mi conciencia.
¡Cuánto valor tuvo que recaudar aquella personita para, abiertamente, buscar un espacio y expresar parte de su vida! Y, al compararme con él. . . me sentí cobarde.
La evidencia me acusaba al revelarme que, muy distinto a su ejemplo, yo corro y me refugio en mis letras para callar lo que sé, debía hablar. Y podría comenzar a justificarme sobre el entorno de tanta censura en el que vivo o argumentar prudencia pero, ¿cómo voy a responderme a mí misma con mentiras?
Así que, tomando el camino más directo a la verdad, elijo la confesión. Sí, soy cobarde y he aprendido a cuidarme el corazón antes de tomar el riesgo de hablar verdades. Sí, encubierta en el perdón, dejo que el otro siga tropezando antes de alertarlo y arriesgarme a ser atacado por respuesta. Sí, huyo de aquellos que reaccionan con ingratitud y con violencia. Sí, giro con demasiada frecuencia el rostro para no ver lo que me lastima repitiendo que “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Y, sí, mis silencios cada vez son muy largos y frecuentes pues, siempre es más cómodo, verter los pensamientos y sentimientos en forma de letras. . . frases seguras que no pondrán a prueba las relaciones con la gente.
A mis cincuenta y uno, me callo sin intentar siquiera una frase con un poco de sensatez o sabiduría para no caer en la trampa de la justificación de lo que, yo sé, no estoy lista para cambiar.

martes, 15 de noviembre de 2011

"Tiliches"

Por años he mantenido la costumbre de depurar mi casa de los objetos que, si no han sido usados por los últimos seis meses, pierden su derecho de permanencia y son destinados a mejores manos que hagan buen uso de ellos.
A pesar de eso, los armarios y clósets acumulan nuevas adquisiciones y la labor parece interminable.
Para tal práctica, es mi discurso, no se debe desarrollar un apego hacia las cosas o la experiencia puede convertirse en un martirio semestral. Y confieso que, hasta hoy, el argumento me pareció muy convincente y sano.
Pero esta mañana, bajo el sol de otoño, acompañé a mi mami en un extraño repaso por los objetos que ha guardado por muchas décadas en una caja plástica con tapa azul. Aunque todas las cosas tienen algo que ver con su afición por el tejido de agujas, cada una de ellas tuvo una historia que recordar.
Un librito de hojas como piel tostada la inspiró para relatarme sobre las chambras que tejió para su primogénito, mi hermano, y otros modelos, con sus dibujos simples y códigos de puntada a un lado, le llenaron la memoria de nacimientos de hijos, nietos y hasta de bisnietos.
Tres prendas sin terminar, combinadas de rojo y azul, la hicieron carcajear por ser la evidencia de que, en las tres ocasiones, cometió el mismo error que la llevó a desistir de continuar la confección.
Estambres de varios tonos, unos tantos pares más de agujas de diferentes medidas, cuenta vueltas y hasta la nota de compra de las telas que utilizó para los primeros pañales de su segundo nieto, nos tuvieron entretenidas en los detalles más cotidianos y simples de su vida.
Los ojos de mi mami, llenitos de pasado, brillaban lustrosos mientras compartía conmigo sus relatos. Incluso, por instantes, parecía que los años que lleva cargando, se iban flotando al ritmo de sus memorias.
A mis cincuenta y uno, empiezo a cambiar de opinión sobre mi obsesiva forma de echar fuera las cosas que hoy me acompañan, pues me doy cuenta que, tal vez un día, necesitaré abrir alguna caja para rescatar los cachitos diminutos de mi pasado, a través de objetos simples y viejos, para endulzar mi presente.

"Extinción"

Dicen muchos que “cosechas lo que siembras” y, aunque es parte de la verdad, yo agregaría “y lo que cultivas con cuidado y compromiso”.
A la fecha, la lista de especies en extinción, animales y vegetales, sigue creciendo pero, por más que busco, aún no encuentro la de una flor que muchos se proponen cultivar y que muy pocos logran cosechar.
Tal vez, se me ocurre, el problema sea el lugar donde siembran la semilla pues, es ya una costumbre, hacerlo en el pequeño espacio llamado “promesa”. Antes, cuando ese tipo de lugar era fértil y sus cualidades duraderas, efectivamente era un buen lugar. Sólo que, en la actualidad, muchos han dejado de abonar esa tierra con palabras firmes, pactos y constancia, así que, la semilla de la flor que entierran, muy pronto, muere sin siquiera germinar.
Después de que han dejado la diminuta partícula de flor en la tierra de promesa, los nuevos jardineros, se han creído la idea de que no hay necesidad de regarla. Así que, si por azar, a aquella semillita le llegan las aguas casuales de la temporada de felicidad o la ilusión, muy probablemente germinará pero, tampoco, llega jamás a florear al ser comida por los abrojos de las pequeñas mentiras. Porque, las plagas de los engaños, incluidos los autoengaños, ¡tienen un poder mortal sobre estas plantas!
Y, como todas las historias de especies en extinción, ésta también tiene un final triste. Nuestros descendientes, con algo de suerte, sabrán de su existencia por alguna historia que lean, una foto o un libro que las muestre. Pero jamás llegarán a deleitar su aroma ni disfrutar su tacto.
La flor de la confianza, que era considerada la joya de las parejas y el más preciado tesoro de las familias y relaciones, está en vías de extinción. Y aunque por ahí se venden semillas bajo ese nombre, la realidad es que, sus híbridos adulterados de valores sin trascendencia, jamás florecen como la planta original.
A mis cincuenta y uno, escribo un R.I.P. por aquella especie tan hermosa que, el mundo, algún día, lamentará haber exterminado.

lunes, 14 de noviembre de 2011

"Huelga"

Nada de la realidad me acomoda esta noche y, sin siquiera evitarlo, ¡mi cordura se va de huelga!
Los “presentes” perdieron su rumbo y, a decir verdad, no me gustan nada. Los calculados futuros han resultado un fiasco y, como todo fraude, no merecen más la pena ni el empacho. Así pues, anuncio que esta noche, es la noche de los sueños y, a quien no le gusten, pues ¡a soñar a otra lado!
Dejo la pasarela a mi más grande fantasía. Y, pavoneándose sobre la alfombra, se esponja ante mis ojos. ¡Cuántos matices de amor despliega! Sí. . . es un buen sueño. Amor sicodélico y amorfo entre la gente, entre los míos. ¡Un aplauso al sueño de amor!
Le sigue, algo más pausada, la salud que despliega su cálida lengüeta de bienestar para alcanzar a todos a su paso. Los niños, mis amigos, los viejos. . . mis viejos, sonríen al sentir el placer de un cuerpo sano cuando aquella caricia los envuelve. ¡Más ovaciones para el sueño de la sanidad eterna!
Como un suave viento hace su entrada la anhelada paz. La gente se aquieta y yo, también, la admiro. Un descanso se funde con mi espalda y, por las miradas de los otros, sé que lo han sentido. No más aplausos, no más ovaciones. . . ¡Un suspiro para la paz que nos hace respirar más lentamente!
Miro, junto con los otros en mi sueño, el pasillo desierto. ¿Quién nos vendrá en el sueño? ¿Por qué retrasa su presencia?
Los segundos se alargan y los silencios me inquietan.
El visitante, lo sé, ha llegado. Los primeros que lo han descubierto lo miran sin disimulo. Sus ojos se clavan en la Presencia que ciega su conciencia.
Manos, casi sin moverse, se van encadenando, una a una. Las mentes se aclaran, los egos se esconden, las almas se muestran y, ÉL, invadiendo todo mi sueño, lo trastorna.
El pequeño impostor, el primer visitante de mi sueño, se postra ante el verdadero invitado de honor.
ÉL, sin palabras, sin destellos, inunda como el agua los espacios y los corazones que, si antes en paz, ahora reposan en la verdadera calma de los mares de la eternidad.
Dios llegó a mi sueño y, si ahora pudiera, apretaría los ojos y caminaría hasta la almohada sin abrirlos. No fuera a ser que la realidad, con su crudeza, quebrantara el sueño de mi encuentro con Él y, sin remedio, me hiciera volver a ella.
Porque, la realidad ya me ha cansado y, habiendo echado fuera la cordura, por una noche, me aferro a mi noche de los sueños.
¡Cuánto anhelo nuestro encuentro, Señor Dios! ¿Qué tal si hoy, como en pequeña travesura, vuelves este sueño en realidad y nos tomamos de las manos para siempre?
¡Cuánto pesarían los cincuenta y uno, si no fuera por estas noches. . . noches de ensueños!