miércoles, 9 de noviembre de 2011

"Cactus"

Cuando el maestro de hidroponia nos recordó que, las espinas del cactus, son en realidad hojas y que, aunque diminutas, también tiene flores, pensé en cuánta gente “cactus” ha pasado por mi vida.
Esas personas que, por más que queremos abrazarlas y aceptarlas, simplemente devuelven el gesto con un pinchazo ¡justo en el corazón! De vez en cuando muestran una flor pequeñita, un destello de bondad, pero es tan efímera que la olvidamos casi de inmediato.
Pero, algo más me causa hasta risa. ¿Cuántas veces he invertido tiempo y esfuerzo para engañarme en la esperanza de que, ese cactus, se convertirá en una higuera de hojas amplias y suaves y que, algún día, dará frutos carnosos y dulces?
Muchas, muchas veces lo he intentado y, al final, en un momento de sabiduría, lo miro, recapitulo la experiencia y concluyo: es un espinoso vegetal que, ni con mi mejor intención, dejará de ser algo más que eso, ¡un cactus!
Ojalá fuera algo más realista y recorriera el camino que me lleva a la conclusión más rápido. Me evitaría tantos pinchazos y dolores innecesarios. Aceptaría que, esa especie de gente, no por casualidad vive en el desierto porque es ahí donde pertenecen.
A mis cincuenta y uno, debo convencerme, el mundo está repleto de la diversidad de gente y, como parte de él, existe la gente que disfruta de hacer el mal, por el mal mismo.

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