miércoles, 27 de noviembre de 2013

"Y al tercer día"

Ayer comí con mis padres. Mi papi, de 81 años, y mi mami, escucharon atentos y pacientes mi relato de los últimos acontecimientos y preocupaciones en mi vida; mis nietos e hija me rodearon, entre solicitudes y bromas; mis hermanas, con guiños de complicidad, me acompañaron en la sorpresa para mi nieta; disfrutamos de comida casera y nuestra mutua compañía. ¡La tarde en familia, perfecta!
Esta mañana, muy temprano, el frío me despertó y mi primer pensamiento fue el día que me esperaba, impaciente, tras dejar las cálidas sábanas de mi cama. Mi corazón se estremeció y un miedo inmenso sacudió mi cuerpo. Hoy debía vestirme, nuevamente, con las ropas del mendigo.
Algo he descubierto en tres días: ¡Que vida más dura es la que viven los mendigos!
En 72 horas, he podido sentir el dolor de esos que van por la vida, andando sobre pies cansados en busca de ayuda. He percibido, igual que ellos, la mirada indiferente de aquellos inmunes al sentimiento de compasión. He visto el disgusto de otros que encuentran incómoda mi solicitud de apoyo y como han subido la ventana para no escuchar mis súplicas y argumentos. Me encontrado con ojos que dudan, oídos que se cierran, corazones que ignoran y simpatías casi indiferentes.

Vistiendo las desgarradas ropas de la necesidad, he comprendido la realidad de los pobres. Y, aunque doy gracias a Dios porque la realidad de mi vida es otra, más le agradezco hoy no ser parte de ese grupo de infortunados mendigos.
Reviso mentalmente mi guardarropa y me doy cuenta que no importa en absoluto lo que vista. Mi alma ya se ha puesto los andrajos de la necesidad y estoy lista para continuar mi peregrinar en busca de ayuda para lo que ya algunos llamaron “Causa perdida”.
Respiro hondo y oro. Pido a Dios que retenga en mi memoria lo bello de la humanidad que también he encontrado en esta empresa: El mensaje de una prima que, como la pobre viuda, entregó sus últimos dos centavos; las inmediatas respuestas de ese grupo de mujeres, ofreciendo ser parte del milagro; el esfuerzo de esa amiga que, tras una década de ausencia, se empeñó en abrir mi mensaje para regalarme un “SI”; el regalo para una rifa, la más extraña a ojos de muchos, pero símbolo de la buena voluntad; el dinero de la semana de un estudiante adolescente; los líos de una misionera para encontrar la forma de hacer una transferencia internacional y así contribuir; las aportaciones de aquellos que sólo me conocen por las redes sociales y. . . ¡Dios, dame aliento para continuar tu empresa! ¡No permitas que olvide el milagro que has sembrado en esos y tantos otros corazones!
Hoy iré al encuentro de quien tiene puede alojar entre sus muros el milagro para Manny. Hablaré con la voz del mendigo pidiendo ayuda y, pido a Dios, sean sus oídos compasivos. Y tú, que estás leyendo este mensaje, ora por mí, para que aprenda de la humildad y el valor de los mendigos.


P.D.  Ahora sé por qué Jesús caminó, en esta tierra, entre los pobres.

lunes, 25 de noviembre de 2013

"Desnudez: Encontrando al muerto" (Primera parte)

Cuando parece que he comprendido de qué se trata vivir, descubro que aún tengo que cambiar la piel de mi alma. ¿Qué descubriré bajo esa capa? No lo sé. Creo que, como las finas capas de una cebolla, la verdad de mi ser aún está por develarse. Y esas láminas, a pesar de ser casi transparentes, tienen el peso de un muerto sobre mi espalda.
Bastó que alguien orientara mi vista en la dirección correcta, para que mi conciencia descubriera al muerto, con su fatigoso peso y su pestilente anacronismo.
Al observarlo con detenimiento, descubrí su artimaña para permanecer en mi vida sin ser visto y entorpecer mi caminar hacia el futuro. Sin darme cuenta lo llamé “esperanza” pero, al desenmascararlo, vi que era una fantasía y no de aquellas que alegran el sentido de vivir, sino una perniciosa con su incapacidad de volverse realidad.

Tras descubrirlo y renombrarlo, me dediqué a diseccionarlo. La tal fantasía no tenía meta ni plazo, era simplemente irrealizable, un muerto viviente, y rayando en el absurdo. Como todo  cuerpo sin vida, tenía las entrañas infladas de expectativas descompuestas. Las cuencas de los ojos, carentes de futuro, me hicieron reconocer su ceguera; y comprendí que me había dejado guiar por esa mirada seca de verdad.
Pero he descubierto el cuerpo y, antes de echarlo al cementerio del olvido, preparo la lápida que me recordará que en algún tiempo creí en su existencia, y escribo su epitafio:

“Aquí yace el cuerpo de la fantasía de mi vida y mi familia perfectas” 
(1960-2013).

viernes, 22 de noviembre de 2013

"TOMARE EL RIESGO"

TOMARÉ EL RIESGO

Hoy tomaré el riesgo de ser ignorada y de pedir algo de lo que es difícil para el hombre desprenderse: Pediré dinero.

Y pediré a quien me conoce muy de cerca, pero también a quien no; pediré a quien sé que tiene mucho, pero también al que sé que recibe una quincena y al que apenas tiene; pediré a quienes comparten mis creencias, pero también a quien no cree ni en Dios; pediré a quienes sé que tienen un corazón para dar, pero también a quienes se llegarán a preguntarse por qué ayudar a un desconocido; pediré a los que me ven con frecuencia, pero también a aquellos con los que no he hablado en mucho tiempo.

Estoy decidida a tomar el riesgo, el mismo que vive cotidianamente el mendigo, porque sé que debo hacerlo, porque creo que si alguien escucha mi grito de auxilio, un hombre de 38 años y padre de dos hijos pequeños, podrá vivir por más tiempo para verlos crecer, proveer para ellos, educarlos y guiarlos por la vida, por más tiempo.

Tomaré el riesgo de pedir, no sólo a quien le sobra ese dinero; voy a pedir el sacrificio de renunciar a algo, de estropear el presupuesto, de dar lo que tomó mucho tiempo ganar y recibir, de cambiar de opinión y destinar ese dinero a la causa de un extraño. Y lo haré porque creo que, cualquier uso del dinero, no se compara a la oportunidad de permitir a otro ser humano a permanecer con vida.

La meta es grande y con muchos ceros. Para lograr que mi amigo Manuel tenga un nuevo riñón, necesitamos recaudar 300,000 pesos. Y quiero pensar que, en mi mundo, existen más de 300 personas dispuestas a compartir, renunciar y sacrificar para ayudarnos en esta causa.
Manny, Kadyn y Asher

El tiempo se agota pues la salud de Manuel merma día con día y la respuesta es urgente. ¡Necesito creer y que alguien crea conmigo!

Si has leído mi mensaje y eres parte de ese grupo de seres humanos dispuestos a dar, y a los que  busco con una gran esperanza, por favor, responde a mi mensaje de inmediato. Tu ayuda hará la diferencia y, si es pronta, la oportunidad para mi amigo será mayor.

¿Qué por qué hago esto? Simple. Porque Dios me ha pedido que lo haga, diciéndome: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y, si yo fuera Manuel, aún querría vivir para ver crecer a mis hijos.

Necesitamos de tus oraciones y también de tu ayuda con dinero. Si nos unimos en esta causa, Dios hará el resto.

Hoy, te escribo a ti, por nombre y apellido, porque necesito de tu ayuda para que ocurra el milagro, tan inmenso, como mover montañas.


Nuria (nuriagarnaiz@gmail.com)

miércoles, 20 de noviembre de 2013

"La vida sobre ruedas"

"La vida sobre ruedas".
Cientos de veces he escuchado esa expresión cuando la gente se refiere a una vida que anda sobre plano, sin problemas y viento en popa. Sin embargo, hoy, 20 de noviembre, la frase trae algo muy distinto a mi mente. Viene a mi memoria la historia de una mujer a quien, desde la infancia, la vida le exigió mucho.
Nacida en una familia que hoy llamaríamos “disfuncional” y en medio de los desmanes de la revolución mexicana, busca una salida a la circunstancia en casa y la protección  para sobrevivir al sinfín de malandrines que la acechaban. Así es como se casa, siendo aún una niña, con un hombre más de veinte años mayor que ella. Como es natural, poco tiempo después inicia su larga historia de maternidad.
Pero incluso esa experiencia, para muchas mujeres el inicio de una etapa maravillosa, añadió el dolor más grande de una madre: la muerte de su primer hijo. . . Joaquín.
Uno tras otro fueron llegando los hijos y, antes de que llegara el último, el número trece, algo comenzó a ir mal. Aquella joven mujer, enérgica y fortalecida a base de sinsabores, dejó de caminar. Al principio, lograba hacerlo tomada de barandales y ayudada por sus hijos. Pero la enfermedad, que hasta hoy no tiene nombre, ganó la partida y la dejó anclada a una silla de ruedas, años antes de llegar a los cuarenta.
Aún tras ese embate, en el que perdió su capacidad de caminar, ella siguió andando el camino de la vida. Con una cuchara de palo y desde esa silla, dirigió una casa con más de una docena de hijos y otro tanto de sobrinos que visitaban su hogar con frecuencia. También logró ganarse una voz frente al autoritario esposo y, a su muerte, desplegó las alas de su alma, siempre dispuesta a la aventura.
Los viajes por carretera podían tener cualquier destino: un pueblo en el Bajío o uno junto a la costa. Para ella, la excusa era lo de menos. Deleitarse con el verde del paisaje y sentir la libertad, eran suficientes para hacerla feliz.
Esta diminuta mujer hizo honor al día que se convirtió en la conmemoración de la Revolución Mexicana, pues con su espíritu indomable y su amor a la vida, puso alas a esa silla de ruedas, engendró su propia revolución, y la sembró en todos los que de ella venimos.

¡Feliz cumpleaños, abuelita Julia! 

domingo, 17 de noviembre de 2013

"Ella y Él"

Él cree en el sacrificio por amor: ella en el amor a sí misma.
Él cree en el amor por decisión y hechos; ella en el amor de la emoción y sensaciones.
Él cree en la solidaridad y compañía; ella en el bienestar material y nivel social.
Él cree en el matrimonio para toda la vida; ella en el matrimonio al servicio de su vida.
Él cree que los hijos y la familia son primero; ella en la autorrealización y en la profesión.
Él actúa por prioridades; ella por la conveniencia y seguridad del futuro.
Él habla de alianza y pactos; ella de arreglos y contratos.
Él cree en el amor de Dios y en el perdón; ella en velas, influencia de los astros, ángeles y autodeterminación.


Cuando miro a los jóvenes adultos buscando compañera, seleccionando con los ojos la belleza y no con el escrúpulo de la razón, pienso en el destino de esa pareja cuya familia hoy va camino a la destrucción.
¿Cómo decir a esos muchachos que el entusiasmo de los primeros días se hará vapor y la hermosura será como sal entre las olas? ¿Cómo explicar que, cuando el tiempo pase y las tormentas lleguen, sólo un ancla podrá llevar a buen puerto a su familia?

Pero la juventud suele venir infectada de soberbia y los oídos no se prestan a escuchar consejo. Así que será a mitad del camino cuando, con sinsabores y dolores, se den cuenta de que, más importante que la lindura de los ojos y el color resplandeciente de la piel, será la comunión de sus creencias las que les darán un matrimonio fuerte. . . hasta que la muerte los separe.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

"¿Qué crees?"

Hace un tiempo escuché que “la gente no hace lo que sabe, sino lo que cree”*. Y desde entonces, casi con manía, observo y. . . comienzo conmigo.
Yo, por ejemplo, que una vida saludable incluye el ejercicio diario. Lo y puedo recitarlo de memoria. Sin embargo, en el día a día, vivo creyendo que aún tengo salud suficiente para llevar mi vida sin problemas y, muy en el fondo, creo que la vejez aún está lejos en mi horizonte. Algo que, bien pensado, ¡es falso!
También me he encontrado con quienes saben que los matrimonios duraderos requieren cuidados y constante inversión de afecto, respeto y amor. Aun así, viven creyendo que aquellas palabras pronunciadas el día de la boda serán suficientes y que, el otro, a pesar de vivir en la inanición afectiva, jamás se irán. Al paso del tiempo, después de que han descuidado su matrimonio, la sorpresa llega y se encuentran con el abandono y la soledad.

He visto el mismo efecto en algunos jóvenes que, sin dudar, aseguran que la competencia profesional es cada vez más difícil y que saben que sólo una preparación a conciencia les dará la oportunidad de ocupar un lugar en el campo laboral. Aun así, en su tiempo de universitarios, creen que todavía no es tiempo de hacer el máximo esfuerzo y desperdician esa época en pura diversión.
Más triste es escuchar que, la mayoría de la gente, sabe que tener a Dios en su vida es importante, que Él es el único Dios y soberano, y que la fe es lo único que les mantendrá a flote en las verdaderas crisis de la vida. Pero, a pesar de saberlo, deciden creer en su autosuficiencia o en propuestas que van desde una pata de conejo hasta un horóscopo, pasando por medallas, cadenas de la suerte, juegos de azar y hasta el poder de un manojo de ramas deslizadas por el cuerpo. Todo, para manipular el porvenir a su favor. (Y aclaro que, hace no mucho tiempo, yo también creí de esa manera).
Nuestros ejemplos como humanidad son interminables y sólo puedo concluir que, la incongruencia, según parece, se ha vuelto un signo evidente de nuestra época.

Tú que sabes. . . ¿qué crees?

* Escuchado en una conferencia de Beth Moore.

martes, 12 de noviembre de 2013

"Dos locos de amor"

-No te hagas loco, ¡te estoy viendo!
Él continuó evadiendo su mirada y no respondió a la reprimenda.
-Ya le dije que no quiero ser viuda –explicó mi madre, estirando la mano para retirar la galleta prohibida– y él sabe que no debe comer postre.
Supongo que cuando el uno ha pasado los ochenta años y la otra está a un paso de cruzarlos, es tiempo de reconocer que mis padres ya viven instalados en la vejez. . . si, ya son ancianos. Y, con muchos pasos adelante, me siguen mostrando lo que es el porvenir. Algo que hace no mucho tiempo atrás, cuando estaba infectada de juventud, no podía entender.
La lección de estos días no tiene que ver con la forma de reprender al otro, sino de cómo un amor añejo aún teme que su  otra mitad le falte. Y aunque todavía no he llegado hasta esa parte del camino, aún recuerdo aquellos días en que, infundida de una idea de libertad y fortaleza, me atrevía a declarar a mi marido: “Si pudiera elegir, elegiría yo ser la viuda y evitarte el dolor de llorar mi muerte”. ¡Cuánta osadía puede tener la juventud y cuanta cobardía puede traer el creciente amor al otro!
Hoy, mientras miro esas pequeñas contiendas amorosas entre mi par de viejos, casi puedo escuchar esas silenciosas y sabias conclusiones que los han mantenido juntos por 58 años y que, al final de sus vidas, les entregan el premio de una anhelada compañía: “Me alegro de haber perdonado; que bueno que no corrí atrás de mi orgullo en ese pleito; gracias a Dios que me ganó la cordura y seguí luchando por lo nuestro; y, afortunadamente cumplí mi promesa de que sería hasta la muerte”.
Ellos fueron jóvenes y vivieron sus tormentas, pero fieles a las promesas que se hicieron frente a un altar, han llegado a esto días donde aún se prodigan cuidados, donde el cómo ha dejado de importar y se dedican a disfrutar el valioso tiempo que les queda para seguir juntos, aceptándose tal como son y. . . amándose como nunca.


Y mientras escribo, canta la guitarra un himno para acompañar mis reflexiones, cantando "Dicen que somos dos locos de amor": “http://www.youtube.com/watch?v=vBgDq5N6lCs .

lunes, 11 de noviembre de 2013

"Bailando zamba"

¿Qué por qué tardo tanto en comenzar a trabajar? Simple, ¡estoy bailando zamba!
¿Qué por qué bailo zamba en lunes por la mañana? Porque es inevitable hacerlo cuando el corazón exige que alguien lo acompañe en su festejo. ¡Es demasiada felicidad para que la consuma él solo!
Y es que las abuelas, en especial, viven la felicidad de los suyos con exponencial deleite.
Cuando tu hija empieza a florecer, convirtiéndose en un tronco de piel suave y firme, de donde cuelgan los bellos frutos de su vida, tus nietos, es irremediable permitir a tus pies danzar de puro regocijo.

Nosotros, los padres, desde el fondo, como raíces tímidas y fieles, observamos como ella sigue creciendo hacia las estrellas y sus retoños se afianzan de sus ramas, siguiéndola en el ímpetu de crecer hasta el cielo. 
¿Qué no son más que las buenas notas de mi nieto? ¡No, señor! ¡Es mucho más que eso! Hoy brotó una flor, llamada éxito, alimentada a fuerza de constancia y amor. Sus pétalos lucen horas de atención y cuidado, su aroma encierra el descanso postergado de una madre y rebosa en el color de la comunión entre madre e hijo.
¿Acaso no es eso motivo para llorar de felicidad?

Así que, no importa que la agenda me reclame y la conciencia quiera estorbar mi gozo. Aunque es lunes y la oficina espera, Gramma, esta mañana ¡baila zamba!

martes, 5 de noviembre de 2013

"Tiempo, a tiempo y a destiempo" (Primera parte)

Como repicar de campanadas, hoy desperté con una palabra colgada en la conciencia: “Tiempo, tiempo, tiempo”. Siendo imposible ignorarla, dejé que los aromas del café se mezclaran con mi reflexión y me dispuse a seguir su rastro.
¿Qué hace tan importante al tiempo? Paradójicamente, la mayoría de nosotros lo dilapidamos en actividades inútiles, relaciones sin futuro o pensamientos destructivos cuando, en realidad, es un recurso limitado para todos, al menos aquí en la tierra.
Por ejemplo, cuando anunciamos que daremos una cena de cuatro tiempos, dejamos claro que hemos invertido mucho tiempo para agasajar a ese alguien importante para nosotros. Y si rescato la palabra “mucho” y la sumo a mi reflexión del tiempo, ¿encontraré el origen de mis pensamientos? Sigo cavilando. 

A veces, ocurren cosas a “destiempo”. Cumplir años en lunes, siendo una niña de cinco años, no es lo mejor que te puede pasar. Nada alienta a la celebración. Los deberes cotidianos secuestran a los posibles convidados y no hay lugar para una gran fiesta.
Pero ayer aprendí que el tiempo puede hacer toda la diferencia. . .
Cuando mi pequeña nieta recibió el tiempo de su mami y disfrutó de su creatividad en forma de pastel, ella vio crecer su bagaje de recuerdos de la infancia y, estoy segura, esa memoria iluminará su rostro adulto cuando vuelva su mente hacia el pasado.
Juntas, compartiendo un tiempo en exclusiva, hicieron el plan para preparar su pastel de cumpleaños y pusieron manos a la obra. Estoy segura que la pequeña no recordará que en una maniobra el pan sufrió un poco de daño pues será el tiempo madre-hija lo que eclipsará cualquier inconveniente del recuerdo. ¡Creo que encontré la clave! 

Mi nieta recibió muchos regalos, pero ninguno competirá en sus recuerdos con el más valioso y mejor de todos los regalos: ¡El tiempo de mamá!

lunes, 4 de noviembre de 2013

"Secretos"

Cuando sus padres nos hicieron el anuncio de su próxima llegada, debo confesar que un tumulto de emociones me invadió.  Ya era abuela pero algo me decía que no sería igual que la primera vez.
Un temor se apoderó de mí. ¿Podría yo amar a ese pequeño ser con tanta intensidad como a su hermano? ¿Olvidarían seguir amando a mi nieto cuando llegara ella? ¿Tendría yo lugar entre mis brazos para cobijarlos a los dos?
El día llegó y su prisa por comenzar a vivir la hizo respirar antes de tiempo, por lo que líquido entró a sus pulmones. ¡Vaya susto! Entonces no entendí que esa sería su historia: ¡Ganas de vivir y crecer de prisa!
Cuando vi su pequeño rostro colorado y el abundante cabello oscuro que coronaba su cabecita redonda, mi corazón pareció crecer y entonces comprendí que ya la amaba con locura. Empecé a soñar en vestidos y peinados, cuentos de hadas y música de Flans. Un mundo rosa se abrió en ese instante y ardía en deseos de iniciar el camino tomando aquella manita pequeña pero firme.
Muy pronto reconocí su temperamento y determinación. Parecía tener una opinión para todo, incluso cuando aún no articulaba palabra alguna. ¡Había llegado una bella guerrera a la familia!
Poco tiempo después, me enteré que sus papás la llevarían a vivir a otra ciudad. Ya no la vería todos los días y me perdería de sus gracias cotidianas. Mi corazón desfalleció. Mis dos nietos se habían convertido en el centro de mi alegría y no lograba imaginar pasar un día sin verlos. Con tanta distancia de por medio, ella no estaría segura del amor de Gramma y, tal vez, hasta me olvidaría.
Pero un día, al llegar a visitarla, ella me aseguró que había reservado un lugar para mí en su corazón. Paradita en una barda, al ver que me acercaba en el auto, brincaba y agitaba las manitas de emoción. Era cierto, ¡ella sabía que la amaba con toda mi alma!
Luego vinieron los tiempos de cambio y, como muchos hijos de familias disueltas, ella tuvo que aprender a sobrevivir las crisis, las situaciones inesperadas y las separaciones. Comencé a comprender la razón de su carácter. Dios la había preparado para enfrentarlos.
A pesar de todo, mi pequeña conservó su encanto. En medio de las tempestades, fue convirtiéndose, de una pequeña imperativa, en una niñita empeñada en ganarse el corazón de los suyos.
Su sonrisa, brillante y coqueta, se ha convertido en la llave para entrar en la vida de quienes la rodeamos. La feminidad que transpira y la chispa de su mente la han transformado en un imán con coleta y zapatillas rosas. Mi nieta es, tal como lo intuí cuando nació, una princesa. No una remilgosa y hueca, sino una valiente, sabia y toda una guerrera.
Hoy cumple cinco años y sigue sorprendiéndome con las cualidades de su corazón. Ante la ausencia, me ha puesto un ejemplo de amor y perdón. En medio de los antagonismos, me ha enseñado el camino de la reconciliación. Con una sonrisa me muestra el valor de su corazón, pues es capaz de pensar en un futuro de unión familiar con una simple frase: ¡Todos seremos amigos, Gramma!
Cuando recuerdo aquellos días en que traté de imaginar todo lo que planeaba enseñarle, veo de lleno mi ingenuidad pues, después de cinco años de tenerla junto a mí, me doy cuenta que ella ha venido a enseñarme mucho más de lo que yo soy capaz de enseñarle a ella.
Me ha enseñado a no rendirme y a creer que el amor todo lo puede; me ha mostrado el poder de una sonrisa y el valor de familia; y, para mi sorpresa, me ha enseñado a orar sin cesar por aquellos que yo creí perdidos, siempre comenzando por pedir lo más importante: “Dios, te pido que nos quieras mucho y que nos cuides. . .”
Mia Isabella, Dios tiene un futuro hermoso para ti y nunca, nunca dudes del amor de tu Gramma que es apenas un poquito menos que el que Dios tiene por ti.

¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS Y MIL BENDICIONES, MI PRINCESA!!!