domingo, 30 de septiembre de 2012

"Decisiones difíciles"


Leí, hace ya algún tiempo, un par de artículos sobre la vida de las águilas.
La primera, y que me ha hecho reflexionar mucho en estos días, es sobre la crianza de las águilas y la forma en que la madre prepara a sus crías para convertirse en esas aves de vuelos intrépidos que tanto me asombran.
El tiempo en que permanecen en el nido es, en resumen, muy semejante al de cualquier otra ave. La madre, por un tiempo, es la encargada de cubrirlos bajo sus alas de las inclemencias del tiempo y es también la responsable de alimentar a los polluelos después de la cacería para proveerlos de alimento. Del pico de la madre, reciben su provisión diaria y de su plumaje, la protección.
Siendo las alturas el lugar que las madres eligen para empollar los huevos y cuidar de los aguiluchos, son pocos los depredadores que logran llegar hasta sus nidos así que, mientras la madre esté a la mano, cobijo y sustento están asegurados durante los meses que están bajo su cuidado.
Las cosas cambian cuando llega el momento, uno que, al menos como especie humana, querríamos ignorar: el momento en que las crías deben dejar el nido.
Lo singular de esta especie es que, para que sus hijos emprendan el vuelo. . . ¡los echan del nido! Por terrible que parezca, la sabiduría de este animal radica en reconocer cuando es tiempo y, con su propio pico,  los empuja al vacío para que aprendan a usar sus propias alas.
Me bastó una filmación para entender el horror del polluelo mientras recorre, en caída libre, los metros que lo separan de un aterrizaje que parece catastrófico. Pero, antes de que éste se estrelle contra el piso, pueden ocurrir dos cosas: que la madre vuele en picada y lo rescate o que, finalmente, la joven ave bata sus alas y emprenda el vuelo. ¿Qué es un aprendizaje sencillo? ¡Por supuesto que no! La angustia y el horror son parte de la enseñanza pero, ¿no es acaso eso lo que permite después, al águila novata, remontar los aires que no están permitidos a todas las demás aves?
Cuando nos convertimos en padres de hijos adultos, muchas veces, nos damos cuenta de que no les hemos dado suficientes oportunidades para probar y ensayar sus alas. Nuestra necesidad de protegerlos los convierten en palomas domésticas y frágiles a las tempestades. Y entonces me pregunto, ¿será demasiado tarde o aún estamos a tiempo de arrojarlos al vacío? No lo sé. Tal vez, si nos atrevemos, nos podríamos llevar la fantástica sorpresa de que, sus alas, los elevarán en vuelos altos, ¡muy altos!
Ahora. . . ¿quién tiene el valor?

jueves, 27 de septiembre de 2012

"Declaro la guerra. . ."


¡Declaro la guerra en contra de. . .!
Si alguien es de mi generación, con seguridad puede completar la frase y sentir la tentación de salir a corriendo a toda prisa. Porque, ¿quién no pasó tardes enteras jugando “Stop” al aire libre?
Hoy, con ese y muchos recuerdos, pasé la mañana antes de llegar con alguien que no sólo compartió los juegos propios de mis coterráneos sino toda mi infancia. En ese entonces, de haber algún tipo de presentación, mencionaba su nombre y agregaba “mi prima hermana”. Y, con ese título, quedaba aclarado que, la cercanía y el vínculo, eran de primer nivel. . .la familia más cercana.
Y es que, con ella, recorrí kilómetros y kilómetros en bicicleta haciendo circuitos alrededor de la cuadra. Entretuvimos nuestras horas juntas riéndonos con las pantomimas de “Dígalo con mímica” y, si nos caía la tarde del domingo y ella no había concluido los deberes escolares, la acompañé sobre la cama mientras coloreaba los mapas o transcribía algún párrafo en inglés.
Los días de campo, para ser divertidos, debían incluirla y, también junto a ella, aprendí que una chica compraba acondicionador especial para el cabello, se limaba las uñas y alargaba sus pestañas para resaltar la mirada.
Físicamente mucho más agraciada, se convirtió en un modelo de pubertad del cual podía aprender. La vi arreglarse para ir a alguna tardeada y, fue en el patio de su casa, donde descubrí que los chicos invitaban a las chicas a bailar y conversaban mientras fingían una experiencia en el arte del baile, sujetando una de sus manos.
No puedo precisar como es que el tiempo y la distancia fueron separando nuestros caminos pero, si puedo asegurar que, al revisar mis memorias esta mañana, decidí que era el momento ideal para jugar una nueva versión de “Stop”.
Lo primero que hice hoy, fue completar la declaración: ¡Declaro la guerra en contra de. . .las circunstancias que se interponen! Y, agrego con orgullo, que gané la batalla pues pude decir “Stop” y lograr configurar el desayuno para festejar su cumpleaños.
Contra viento y marea, aparecí en el restaurante para darle un abrazo con todo el cariño guardado por tantos años.
Ambas hemos cruzado el umbral de los cincuentas. Yo ya soy abuela y ella es madre de una joven adulta. Ya tenemos una larga lista de anécdotas, aciertos y fracasos que contarnos y, como novedad, podemos hablar de alguna que otra queja sobre nuestra salud. ¡Cuánto hemos cambiado!
Pero, sin importar lo distintas que ahora somos, una cosa sigue intacta. Si he de presentarla, seguramente diré su nombre y agregaré, con el mismo amor de hace cincuenta años. . .”Mi PRIMA HERMANA”.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

"Mi mejor deseo"


Hoy, para los judíos, es “Yom Kippur”, ese día del año cuyo fin es el expiarse de los pecados y lograr el perdón. También, en otro sentido, lo extienden a su prójimo en la intención de continuar en las relaciones con un saldo en blanco tras perdonar y pedir perdón por sus faltas.
Y hoy, después de un recordatorio de la celebración judía, leo en el muro de la red social la declaración y promesa de amor de una joven novia: “¡¡¡AMOR TE AMO CON TODA MI VIDA!!!”. ¿Coincidencia? No creo en ellas así que prefiero centrar mi atención en la enseñanza que puede darme esa combinación de mensajes.
Entonces me pregunto, ¿adónde se van todos esos votos y declaraciones de amor cuando el fracaso sobreviene en los matrimonios? Si como esta hermosa pareja, muchos inician la aventura con un amor que no les cabe en el corazón, ¿por qué encontramos tantas vidas rotas por la separación.
Regreso un renglón en la pantalla y me parece encontrar la respuesta: Olvidamos celebrar un “Yom Kippur” con nuestro amado, ¡todos los días!
Armando una historia idílica, imagino a esos enamorados a punto de casarse en ese primer día cuando él no llegue a esa comida que ella preparó con tanto esmero. O el primer sentimiento de celos en ella cuando, él, atienda a una reunión con amigos y sus planes juntos queden atrás; o el dolor que, unas palabras ásperas, pronunciadas en un mal momento de impaciencia de ella, causarán en el corazón de él. Tarde o temprano se darán cuenta de que, ese ser humano maravilloso, cometerá errores.
Los ejemplos, siendo honestos, podrían sumarse y no serían distintos a lo que, quienes llevamos muchos años en un matrimonio, hemos vivido.
¿Qué desearía entonces a estos dos seres que ahora resplandecen de amor? Sin mucho pensarle, creo que pediría para ellos que, día a día y cada noche, vivieran en un eterno “Día del perdón”. Eso, estoy segura, sería la garantía de que su matrimonio durará hasta que la muerte los separe. Porque, ¿para qué desearles un amor eterno? Eso, al fin y al cabo,  ya lo han cultivado y hecho crecer hasta el día de hoy.
Así que, ¡MUCHOS Y COTIDIANOS DIAS DEL PERDON PARA LOS NOVIOS! Y que  ¡DIOS LOS BENDIGA!

"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta". 1 Corintios 13:4-7

lunes, 24 de septiembre de 2012

"Malas palabras"


Las tendencias de nuestra sociedad moderna han reclasificado algunas palabras “buenas” y las han desdeñado por ser “malas palabras”.
La fe ya no se habla en público para no ofender a las mentes libres y, la fidelidad, resulta una mala propuesta para quienes prefieren la holgura en las relaciones. Dios no debe escribirse con mayúsculas para no hacer menos a los dioses personales y, los milagros, son los eventos que la gente ignorante cree por su necesidad de que “alguien” resuelva, lo que no se puede resolver.
Lo curioso es que, más de una vez, he visto a gente que no cree en los milagros, clamar por uno cuando un ser querido está en peligro de muerte o si la amenaza de pérdida pende sobre su cuello como una guillotina.
Yo, a pesar de lo impopular de los milagros, atesoro las historias que han ocurrido muy cerca de mí y  cuyo eje es la certeza de que ha ocurrido uno.
Ahora mismo, un pequeño milagrito crece en el vientre de su mami y, aunque no faltará quien intente reconstruir su historia bajo los hilos de las explicaciones lógicas, muchos lo seguiremos llamando: “Milagro”.
Aún así, yo me pregunto: ¿Llegará él a reconocer la maravilla de ese milagro o se dejará convencer con argumentos como “esas cosas pasan”? ¿Cómo sabrá el pequeño Mat que, cuando las cucharillas quirúrgicas barrían espacios intentando removerlo, la única Mano capaz de hacer milagros cerró su puño para esconderlo entre las entrañas de mamá? ¿Habrá quien se atreva a contarle de su comienzo e incluir malas palabras como “Dios” y “milagro”?
Ojalá pudiera yo, como gran secreto a voces, divulgar su historia para que jamás nadie la olvide. Pero, como no puedo gritar “malas palabras” a los cuatro vientos, me conformo con dejar, escondido en estas letras, un relato que le recuerde que, desde su primer hálito de vida, Dios estuvo a su lado y que perpetró, con amor, un milagro extraordinario. . . sólo para él.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

"La pluma"


“¿Cuál es el error y pecado más dañino que puede cometer el hombre, Junior?”, pregunta el padre, en un diálogo de la película “Los grandes debates”. Casi como en juego de adivinanza, quise responder y erré. “La duda”, contestó el hijo.
La trama de la historia –más adelante– confirmaría que su respuesta había sido acertada. Y, como de costumbre, mi mente jugó a encontrar ejemplos que ajustaran y confirmaran la veracidad de tal aseveración.
Mi recorrido, entre muchos otros ejemplos confirmatorios, me llevó hasta un pequeño elefante. Uno bien conocido por sus orejas descomunalmente grandes que tenía como único amigo un ratón cirquero.
Recordarlo –trepado en una plataforma altísima y aterrado por la idea de arrojarse al vacío– fue como verme a mí y a una multitud más, viviendo con las eternas dudas de ser capaces de sobrevivir al reto. 
Entonces entra en acción el ratón, quien le entrega una pluma y que le asegura que con sus dones mágicos podrá emprender el vuelo.
El astuto roedor –sabiendo que su amigo era capaz de volar– materializa en una pluma la confianza faltante en el corazón del elefantito y neutraliza con ella las dudas que le impedían llevar a cabo la hazaña. ¡Vaya historia fantástica!
Y lo fantástico de la historia no es que el elefante vuele sino que refleja con ella la historia de tantos de nosotros.
Miro a mi alrededor y me encuentro con que más de la mitad del mundo camina por el mundo con una pluma “mágica” en la mano, placebos modernos y antídotos contra el temor y la duda.
Allá va la mujer con escotes y maquillajes impecables que la convencen que es atractiva y valiosa. Pasa junto a ella el hombre maduro con un auto deportivo, ventilando con el capó abierto una seguridad ficticia. Y la chica que escandaliza al mundo con conductas y declaraciones, en el intento de convencerse que es única y especial. El joven con la ropa de súper moda y obsesionado con su imagen; la madre perfeccionista con necesidad de justificar su decisión de quedarse en casa; el empresario adicto al trabajo que quiere asegurarse el futuro bienestar económico; la mujer con numerosas cirugías estéticas y su vano esfuerzo de alargar la juventud; el artista y sus extravagancias, los profesionistas y sus estereotipos, los nerds, los “emos”, los hippies, los religiosos, los intelectuales y. . . los ejemplos no tienen fin.
¿Cuál es mi pluma?, tengo que preguntarme. ¿Qué llevo en la mano para aplacar mis dudas y avanzar en la vida? ¿Qué seguridad tengo de que –esa pluma– no se desvanecerá en el tiempo llevándose mi confianza?
Carrera, estatus, belleza, juventud, posesiones, talentos, reconocimientos. . .ninguno trasciende en el tiempo y, con más certeza que antes, concluyo que, si he de abrevar seguridad para andar el futuro, debo elegir lo único que jamás cambia y permanece en el tiempo: Dios.

martes, 18 de septiembre de 2012

"En silencio"


Aún para un escritor, existen cosas difíciles de escribir porque, por más que se esfuerce, son complicadas de entender.
El reto, esta vez, tiene un enorme par de ojos claros.
Ella es aún una niña y, como una ostra, se ha cerrado escondiendo del mundo su voz. Nadie sabe por qué pero, al dejar su más temprana infancia atrás, ella guardó sus palabras con celo y sólo las comparte con papá.
A pesar de eso, yo he sido invitada a su mundo de silencio que, aunque no incluye sonidos, no está ausente de sonrisas. Su cabecita, con cabellos color miel, se mece hacia los lados o sube y baja para dejarme saber, y si una sonrisa asoma en su carita, me ayuda para poderla entender.
¿Porqué habrás cortado los puentes, pequeña?, me pregunto. ¿Te atreverás a tenderlos, algún día, para dejarme pasar?
No lo sé y aprenderé a esperar. Pero, mientras ocurre el milagro de conocer tu voz, me voy de puntitas por las pequeñas brechas  que has abierto, para conocerte mejor.
Abro para ti mis brazos de abuela, chiquilla, yo te doy la bienvenida. Entra en mi mundo de juegos, mimos y sorpresas. Y gracias por recordarme que, lo que yo puedo entregar, trae consigo la magia, en el que todo niño, debe crecer y jugar.

sábado, 15 de septiembre de 2012

"La visita"


-¡Es que es demasiado pronto! Si tan sólo Dios me respondiera en esto, creo que podría tener más fe-, escuché a un joven decir, frustrado por lo que estaba ocurriendo en su físico y que el espejo le recordaba.
Tengo que reconocer que me gusta ver cuando Dios responde a las oraciones de la gente, pronto y con un indudable “Sí”. Así que decidí jugar a ser Dios. En mi imaginación, comencé a armar la imagen que configurara una respuesta para el joven.
Al amanecer siguiente, formulada su oración la noche anterior, el joven dejaba su cama y, al mirarse al espejo, descubría que aquel rasgo tan odiado había desaparecido. Una sonrisa le dibujaba el rostro y, con voz vibrante, lo escuchaba decir: ¡Gracias, Dios!
Al oírlo, siendo Dios, me emocionaba por saber que, con mi respuesta, había hecho feliz a ese joven y lo había convertido en. . . “Un Dorian Grey”.
El recuerdo de aquel personaje de novela, por una extraña razón, se plantó en mitad de mi fantasía. ¿Qué hacía ahí, estropeándolo todo en mi juego de ser Dios? ¿A qué debía yo su visita?
Sin poder ignorarlo, lo seguí para descubrir la razón de su aparición. Entonces, Dorian, me habló de su desgracia.
Un buen día, al descubrir lo efímero de la juventud y los estragos de la vejez, aterrado, hizo un pacto para retener eternamente aquel encanto y lozanía de su hermoso físico. El intercambio siniestro, le quitó su alma y, aquello que tanto temía, el deterioro de su cuerpo, quedó asignado al retrato que ocultó por mucho tiempo.
La amargura, el cinismo, la fatuidad hicieron su morada en aquel cuerpo bello y sin alma.
¿Dónde habían quedado la hermosura de su alma y el brillo de su personalidad? ¿Acaso eran ellos el reflejo de algo más que un bello cuerpo?
Rápidamente, descubrí mi error. De haber sido Dios, habría encaminado al joven a optar por la misma decisión que Dorian Grey, impidiendo que su fe, su carácter y su alma florecieran al obviarle el reto de vivir el paso del tiempo y evadir el aprendizaje de la aceptación.
Al despertar de mis imaginaciones, despedí a la visita y sólo pude concluir: ¡Qué bueno que no soy Dios! 

“Señor, te pido que, como hasta ahora, no me des todo lo que pido y sólo me des. . . lo que necesito”. AMEN.

viernes, 14 de septiembre de 2012

"Mi propia voz"


La soledad y las mañanas, me enmudecen sumiéndome en las reflexiones del amanecer.
Para cuando el agua se revuelve entre mis rizos, por lo general, no he pronunciado palabra alguna. Pero, este día, fue distinto.
Algo, lentamente, fue emergiendo desde la planta de mis pies, creciendo en sentido contrario al resbalar de agua sobre mi cuerpo hasta llegar a mi garganta. Entonces, un sonido, hecho melodía, comenzó a sonar. Era mi propia voz que, cantando, pronunciaba una tonada a la felicidad que se había apoderado de mí.
¿De dónde había surgido aquel canto feliz? Mi mente entró en acción para descubrir su origen y lo hizo repasando cada uno de los últimos días. En su lógica, fue acomodando cada evento y cada experiencia en las diferentes columnas: “Alegre, triste, difícil, grato, reto, frustrante, alentador, enojoso, divertido”. Las listas, todas, tuvieron algo debajo de su encabezado. Y, un poco sorprendida, revisé el saldo: ¡No eran más las cosas “buenas” que las “malas”! Podía declararlos casi como un empate.
¿Por qué entonces me sentía gozosa?
Después de mi revisión, seguí mi canto, esta vez incluyendo mi voluntad. Fue entonces que la música me lo explicó. En mi tonada existían notas con sostenidos y otras con bemoles. Comprendí que, cada sonido, tiene su parte y razón de ser en el fluido canto de la vida.
A veces, mi música, tiene un tinte de tonalidades menores, plagada de bemoles y un sonar melancólico y cansado. Pero, otras, resuena en tonalidad mayor y, sus sostenidos, la hacen vibrante, brillosa y se regocija en su resonar lustroso.
Cierro la regadera y sonrío. ¡Que lindo es vivir, cantar y disfrutarlo todo. . . siempre!

jueves, 13 de septiembre de 2012

"Migajas"


A las tres de la mañana, el recuerdo de Hanzel y Gretel, los protagonistas del cuento infantil, me despertó justo cuando, en el sueño, los niños partían de casa.
Aquel ingenioso truco del niño, para asegurarse de que encontrarían el camino de regreso, logró que centrara mi atención en. . . “Las migajas”.
Aunque Hanzel fue dejándolas caer mientras caminaba en rumbo desconocido, al fin de la historia, los niños lograron encontrarlas sólo en un principio pero descubrieron que, el resto de las migajas, habían sido comidas por las aves. ¡Qué frustración! La anticipación del chico había sido inútil.
Entonces desperté a mi realidad. Hoy, después de casi un año, llegó el primer contenedor de mercancía con el que iniciaremos el negocio que, esperamos, sea uno que perdure por mucho tiempo como patrimonio laboral. ¡Qué emoción ver que, después de tantos intentos, lo estamos logrando!
Pero, como andando de reversa, mi mente recorrió el pasaje nuevamente y se topó con aquellos intentos previos que, como migajas, seguimos en la esperanza de que fuera la que nos llevara al buen final que anhelábamos. Y, en nuestro andar, comprendimos que eran migajas, señales y no la meta.
Un día, confieso, no hubo más migajas que guiaran nuestros pasos y el miedo, por momentos, me hizo pensar que estábamos perdidos. El tiempo invertido en la caminata, el desgaste y la espera, entonces, parecieron inútiles. Nos llegó entonces el tiempo de caminar a ciegas y echar mano de la fe, con la certeza de que en algún lugar del bosque, nos encontraría Aquel que conocía el camino correcto.
¿Qué cómo termina mi cuento? Como un buen cuento infantil: Con un final feliz.
Mientras continuamos caminando en el bosque de la incertidumbre, la Mano para guiarnos apareció y, esta mañana, llegamos juntos al puerto tan perseguido.
¡Ah! Y este cuento también tiene moraleja:
No te fíes de las migajas, ni las confundas con tu meta. Mejor llénate de fe y aprende a caminar a ciegas”.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

"Feliz"


A veces quisiera ser feliz. . . ¡Como mi gata!
Basta un grillo para ponerla en movimiento. Sus horizontes se amplían cuando, de reojo, lo mira saltar y deja la comodidad de la silla para ir a la caza del insecto.
Si sale el sol, la tierra húmeda o la silla con vinilo, son aposentos donde acurruca su pereza, una que, sin pena o congoja, disfruta con harta paciencia.
El plato de la cocina contiene siempre las viandas perfectas, ya sean sobras de comida o las croquetas del día anterior. Sin prisas y con deleite, come a sus horas, que por cierto, nunca son las mismas.
Sin saber el refrán de “el ave canta aunque la rama cruja, porque sabe lo que son sus alas”, se queda en la habitación aunque mi perro entre pues, ¿no dicen por ahí algo bueno sobre la agilidad de un gato? Ella no menosprecia al perro pero, ¡nada como un buen salto para librar el obstáculo!
Disfruta de la gente y se deja acariciar. Pero, cuando el amor deja de verse en el plato o en los mimos, sanamente, sin apegos y con toda dignidad, inicia el peregrinar hasta donde vuelva a ser apreciado.
El sol no es su único inspirador porque, ¡quién se perdería de las parrandas bajo la luna!
Su límite, para merodear la vida, no se encuentra sobre el piso. Tejados, árboles y bardas son, para ella, atractivos nuevos caminos que explorar.
Mi gato, en pocas palabras, hace lo que le viene en gana. No le gusta obedecer, ni se place en las rutinas. Vive con lo mínimo y lo disfruta. . . ¡Al máximo!
Por eso digo que, ¡Quién tuviera la vida de mi gato!

"Certidumbre"


“La gente está desmotivada, se siente triste y nosotros, los medios, como parte de la sociedad, queremos darle a la gente lo que necesitan para volver a sentirse felices: ¡Certidumbre!”, escuché en la radio, durante una entrevista.
El ofrecimiento, aunque muy generoso, me sugirió un engaño y una forma de remediar la depresión colectiva que veo a mi alrededor más dañina que la enfermedad misma. Porque, ¿quién puede ofrecerte la certeza del porvenir?
La idea quedó rondando y, un par de días después, escuché a un joven haciéndose la pregunta que le ha quitado el sueño: ¿Cómo sé que funciona? ¿Cómo sé que no me están timando?
Nuevamente, la falta de certidumbre, estaba haciendo estragos y afectando el ánimo de una persona.
Echando mano de mi memoria, recolecté todas aquellas interrogantes que no han permitido disfrutar el presente a gente a mi alrededor: ¿Quién me va a querer con este físico?, ¿Llegaré a encontrar una pareja con el estándar tan alto que implica mi fe?, ¿Tiene caso estudiar si ni siquiera sé si podré encontrar empleo?, ¿Es lógico traer hijos a un mundo que se desmorona día a día?, ¿Vale la pena luchar cuando no sé si el riñón que necesito llegará a tiempo?
Las dudas sobre el futuro aparecieron sembradas en el presente de tantos y en modalidades tan distintas que, la lista, era interminable.
¿Qué responder a preocupaciones legítimas de los desanimados?
Entonces revisé mi propia vida para descubrir el elemento común a mis momentos felices y así encontrar alguna respuesta.
Arenas movedizas
Para mi sorpresa, encontré que, en todos esos momentos, las dificultades seguían presentes. Ninguno de ellos estaba exento de problemas, retos o situaciones inciertas. Entonces, ¿cómo llegaron a ser “memorias felices”?
Pude ver que, un poco por casualidad, aprendí a fijar mis ojos en lo bueno para bebérmelo a grandes tragos y no desperdiciar nada de ello. Los años me hicieron entender que, el presente, es efímero y que no hay tiempo para perderlo. También, y no sé como ocurrió, desarrollé la habilidad de acomodar las cosas en función a su importancia. “Arriba lo que es importante, abajo lo que no es”. Priorizar, dirían algunos.
Pero, ¿y qué hay de la “certidumbre” que inició toda mi reflexión? ¡Nada! No la encontré por ningún lado y, comprobé que, en la vida, no tenemos nada seguro. . . excepto la muerte. Y que, con la fe del tamaño de un grano de mostaza, podemos ir disfrutando el presente, tomando lo bueno que contiene y clasificando, con sabiduría, lo que es verdaderamente importante.
Al final, parece que la única forma de vivir la vida, con gozo y plenamente, es. . .viviendo.
Pero, “seguro”, esta no es la única respuesta.

martes, 11 de septiembre de 2012

"De cabeza"


“¡En sus marcas, listas, fuera!”, grita el juez de salida cuando inicia una carrera femenil.
“¡Lista!”, anuncia el peinador a la novia, concluida su labor.
Pero, mi suegra, repetía: “Lista es, la que listas hace”. Y he aprendido que, sin ellas, nada iniciaría, como esa carrera y nada llegaría a buen fin, como el peinado.
El tiempo, siendo un recurso finito para el ser humano en esta tierra, requiere de una administración sabia y minuciosa. Y, las listas, son la herramienta más barata y simple de usar para lograr su óptima utilización.
Los propósitos anuales son, nada más y nada menos que listas. Las agendas, esencialmente, son listas con orden, prioridad y horario y, los papeles en los bolsos con los faltantes en la cocina, son las listas que resuelven la alimentación familiar. Una vida sin listas, casi puedo asegurar, puede vivirse de manera errática y mucho menos productiva.
Mi costumbre, por influencia de mi suegra, es hacer listas los lunes y, en una hoja aparte, escribo las cosas que tengo pendientes de hacer. De esa lista “secreta”, elijo actividades para esos momentos en que puedo declarar “no tengo nada que hacer” y, dependiendo del tiempo disponible, tomo una opción y aprovecho esa libertad.
Las listas, además, tienen la magia de traerme satisfacción cuando hago un recuento de los avances palomeados y, no sólo eso, también me ayudan a ser más sabia.
Hoy, por ejemplo, mi lista la encabezaban los últimos pendientes de la mudanza e instalación en la nueva casa y, cuando vi el final, noté que el orden estaba equivocado.
En los últimos renglones, aparecía “Visita para hacer jardinería y galletas con mis nietos”. ¿Es correcto que esto aparezca en los últimos lugares? Y, con toda certeza, respondí que NO.
He aprendido que el orden y la organización son buenos pero, si restan importancia a aquellas actividades que dejan un recuerdo de amor en otros, entonces mis prioridades están equivocadas.
Así que, una vez puesta mi lista de cabeza, he puesto manos a la obra y espero, escribiendo estas líneas, mientras llegan aquellos con los que inician mi lista.
¡Tarde de jardinería y repostería! ¿Quién se apunta?

lunes, 10 de septiembre de 2012

"Denuncia"


¡Escuchen mi denuncia!
Ayer, en un descuido, ¡Ella me robó el corazón!
Cuando de puntitas merodeaba, me fascinaron sus ojos entornados mientras me platicaba su última aventura. Y ese caminar decidido hasta el reto de la repisa más alta, terminó de cautivarme. Cuando, con fingida pericia, recogió mis cabellos sobre la nuca para atarlo en un moño, mi corazón, sin remedio estaba perdido de amor.
Pienso en mi nieta. Recuerdo y suspiro al descubrir que, hoy, sin remedio, he vuelto a enamorarme de esa niña igual que ha sucedido durante sus 1407 días de vida. Y sé que, casi como una interminable condena, cada día que me queda, me robará el corazón con sus sonrisas.

"Pisos sucios"


Quienes me conocen mejor, sabe que a pesar de mis tendencias intelectuales y espirituales, ¡los pisos sucios me generan tensión!
Y, hoy domingo, a pesar de llevar entrecerrados los ojos mientras transito por el pasillo rumbo a la cocina para prepararme el primer café, siento la tierra en la planta de los pies y alcanzo a percibir las pecas terrosas sobre la loseta.
¿Mi primera reacción? Un suspiro y la resistencia ante la posibilidad de tener que trapear en el “día del Señor”.
Escucho el caer del agua caliente dentro del interior de la taza y me esfuerzo por echar los hombros hacia atrás, tenso el vientre y aliso mi cabello, entreteniendo así mi mente que lucha con la idea de los salpicones de suciedad que empañan el brillo natural del piso.
Doy el primer sorbo y me quemo la lengua. Agrego malestar a mis “sucios” pensamientos. Casi digo una maldición. Mis ojos topan con la zona más dañada por el lodo seco, el pasillo entre la cocina y el cuarto de juegos de mis nietos y, sin alcanzar a evitarlo, una sonrisa se instala entre mis mejillas.
Deshago mis pasos al caminar por el corredor, de vuelta a la habitación, y fluyen en mi mente los recuerdos del día anterior.
Se revive el aroma del guisado al sacarlo del horno; vuelvo a sentir la piel de las manos que sujeté al dar gracias, con amigos y familia, por los alimentos; recuerdo las bromas y me deleito en las buenas noticias de mi amigo; resbalan en mi memoria las gotas que me mojaron el rostro al sujetar a mi nieta pataleando en la piscina; me estremezco, al ver en mi recuerdo, la sonrisa nerviosa de mi nieto cuando intentaba nadar solito; la ternura me trastorna al evocar esa mirada enamorada de mi hija y el rostro sonrojado de su amado; las risas, las voces y el corretear de niños por la casa me emocionan y, los trastes sucios me llevan a mi esposo, pues ha sido él quien me ha mostrado su amor en la versión más apreciada: ¡Haciéndose cargo de ellos!
Miro al suelo y, en mi corazón, revolotea el recuerdo de la fiesta despertando mi fe.
¡Gracias, Señor, por mi familia, por mis amigos, por los niños y, también, por las manchas de tierra en el piso que me recuerdan cada bendición!

domingo, 9 de septiembre de 2012

"Un millón de amigos"


Quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”, canta Roberto Carlos, artista brasileño con una historia que, para muchos, sería de desventura pero ¡no para él! (Da click aquí: "Un millón de amigos" Canción )
Me gusta encontrar los secretos de vida de la gente que, cuando ha sido golpeada con eventos de tragedia, se levanta, seca sus lágrimas, y alza los brazos con una sonrisa para decir: “¡Te agradezco, Señor!”.
Este hombre, de cuerpo extremadamente delgado, ojos hundidos, rizos grifos y ralos, aconseja en su canción atender una necesidad que Dios puso en el ser humano: la compañía de otros de su género. No de un perro, de un libro o de un paisaje, sino de otro ser humano que intercambie sus pensamientos con él y le estreche la mano.
Pero, ¿cómo logra una persona acumular un millón de amigos?, me pregunto. Y, sin mucho pensarle, doy con una primera pista: Estando.
Aunque mi descubrimiento parezca simplón, puedo asegurar que,  muchas relaciones, terminan por la ausencia, la poca inversión de tiempo y el silencio, -y eso incluye a los matrimonios.
Entre las ciudades y los pueblos, los puentes y caminos son la fórmula para que se unan y acerquen. Para las personas, las opciones son muy variadas e inicio mi revisión en gente que vive rodeada de cariño y compañía.
Ellas, la más de las veces, dicen SI a las invitaciones que otros les hacen para compartir sus intereses y sus espacios. Abren las puertas de su casa, sin mucho protocolo, para tener a sus amigos juntos. Han aprendido a responder los pequeños mensajes con los que, los otros, se hacen presentes para tener su atención. Devuelven las llamadas, recuerdan las fechas importantes de sus seres queridos, se complacen en escucharlos y, con un saludable equilibrio, les comparten a los demás sus tristezas, logros y experiencias. Sus puentes y caminos son transitados, de ida y vuelva, con agitada frecuencia.
Estos intercambios son como esas arterias de nuestro cuerpo que, en su constante transitar sanguíneo, nutren y entregan vida.
Lo más extraño de esta fórmula de vida es que, aunque en apariencia la persona del “millón de amigos” vive entregando, es ella la que más recibe. Al renunciar muchas veces a su propia agenda, vuelve a ella con mucho más en las manos que cuando la dejó.
Parece que, lo que alguna vez dijo Jesús en su caminar por nuestro mundo, se confirma en esta forma de vivir: “Porque es más bendecido, aquel que da que el que recibe” y, como me recordaba mi suegra, “Muérete pobre, pero no sólo”.

sábado, 8 de septiembre de 2012

"¿Cómo sé?"


¿Qué cómo sé que mi amor es verdadero?
Confieso, no hace mucho, seguí las pistas falsas. Creí que eran una muestra de amor verdadero: aquel regalo de alto precio y la llamada interminable cada noche para hablarme de cariños; Y esos besos, locos de pasión, casi me convencen que eran la gema del amor. Recordarme en mi cumpleaños, las caminatas en el parque, la tarjeta con su firma, trasnochar en carcajadas y tantas cosas que parecían la prueba de que, ese amor, era inagotable.
Pero, como tiene por costumbre el tiempo, las desvaneció despacio, una a una y me dejó con la pregunta: ¿Cómo saber si aún me ama?
Y fue en un tiempo, de agotamiento y desánimo, que descubrí una primera señal que me reveló la esencia de un amor: “El verdadero amor, sabe bajar el paso”.
El amor que ahora tengo, cuando no tengo ganas de seguir, no me apura ni presiona sino, con paciencia infinita, se queda parado junto a mí hasta que mi alma recupera el aliento. Y, cuando el llanto no me deja ver a dónde ir, pasa su brazo por mis hombros y espera, llora conmigo.
Cuando no soy divertida, cuando soy infeliz y no sé que me pasa, cuando la depresión me empantana, cuando pierdo las respuestas y las metas, cuando se me amarga el alma, cuando no quiero salir, cuando estoy rota, cuando repito mis quejas y mis miedos. . . mi amor, no sigue de largo su camino ni me deja atrás. Sufre, llora y se pierde junto a mí.
Así es como descubrí que, el amor, es paciente y baja el paso para caminar conmigo. 

viernes, 7 de septiembre de 2012

"Relieves"


Ayer, descubrí algo importante. Para entender algo, realmente, es necesario observarlo de cerca.
Cuando uno acorta la distancia entre el objeto, persona o circunstancia, ante nuestros ojos aparecen los relieves. Aquellos detalles que desconocíamos, al aproximarnos, nos revelan la esencia de las cosas y su verdadero significado.
No es lo mismo pasar frente a la acera de un hospital todos los días, a recorrer sus pasillos para visitar a un enfermo. Percibir los aromas de desinfectante, escuchar el tintinear de botellas de sueros y tener enfrente una mirada de dolor, levanta ante nuestros ojos una realidad que antes nos era ajena.
Eso fue lo que viví, extrañamente, durante un festival de música judía.
Mientras sentía la vibración de un grupo de gente, judíos según entendí después, cuando la música tradicional de su pueblo los invitaba a bailar; al percibir su ansiedad cuando el Rabino rescataba sus Escrituras para abrirse paso  través de su conciencia colectiva y su tradición; cuando varios cruzaban miradas sorprendidas al escuchar el nombre de Yeshúa y se cubrían los labios mientras intentaban acomodar la nueva realidad recién expuesta, la presentación de su tan esperado Mesías, entonces y sólo entonces, pude recapitular su historia para comprenderla desde sus entrañas y con mis cinco sentidos despiertos.
“Escucha Israel”, ese festival que sonaba algo excluyente, terminó siendo una experiencia integradora y fascinante. El pueblo judío, siempre presente en la historia del mundo, recobró, ante mis ojos, su humanidad y su alma entre bailes, música alegre y la transpiración de su gente. Pude percibirlos, tal vez por primera vez, con sus anhelos, sus ansias, sus cicatrices y sus esperanzas.
No fueron las tonadas las que cambiaron mi forma de entenderlos sino su cercanía, sus lágrimas, su batir de panderos y palmas, su esperanza expuesta y satisfecha lo que, en una noche, me hermanó con ellos.


jueves, 6 de septiembre de 2012

"La palabra útil"


Y dice el diccionario de sinonimias: “Amigar, armonizar, avenir, apegarse, amistar, conciliar, concordar, arreglar, acomodar, ajustar, unir, pacificar, arreglar, apaciguar. . . olvidar”.
Al leer sobre sus acepciones, se me ocurre que la palabra “Reconciliar” debería ser parte de nuestro vocabulario desde muy temprana edad. Tal vez, si iniciáramos la vida aprendiéndola y practicándola en todas sus modalidades sinonímicas, avanzaríamos por la vida con menos carga, más ligeros.
Porque, ¿Qué sería de nuestra adolescencia si hiciéramos amistad con esa imagen en el espejo que refleja una piel con espinillas o una nariz más grande de lo que quisiéramos? Es probable que, al igual que con los amigos, la condescendencia con nuestros defectos sería mayor.
Y si llegáramos a conciliar entre, lo que creemos merecer de la vida y lo que nuestro destino nos ofrece, probablemente, caminaríamos nuestro futuro con algo más de paz en el alma.
Ajustar nuestros deseos sobre como debimos ser, aceptando nuestra genética, nuestras capacidades y limitaciones, ¿acaso no nos permitiría descansar en la aceptación amigable de quienes somos?
También podríamos echar mano de todas las formas de reconciliación, armonizando, conciliando y apaciguando, para sobrevivir nuestro pasado con todos sus errores porque, ¿cuántas veces nuestras faltas se convierten en el auto-flagelo que nos merma las ganas de seguir? ¿No las convertimos, en muchas ocasiones, en pesados lastres que nos hacen más difícil caminar erguidos al futuro? Olvidar y conciliar, en este caso, nos devolvería la libertad de vivir las nuevas oportunidades.
El “reconciliar” debería ser un ejercicio de vida permanente. Sólo así podríamos ir ajustando, aviniendo y acomodando los cambios que el envejecer trae consigo. Entonces, amaríamos a nuestro nuevo ser con sus achaques, con su rala cabellera, con sus canas y su desgano matutino.
Pero, por encima de todo, la reconciliación tendría su mejor aplicación si la usáramos para unirnos y amistarnos con Dios. Porque, ¿Qué mejor amigo podríamos encontrar que Él?
Si, “Reconciliar”, no sólo es una palabra útil sino la única fórmula de supervivencia en este juego llamada “vida”. . .creo yo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

"Semillas germinando"


A veces, cuando leo algunos comentarios en las páginas de las redes sociales, estos se convierten en semillas que se transforman en dudas y germinan en una reflexión.
“El día que se queme en la hoguera todo el puritanismo de mierda y las buenas costumbres por las que nos regimos, el ser humano será otro”, leí y al instante mi propio bagaje comenzó a buscar ideas que pudieran empatar con esa declaración.
Desde mi formación y personalidad, inicié el desglose tomando la idea de “quemar en la hoguera”. 
El ritual, conocido por las historias surgidas en Salem, me recordó lo distorsionado de la información porque, ¿cuántos saben que aquello fue una quema injusta de inocentes? ¿Quiénes conocen a fondo lo que implicó una persecución contra los que fueron el blanco de testimonios de falsedad? Lo curioso de todo es que aquellas personas, señaladas como “brujos o herejes”, eran justamente quienes se aferraban a su esfuerzo de vivir conforme a su fe para agradar al Dios en el que creían.
El puritanismo al que se refirió el comentario, efectivamente, aplica a aquella comunidad de creyentes que buscaban el limpiar su vida de lo que, naturalmente, está en todo ser humano: el egoísmo, la mentira, la lujuria, los deseos desmedidos por el lujo, el confort y la vida relajada, la codicia y la lista que, en momentos de honestidad, todos podemos hacer.
Cuando ellos, los puritanos, intentan vivir así, es importante recordar, no lo imponen a los demás ni ejercen juicio sobre el comportamiento de su prójimo (o al menos, así debió haber sido). Sus reglas y sus "buenas costumbres" eran parte de su diaria convivencia y parte de una meta personal de vida, cuando era de corazón. Sólo extendían su influencia a sus hijos pero, ¿no es esa la obligación de todo buen padre?
La última parte de la declaración entonces tiene su respuesta. ¿Cómo sería el ser humano sin ese “puritanismo” y esas “buenas costumbres”? Ahora lo veo simple: seríamos seres humanos sin metas de superar nuestro egoísmo y sin intentos de mejorar. Y, nuestra sociedad sería, exactamente, en lo que se está convirtiendo, ni más. .  . ni menos.

"Con ganas de. . ."


Cuando me siento atrapada en las circunstancias, como rodeada de puntas de lanza acechándome en emboscada, me dan ganas de. . . ¡Jugar!
Quisiera entonces pedir a mis amenazas que, como en el juego de las escondidillas,  iniciaran la cuenta con ojos cerrados y entonces perderme en algún rincón. ¡Cuántas ganas de sentir las cosquillas en el estómago por contener la risa nerviosa que ataca cuando el otro no te encuentra!
También me gustaría mirar las nubes mientras, nadando de muertito, cuento los segundos que logro mantenerme a flote sacando la barriga o escucho el agua como sonar de submarino.
O, ¿qué tal una emocionante competencia de gárgaras, de esas tan difíciles de ganar cuando se batalla por contener la carcajada? Y, con osadía, ¿por qué no poner un vaso sobre la puerta entreabierta y empapar al primer transeúnte en el umbral?
Extraño mucho jugar y no sólo yo lo añoro. Mi corazón lo anhela, mi alma se agota de esperar los lúdicos espacios y mi espíritu, día a día, ve morir su esperanza de volver a retozar con cosas tontas.
¿Cuándo fue la última vez que jugué y perdí mi tiempo? ¿Acaso ese juego de granjita no fue mi último intento al emocionarme cuando coleccionaba mis vaquitas?
Pero, soy un adulto, me reclaman mis canas y mis años. No está bien perder el tiempo ni reírse por bobadas. La vida es cosa sería, me repiten. Y, si eso es cierto, ¿Por qué tengo carcajadas sin usar que aún buscan sus instantes de salir? ¿Cómo es que mi estómago aún suspira por las cosquillas de emoción de alguna competencia? ¿De dónde vienen las ideas en mi mente de bromas sin estrenar?
¡Cuánto extraño ser niña, otra vez! Y, ahora que me doy cuenta, derramo una lágrima por los juegos tontos.

lunes, 3 de septiembre de 2012

"Solución"


“Una solución (o disolución) es una mezcla de dos o más componentes, perfectamente homogénea ya que cada componente se mezcla íntimamente con el otro, de modo tal que pierden sus características individuales”.
Creo que, al fin, alcanzo a comprender esa definición de "Solución" que escuchara en mis tiempos de preparatoria. Y no es que haya vuelto a la escuela o me interese la materia.
Pero, al mirar a mis viejos, mis padres, entiendo el alcance de la tesis química sobre la forma en que dos elementos pueden combinarse.
Durante la fiesta de ayer, observé la enorme diferencia entre mezcla y solución. Muchos de los asistentes, a diferencia de la “solución” de mis padres, han vivido mezclándose. Reviso la definición de mezcla y leo: “En química, una mezcla es un sistema material formado por dos o más sustancias puras pero no combinadas químicamente. En una mezcla no ocurre una reacción química y cada uno de sus componentes mantiene su identidad y propiedades químicas”.
El estilo de matrimonio, en nuestra época, se ha convertido en el de las mezclas mientras, en generaciones anteriores, se unían en una solución que sólo por la muerte podía romperse.
¿Acaso nuestro egoísmo nos ha convencido de que, nuestro yo, es tan importante que no debe tocarse o transformarse al unirse al del otro?
Escribo mi conclusión y me sonrío. ¿Cuántas voces, que jamás escucharé, se levantarán para defender el derecho individual de la auto-satisfacción y autorrealización, encumbrada en las teorías psicológicas modernas, al leer mis líneas?
Mi madre está consumiendo sus últimos tiempos y mi padre, el otro componente indisoluble de su vida, se consume junto a ella.
¿Qué elijo? Seguir sus pasos y ser una solución con mi esposo. Los miro, como una sola vela a la que se le va acortando el pabilo y cuerpo maltrecho, empequeñecido, y no lo dudo: Espero terminar mis días, junto a mi amado, como ellos.

domingo, 2 de septiembre de 2012

"6:01 AM"


Antes de que el segundo timbrado sonara, mi mano alcanzó el aparato y presionó el botón.
Una voz que se escapó del sueño, uno que se esfumó en el olvido al segundo siguiente, surgió en mi garganta: “¡Ay, no!”.
Mi mente, alerta en un instante, desfiguró la realidad de mil recuerdos en un panorama lleno de los grises, negros y pardos colores del dolor y de la ausencia.
“¿Familiar de Ulof?”, dijo la voz desconocida. Un sonido de mi cuello, atragantado de lágrimas, respondió con ensayada cortesía.
-Ha entrado en paro respiratorio y no puedo sacarlo-.
Cada poro de mi piel exhaló una gota que, helada por la madrugada, se convirtió en cristal. Mi corazón, olvidando seguir el ritmo de mi respiración, continuó su latir, retumbando contra mi esternón como pasos que tropiezan.
Mi mente dio nombre al estado que me impidió moverme: Pánico.
Miedos y temores me son conocidos pero, hasta hoy, a las 6:01 de la mañana, todo mi ser aprendió lo que es el pánico y comprendí que no, no estoy lista, nunca estaré lista para recibir la llamada anunciando que mi mami ha partido.
“Señor, tiempo, regálame más tiempo con ella y espera hasta que yo esté lista aunque, tú y yo sabemos, jamás lo estaré”.