jueves, 24 de mayo de 2012

"Penélope"


A mi generación, el nombre de “Penélope” nos remonta a la canción de Joan Manuel Serrat que, entre estrofa y estrofa, relata la historia de una mujer que, con paciencia y anhelos, pasa la vida sentada en el andén de una estación. El final, a pesar de lo melodioso del canto, nos envuelvía de frustración al ver como ella, cuando el amante vuelve muchos años después, ya no reconoce en el rostro envejecido al largamente esperado amor. ¡Cuánto tiempo perdido y que absurdo resulta el final!
Lo curioso es que, observando con algo de detenimiento, me veo rodeada de un mundo lleno de “Penélopes”. Hombres y mujeres que, habiendo concebido un sueño de vida en su juventud, ven pasar su existencia esperando a que se cristalice y desdeñando muchas oportunidades y bondades que les salen al paso, simplemente, porque no son lo que alguna vez forjaron en su mente.
Entonces veo matrimonios y familias sucumbir cuando, al paso del tiempo, no encajan con aquel diagrama de perfección que permanece dibujado en su proyecto inicial. Ella se queja con amargura de las deficiencias de él y, él vive la desilusión de la mujer perfecta que necesitaba para cumplir sus sueños.
Los ancianos, por su parte, se llenan de tristezas cuando su mundo, incesantemente, les presenta pérdidas, retos y problemas. Y ven como sus vidas se agotan, en la inútil espera del día impecable y perfecto para entonces ser felices.
Los padres se decepcionan de los hijos, los profesionales, de sus carreras y la cadena de desilusión es tan grande que, al final, se vuelve insalvable y sólo queda la espera de lo que nunca vendrá en patética resignación.
 Creo que Penélope, después de todo, no está tan sola en el andén pues, muchos tantos como ella, viven con los ojos fijos en la quimérica ilusión y con el cuerpo ausente de lo que la realidad les ofrece.

miércoles, 23 de mayo de 2012

"¡Ahora resulta. . .!"


Ataques indirectos, fuego cruzado sobre mi cabeza, una mudanza intempestiva y ahora resulta. . . ¡Que yo tengo gato!
Así de simple. Sin que estuviera contemplado en mis planes y con poco margen para evadir las consecuencias de mi entorno, por mis habitaciones y mis patios, hoy camina ufana una gatita blanquinegra que, sin remilgos, husmea curiosa por cuanto rincón le place. Y yo, que creo no haber mencionado esto antes, trato de armar una fórmula de convivencia con la nueva residente para que no detone mi alergia porque, sí, ¡soy alérgica al pelo y humor de los animales!
Lo extraño es que, después de que mi vida está plagada de ejemplos sobre eventos “fortuitos” que llegan trastornando mi vida cotidiana, aún me atrevo a escribirlo. Porque, ¿no fue de la noche a la mañana que: me convertí en abuela de tiempo completo, enfermera, pre-suegra y suegra, habitante de un pequeño pueblo y, todo, sin que mis planes de vida y voluntad tuvieran mucho que opinar?
La realidad es que, a pesar de que lo inesperado no deja de asaltarme, aún no me acostumbro a estos giros que me desbalancean y me enfilan hacia rumbos inusitados. Y, lo bueno de todo, es que mis sorprendentes “realidades” terminan siendo más divertidas y espectaculares que mis bien trazados y rígidos proyectos.
Sea pues bienvenida, Oreo, el más reciente ingreso como miembro de esta familia tan “singular”.

martes, 22 de mayo de 2012

"Partos"


Un beso en una escena y mis ojos lloran. El abuso de un automovilista atajando el paso a un peatón y mi estómago se cristaliza en mil estalactitas filosas. Mi piel se eriza emocionada cuando el viento la roza. Entonces, no hay duda, sé que ha llegado el tiempo de volver a escribir y, las letras concebidas en ideas, como la mujer que rompe aguas, fluyen en desorden y ensangrentadas.
Así como un parto no ha de retrasarse para evitar la muerte el niño, mi conciencia entiende que ha de sobrevivir mil partos para alcanzar a respirar porque, ¿cómo entender la existencia si permanece enmarañada dentro y sin ver la luz?
No, no puedo retrasar el alumbramiento de cientos de momentos vividos. Así que, como la incansable noria, retomo la labor de echarlos fuera para que fluyan y corran haciendo surcos en las páginas hasta convertirse en hilos frescos de recuerdos. Al final, lo sé, habrán de perderse como el agua del riachuelo que trasmina las capas de la tierra para volver a ella.
Surgen estas primeras líneas como el estertor del casi ahogado, tosiendo, escupiendo ideas. Y, por más grotesca la escena, sigue siendo una de resurrección y de esperanza de continuar con vida.
¡Qué difícil es ser un discapacitado! ¿Por qué no son mi cuerpo y mi mente como el resto de la gente? Capaces de continuar viviendo con tan sólo respirar. ¿Cuándo se decidió que, para yo lograrlo, habría de añadir el resonar de teclas escribiendo?
La tragedia y gloria del escritor. . . escribir para seguir viviendo.

martes, 1 de mayo de 2012

"El amante"


Hay cosas que no podemos dejar nunca atrás, en el pasado, pues de tanto andarlas en la memoria, se funden con la realidad del presente. Y mi esposo, desde que nos conocimos, sabía de lo nuestro y nuestra historia juntos. Así que, ahora que ha vuelto a mí, él mismo le abrió la puerta para dejarlo entrar.
Aunque sabe que robará parte del tiempo que antes era sólo nuestro, parece recordar aquella frase de una canción de trova, “la prefiero compartida. . .”. Por algo han dicho que, el amor, es capaz de renunciar y ceder con el único fin de abrigar al amado en anhelos cumplidos y felicidad.
Como dentadura de artista, él llegó a casa sonriendo, esperando sentir mis dedos, mis suspiros. Con su voz, resonando por cada rincón de la casa, ahora me canta. A veces con dulzura y otras con profunda emoción mientras, mi esposo con paciencia, observa y nos regala libertad para vivirnos el romance.
Sí, mi amante ha vuelto a casa, con sus teclas alineadas y con olor a madera añeja. Mi amado, con su regalo de cumpleaños, mi piano, ha dado nueva vida a esa antigua pasión guardada en mis entrañas: la música.