miércoles, 23 de julio de 2014

"Guerra fría"

¿Qué ocurrió en la llamada “Guerra fría”?
Ante el conflicto ideológico de dos bloques de naciones, ninguno de los dos tomó nunca acciones directas contra el otro. A pesar de ello, la tensión y el conflicto fueron el origen de grandes cambios a nivel mundial –algunos de ellos, en absoluto benéficos para las naciones.
Aunque todo eso es algo del pasado, yo creo que esa fórmula de pelear está vigente –en el plano individual – hasta nuestros días. Y una de sus armas más poderosas y destructivas sigue siendo. . . EL SILENCIO.
Basta observar a una pareja convivir cuando los rencores e idea de lo que la felicidad es, para uno y para otro, y notaremos que un aparentemente civilizado silencio se levanta entre ellos tan alto como el muro de Berlín.
En esos momentos, la agresión es letal. Sin gritos, envían bombas con mensajes tan destructivos como: “no me importas”, “no eres valioso”, “no confío más en ti” y hasta un ponzoñoso aguijón de duda con un “tal vez ya no te amo más”.
El halo de graduada indiferencia, igual que las radiaciones tras un bombardeo nuclear, van deformando la relación original, obligándola a mutar y convertirse en un triste y cotidiano “sobrevivamos”.
¡Qué cruel puede ser el silencio sin paz y sin buena voluntad!

Creo que, si nos atreviéramos a confesar el dolor que una lanza de silencio nos provoca, nuestro agresor, incluso por compasión o memoria del amor, jamás la lanzaría.

lunes, 21 de julio de 2014

¨¡RENUNCIO!¨

Soy abuela y ¡RENUNCIO¡. . .

. . . A un peinado impecable, por un buen chapuzón en la piscina.
. . . Al maquillaje de moda, por un diseño con brillantinas de mi nieta.
. . . A la ensalada y los cereales, por una mordida de la paleta chupada de mi nieto.
. . . A los restaurantes en la Condesa, por una pijamada y palomitas.
. . . Al descanso en vacaciones, por el alboroto de mis nietos tras las olas.
. . . Al manicure y las pestañas, por la arena del castillo en la playa, bajo las uñas.
. . . A los conciertos y el teatro, por una matineé con marionetas.
. . . A las tardes de lectura, por los columpios en el parque.
. . . A la conversación de sobremesa, por caritas sonrientes ante una mesa con migajas.
. . . Al jacuzzi y vino tinto, por una tina con juguetes y tres niños.


Sí, por ser abuela de mis nietos y compartir su vida, renuncio a una vida llena de cosas que no importan, para tejer, junto con ellos, la capa de memorias con el que mis pequeños resguardarán los recuerdos de su infancia y con el que yo calentaré mis tiempos de vejez.

miércoles, 9 de julio de 2014

"Paradojas y otras hojas"

El anhelo de mi alma es, por naturaleza, la serenidad de lo conocido y la holgura de la rutina. Pero, contra mis deseos, mi mundo es un vertiginoso ambiente azotado por los cambios inesperados. Los compases de reposo son tan breves que no podría asegurar si son sólo momentos de transición algo más prolongados.
Mi corazón, a decir verdad, entra en las novedades con  la misma soltura que un gato en reversa sobre la alfombra. Y, a mis cincuenta y cuatro años, no se ha dado el fenómeno de la “costumbre”, a pesar del ensayo permanente al que soy sometida.
Empiezo a pensar que, bien dicen por ahí, el gusto por la rutina “es cosa de la edad”.

Hoy miro como la familia de mi hija prepara maletas hacia una nueva ciudad y con ello quedan atrás las pequeñas rutinas con mis nietos; mi hijo, con planes de lejanía en el bolsillo, se dispone a transitar el último tramo del camino; y, mi esposo y yo, vamos tomando impulso para dar el salto al siguiente escalón para acercarnos a la meta de consolidar un patrimonio laboral -con todo lo que eso trae consigo.
El caleidoscopio de mi entorno está girando y la incertidumbre de los nuevos visos me estremecen la piel. ¿Cómo será la nueva convivencia? ¿Cuánta ausencia requerirá la rutina diaria para funcionar? ¿Cuáles serán las cosas a renunciar y cuáles deben añadirse?
Tomo un sorbo de café y me doy por vencida. Repaso todos los tiempos de cambio que he sobrevivido y rescato la clave de supervivencia: ¡Hacer a un lado la anticipación y abrirme a la aceptación!

Imitando al árbol, me propongo dejar que el futuro pase en mi vida como el aire por el follaje. Respiro hondo y abro los brazos del alma para dar la bienvenida a lo que viene. 
¿Qué está en camino? No lo sé pero, eso, también es Su Voluntad.