martes, 24 de abril de 2012

"A los seis"


Algunos personajes usan su vida y su tiempo para conquistar el mundo pero, yo conozco a uno, que a los seis, ha conquistado el mundo y corazón de mucha gente. . . comenzando por el mío.
También, durante esos seis, me ha guiado de regreso al país de la fantasía y de la risa, un lugar que se había perdido en mi memoria. Y está por demás decir que, como guía de corazones, ha sido el mejor que he tenido.
Aunque apenas rebasó su primer quinquenio de vida, él tiene la habilidad de hacer salir el sol hasta en los días nublados con tan sólo sonreír. Desde que nació, también, controla el ritmo de mi corazón con sólo pronunciar tres palabras: “Gramma, te amo”.
Sé que muchos científicos reciben reconocimientos por sus grandes descubrimientos pero me atrevo a decir que, a los seis, él ha reinventado el significado de las cosas y ha descubierto lo mejor de mí, con sus ojitos oscuros y risueños de cervatillo, como nadie jamás lo hará.
La sabiduría de los ancianos, frente a la naturalidad de  sus respuestas, se ve empañada y, como el mejor de los maestros, me enseña a resolver, con la simpleza de un abrazo, hasta los más intrincados enredos de mi corazón.
Sí, este pequeño que hoy cumple 6 años, es mi guía, mi maestro y mi conquistador favorito, el mejor. Y confieso que, ha sido su presencia en este tiempo, la pieza clave para alcanzar mis más intensos momentos de felicidad.
¡Feliz cumpleaños, nieto de mi corazón! ¡Dios te hizo una bendición y tu vida está en Sus manos. . .para bendecirte aún más!

miércoles, 18 de abril de 2012

"La última página" (Parte 4)

Las horas de este último día transcurren y se agotan. Mi vida continúa y, después de esta pausa para revisar el saldo, se abrirán los “Cincuenta y dos”. Lágrimas, suspiros, risas y gozo se mezclan en mi alma durante el recuento pues, tal vez, este año ha sido uno de los más intensos, emocionantes, complejos y útiles de mi vida.
Caí pensándome derrotada, me levanté con la esperanza de la fe, encontré fuerzas donde pensé que ya no había más, estallé de gratitud al reconocer que Dios es la Gracia, me re-enamoré a rabiar de mi amado, perdoné mientras lloraba gotitas de sangre en el corazón. . . ¡Aprendí, crecí, me fortalecí, me vacié de expectativas y me volví a llenar de ilusiones y, así, llena de fe en Dios, me mantuve con vida! 
Hoy, mi espalda tiene un ángulo más agudo, muchos de mis cabellos han olvidado su original tono castaño, mis párpados son un poquito más pesados y mi piel va perdiendo la batalla contra la gravedad; y podría escribir un libro sobre todo lo que viví en los “Cincuenta y uno” pero, una sola cosa realmente es importante de agregar:
¡Gracias, mi Dios, por estar conmigo!

Y ahora, a cantar la canción que me recordará que, lo mejor. . . 
¡está por venir!
http://www.youtube.com/watch?v=BGG02Jrp3I4&feature=mr_meh&list=FLqd-gIN7RrFluXChLYzGAgw&lf=mh_lolz&playnext=0

¡GRACIAS “CINCUENTA Y UNO”! ¡NADA CAMBIARÍA EN NINGUNO TUS DÍAS!
¡ADIÓS, AÑO QUERIDO! ¡NOS DESPEDIMOS EN PAZ!
Y. . . ¡BIENVENIDO “CINCUENTA Y DOS”!

"La última página" (Parte 3)

Fue también en este año que la vida me obsequió dos nuevos amigos.
Uno, mesurado y puntual, un hombre con cicatrices en el alma y sabiduría en el corazón. Un vagabundo que usa la tecnología para robar al mundo pequeños instantes que después comparte con los atareados, como yo, que no tienen tiempo para detenerse a mirar.
El otro, un sonriente ladrón de corazones que llegó a nuestra vida en medio del oleaje, desde el otro lado del mar. Una incógnita, un desconocido que se mezcló en nuestra vida diaria como se cuela el vapor entre las rejas y de quien aún no he descifrado las verdades de su corazón.
Estos dos nuevos amigos, tan distintos y tan extraños, son ahora parte del bagaje de mi vida.
Al intentar redondear mi resumen, mencionando el logro de alguna de mis metas u objetivos, no puedo evitar el sonreír pues, a decir verdad, no concreté ninguno. . . ¡ni uno sólo! Pero, con especial asombro, me doy cuenta de que acerté a completar un propósito que no aparecía en mi lista: Morir a mí misma mientras amé a mi prójimo en acción.
Tal vez, si tuviera que dar un título a este año de mi vida, lo llamaría “Aprendiendo a amar”. Pues ha sido en este tiempo que logré amar mientras recibía la puñalada por la espalda, perdonar cuando aún sangraba la herida, servir cuando era repudiada, dar cuando la desilusión me derribaba y quedarme, aunque el corazón me gritaba que me fuera. Y, con sinceridad y humildad, declaro que nada de eso es mérito mío sino de Quien aún sigue modelándome y enseñándome a permanecer en el verbo más difícil de vivir: AMAR. (continua. . .)

"La última página" (Parte 2)

Al mirar hacia atrás, veo días llenos de quehaceres, carreras, cansancios y soledad. Pero, por extraño que parezca, el sabor de los recuerdos es dulce pues, cada uno de ellos, me enseñó a disfrutar de la presencia de mi mami, el cuidado de mi papi, el amor incondicional de mi esposo, y la presencia de cada uno de los míos con la solidaridad que sólo un amor muy grande puede dar.
En este año y contra mi costumbre, asistí a tres bodas. La primera, madura de experiencia y determinación, aunque sin perder la candidez de la ilusión; la segunda, ejemplo del cimiento de la fe y la obediencia, llena de la naturalidad del amor limpio; y la tercera, toda una celebración del anhelo resguardado con celo por más de una década.
También en este capítulo, festejé con lágrimas de gozo que el talento de mi hijo fuera descubierto y, además, que viera coronados sus esfuerzos con un reconocimiento ganado a pulso de compromiso y persistencia.
Viví, casi conteniendo el aliento, el inicio de la última etapa en el renacimiento profesional de mi hija, con la esperanza de que su corazón aprendiera la lección más importante en el servicio: el amor y la entrega al prójimo. 
Ha sido en este pasaje de 365 días que he podido ver, de cuerpo entero, al hombre al que uní mi vida en juramento frente a Dios. Ante mis ojos, he vivido la fortuna de ver su naturaleza revelada pues, ante cada adversidad y cada reto, me demostró su integridad, su capacidad de compromiso y el tamaño de su fe.
Al final de mis cincuenta y uno, sigo confirmando que, ser abuela, es una de las bendiciones más sublimes que he podido recibir.
La lejanía de mi hogar me regaló tiempos de fascinante convivencia con mis nietos. He visto resurgir la sonrisa de mi nieto y me he reído a todo pulmón al hallar la esencia burbujeante de mi nieta. Por cada día de ausencia de mi propia casa, Dios me entregó la risa y la ternura de mis pequeñitos por consuelo. (continúa. . .)

"La última página" (Parte 1)

Tres intentos de llegar al teclado y, los recuerdos, se embotan en mi mente alterando el ritmo de mi pulso. Porque, sí, hoy es el último día de un capítulo de mi vida, uno llamado “Cincuenta y uno”, y me llegó el momento de recapitular y hacer el resumen antes de continuar el viaje.
El año inició con un reto y una pregunta.
El primer día del “Cincuenta y uno”, acepté el reto de acompañar a Lorenzo, mi perro y amigo, en la recuperación de su cirugía de columna mientras, al mismo tiempo y tras superar un padecimiento que casi la deja paralítica el resto de su vida, festejaba ver caminar a mi hija con la misma emoción que cuando celebré sus primeros pasos. Y, entre la alegría y la gratitud me preguntaba: ¿Qué hará ella con su nueva oportunidad y el resto de su vida? 
Durante estos doce meses, viví tres veces la zozobra ante el acecho de la muerte y me regocijé con agradecimiento a Dios por dejarme disfrutar, por otro tiempo más, la vida de mi madre. También vi a mi padre crecerse para combatir el cáncer y, en mi corazón, renació la admiración que de niña, más de una vez, me hizo decir con orgullo: ¡Ese es mi papi!
Entre tormentas, sinsabores, miedos y dolores, descubrí el secreto de los matrimonios que llegan a viejos. Encontré que, mi esposo y yo, habíamos recibido de Dios ese don de amor incondicional que haría perdurar nuestra unión, hasta que la muerte nos separe.
Noche tras noche, al cerrar la puerta en la soledad de la Toscana, viviendo lejos de mi amado, pude comprender que él y yo nos hemos convertido en uno y que lo que Dios llamó “el gran misterio” es ya una realidad para nosotros.
Por primera vez, sufrí una herida que me cortó el corazón de adentro hacia afuera pues, quien me traspasó, ha vivido en el centro de él desde que existe en este mundo. La última noche del 2011 fue una de las más tristes de mi vida y la viví dormida. Esa cicatriz es ahora parte de mí.
En toda la ausencia de mi hogar, extrañé a mi esposo y a mi hijo pero, a pesar de todo, me sentí unida a ellos. Otro milagro del amor entrañable. (continúa. . .)

lunes, 16 de abril de 2012

"Un tal. . . Zacarías" (Parte 4)

Aún en la penumbra, Zacarías tiene una sombra que lo sigue. Él la llama “mi mujer”.
Con el rostro del color de la tierra que los engendró, la mujer de Zacarías lo ha seguido por más de 40 años y, con sus ojos entrecerrados y la voz como correr de agua entre las piedras, repite: “Zacarías no quiere que corten su pierna”.
Su lenguaje, escaso de artículos y verbos, es el recordatorio de la eterna lealtad de su corazón hacia la sierra entre los mazahuas, sus hermanos. Y, como a su marido, le faltan, no sólo las palabras para decir lo que su mente encierra, sino también esos garabatos en el papel que siempre le han dado miedo.
Aun así, venciendo su temor, se sienta junto a la cama donde Zacarías no quiere dormir. No vaya a ser que si lo hace, los que quieren curarlo, le roben su pie. Y la mujer de Zacarías lo mira, lo escucha y entrecierra los ojos para ver si así logra entender lo que los de bata blanca dicen, pues no se atreve a preguntar.
Aunque parece que el enfermo yace abandonado, la verdad es que no es así. Evangelina, su mujer, como toda sombra leal, lo sigue y seguirá hasta que la tierra, y esperan sea la de su pueblo, lo cubra de rostro a pies y de preferencia. . . los dos. 

sábado, 14 de abril de 2012

"Un tal. . . Zacarías" (Parte 3)

-Él no sabe hablar- se excusan los que hablan y les sobran palabras para hacerlo.
Zacarías, con su lengua náhuatl, se tarda en encontrar las palabras en español para explicar que está herido y necesita ayuda. Mientras al otro lado del escritorio, con bata blanca y mucha prisa, el educado en medicina anuncia: “Te vamos a cortar la pierna, Zacarías, porque ya está muy enferma”.
¿Cómo andar entre los naranjos sin mi pierna? ¿Cómo cargarme todo el cuerpo con muletas, si mis manos ya no cargan como antes?, se pregunta.
La mirada de cristal no explica más y anuncia: “Te amputamos la pierna o te mueres”.
Zacarías no quiere vivir sin su pie y huye de las manos de los doctores que, para curarlo, lo quieren hacer aún menos de lo que la sociedad, culta y blanca, lo ha rebajado por ser indio.
El hombre que va dentro del cuerpo enfermo decide y sólo tiene una respuesta a las opiniones de los que saben de salud: ¡O con mi cuerpo, todito como lo parió mi madre, o mejor me muero bien!
Encerrado en su refugio, Zacarías resiste las amenazas de cortarle la extremidad enferma y sufre el dolor en el discreto silencio que aún le reserva el respeto y la dignidad.
¿Desde cuando el indio de mi México ha aguantado la crueldad del que cree ser más que él? Los años, parecen, son más de 500 y, aun así, ¡el indio aguanta!

viernes, 13 de abril de 2012

"Un tal. . . Zacarías" (Parte 2)

Dicen que las tragedias siempre vienen juntas y, para Zacarías, no hay excepción.
Su piel morena es sólo el comienzo de la gran tragedia pues, la historia de su infancia que lo marcó como iletrado e ignorante, se suma a un viacrucis que, sólo los que no son alcanzados por el beneficio de la educación, viven.
Zacarías, que apenas puede caminar, inicia su peregrinar con ese pie que ya no quiere andar y que lo ha martirizado como espina de huizache encajada por muchos días. Y frente a escritorios rayados, ocupados por los que saben escribir y hacer cuentas, en los hospitales del gobierno, recibe órdenes de ir a sentarse por horas a la sala atiborrada de otros que tampoco tiene derecho a preguntar o exigir atención.
La pierna se entumece, la infección avanza y todos los tejidos le mandan una nueva orden: ¡Vuelve a casa! ¡Necesito un lugar para quejar mi dolor! Y, como el perro callejero con la pata atropellada, Zacarías deja el lugar, sin medicinas, sin doctor, sin consuelo.
¡Que tragedia es ser indio en mi México! Pero, más tragedia es. . . ¡la ignorancia!

jueves, 12 de abril de 2012

"Un tal. . . Zacarías" (Parte1)

Extranjero en su propia tierra, como tantos otros, vive incrustado en una sociedad que no sabe de naranjales, abejas que polinizan sus flores ni de cómo erradicar los hormigueros ocultos bajo la tierra.
Sus manos y pies, encallecidos por un asfalto que le ha sido ajeno por 30 años, ahora sufren. Los dedos morenos, antes entintados de tierra y savia, ahora sólo cuidan de plantas arrinconadas en maceteros de concreto. Y sus pies, ¡oh, sus pies!, pagan el precio de su exilio. Esas plantas de los pies que antes se hundían en el lodo de su tierrita, ahora revientan en llagas, amoratados por enfermedades que sólo los de la ciudad deberían tener.
Pero, tanto tiempo en la ciudad, lo convirtió en uno de ellos en la enfermedad y lo hizo blanco de un antiguo mal. Uno que agrede con dardos de menosprecio por su piel color chocolate y rostro lampiño.
Zacarías, como muchos otros “Zacarías”, ahora paga el precio del pecado heredado por sus ancestros, indígenas mazahuas que ofenden a los de ojos claros y pieles blancas, sólo por ser distintos.
La tragedia de Zacarías inicia una tarde cuando, su pierna derecha, amanece dolorida y se agrava cuando necesita de la ayuda de los rostros de narices afiladas y, en algunos casos, con piel tal vez un poquito más clara que la suya.
Alguien ha llamado, a las historia de los ´zacarías´, “racismo” pero, en estos días, yo he aprendido a llamarlo con un nombre más largo y más profundo, al conocerlo más de cerca: “deshumanización”. 

viernes, 6 de abril de 2012

"Noche"

Las tormentas y huracanes han cesado, las heladas y el invierno se han ido y ceden el paso a nuevos aires.
La brisa recorre de puntitas los rincones y mece sin prisa las pocas hojas que recuerdan el pasado y, en un instante, el mundo se suspende en la calma de nuestros suspiros.
Nuestras siluetas se funden, nuestras almas se tocan y en el sueño del amor, arrullamos lo antes exhaustos cuerpos.
¡Qué bien suenan los silencios apenas interrumpidos por resuellos! La magia nos visita, los sueños cristalizan sus dibujos sin espacio y, desde lo más alto, el Señor nos pinta una sonrisa con el anuncio de un milagro.
No, ya no es invierno ni se viven luces de fiesta navideña y, sin embargo, esta noche, azulosa de luna, él y yo y siendo tres, vivimos nuestra noche. . . “Noche de paz”.