sábado, 30 de abril de 2011

"Perfección"

Mi hijo de 20 años es capaz de no desbaratar la maleta de viaje después de 3 semanas, no contesta el teléfono aunque suene 50 veces pensando que “seguramente no es para él”, no responde a un correo, chat o mensaje de texto aunque lo haya leído.
Mi nieta de dos años puede volver loco un ambiente con un berrinche a decibeles impensables, como una esposa experta quiere controlar a todos y todo a su alrededor y, no le gustan las verduras en ninguna de sus versiones.
A mi hija adulta no le gusta la fruta y no la come ni para dar ejemplo a sus hijos, ha perdido más cámaras, llaves y lentes de sol que cualquier persona que conozco y no carga gas en su casa sino hasta que, una mañana, ya no pueden bañarse porque se acabó.
Mi nieto de cinco años, tiene la habilidad de un mesero veterano para ignorar a su mamá cuando no le gusta lo que va a escuchar, tira el agua o cualquier cosa a su paso justo cuando se le pide que tenga cuidado y puede pasar dos días sin bañarse sin que eso le incomode.
Y, mi esposo, con más de cincuenta años, todavía dice pequeñas mentiras cuando se trata de ocultar que ha comido de más, ronca como tiranosaurio herido, olvida hacer las cosas de la casa que prometió hacer y deja los zapatos a la mitad del paso hacia el baño.
Conclusión. . . ¡Mi familia es perfecta y no la cambiaría por nada!
Porque, a mis cincuenta y uno, he aprendido que la perfección no es plana y que son las “imperfecciones” de mi gente las que le dan matiz y el bajorrelieve que la hacen bella, apetecible y viva. Nuestros errores son, para mí, la inigualable oportunidad para amarnos, perdonarnos y ser una verdadera familia.

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