lunes, 21 de octubre de 2013

"Puros cuentos"

Cuando niños, casi todos hemos escuchado el tradicional cuento de Caperucita Roja y el lobo. Hoy, casi por puro ocio, releí la tan conocida historia y encontré que, retirando los betunes infantiles, entraña enseñanzas útiles a estas alturas de mi vida.
Comencé por la madre y su instrucción a Caperucita de llevar víveres a la abuela enferma, cruzando el bosque con sus consabidos riesgos (¿o le habría hecho recomendaciones antes de enviarla?)

La madre, motivada por una buena intención, decide tomar el riesgo y envía a la inocente hacia el trayecto donde sabe habita el lobo y “otros” extraños. Su consejo es: “no te apartes del camino y no hables con extraños”. Y todo el asunto me pone a pensar.
¿Era el verdadero riesgo que ella hablara con extraños? El andar por el camino, a fin de cuentas, era la opción que más posibilidades daba para que se topara con otros transeúntes y, hablar con el lobo, ¿era el verdadero riesgo, conociendo la naturaleza carnívora de la bestia?
La vaguedad en las advertencias maternas me parece no sólo insulsa, sino casi tan infantil como la niña misma. Y, un poco más allá, irresponsable.
Entonces imagino una típica escena actual donde una madre despide a su hija para ir de campamento, a una excursión o una visita: “Pórtate bien, te cuidas”. ¡Más imprecisiones y advertencias inútiles! ¿Acaso no es obligación del adulto señalar los riesgos específicos a los que puede enfrentarse la criatura? En cambio, encapsulamos la experiencia y deseos de bienestar en la inútil frase “te cuidas”. Si además, evaluando la circunstancia de riesgo, encontramos que la niña no sería capaz de maniobrar con las posibles dificultades, ¿no es osado e irresponsable someterla a tales peligros?
Tal vez, de todos los personajes del cuento, la madre es quien más reproche me merece. No sólo es de señalarle que “sus buenas intenciones” no eran suficiente razón para poner en riesgo a su hija, sino que la lógica más elemental no es parte de su forma de advertirla sobre los peligros.
A lo largo del cuento, cada personaje actúa como su rol le exige, menos ella. Y en el diario vivir, descubro que muchos de nosotros nos justificamos con nuestras buenas intenciones, ponemos en riesgo a terceros por nuestra falta de lógica; somos imprecisos en nuestras advertencias y, al final, parece que otros tienen responsabilidad de nuestras decisiones.

¿Es en verdad un cuento para niños?

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