lunes, 14 de octubre de 2013

"Lunes"

Lunes. Jalo la sábana sobre mi cabeza y la convierto en una barrera infranqueable que no permita el asalto de la realidad. Suspiro. La bota de un hombre se posa sobre mi pecho y mi corazón se queja, no puede palpitar. Pero el intruso, llamado tristeza, reclama su territorio y aprieta con más fuerza, machacando mi respiración.
Algo zumba y lo atrapo con la mano para arrojarlo contra el muro. Me detengo. No tengo las agallas de enfrentarme al despertador, ¿cómo entonces espero poder hacerlo con el mundo?
Me envuelvo con la tela, mi única aliada, y giro para esconderme bajo la almohada. Dentro de mi mente, aprovechando la maniobra, mis recuerdos comienzan a caer como canicas bajando la escalera.
Ahí están ellos. Sonrío.
Mis brazos se llenan con ese bulto sonriente y calientito. Rozo con mi dedo su mejilla. ¡Es hermoso!
Dos vocecitas me sacan del ambiente de ensueño que el bebé lleva consigo. Es hora de jugar, anuncian. Mi atención vive el suave jaloneo de sus juegos. Un libro, los colores, pequeñas piezas ensambladas, la pantalla con sus retos y deseo, por enésima vez, partirme en tres para no perderme un segundo de su vida, su compañía.
La puerta se abre y aprieto los ojos para no ser descubierta soñando. Los pasos del guardián de mi tristeza se detienen junto a la cama. El aroma del café que ha traído quiere convencerme de intentarlo. Espero a quedar a solas para moverme. No quiero testigos si es que fracaso en mi propósito.
Retiro las mantas y mi cabello alborotado se convierte en el retrato de mis sentimientos de añoranza y pena. Bajo un pie. Luego el otro. El frío del piso y de la realidad, espabilan mi conciencia. Abro los ojos y me doy cuenta de que, su ausencia, es tan fría como ese piso.

Miro a la ventana y compruebo mi sospecha. Mi ánimo ha pintado el cielo con nubes grises y soledad. Avecina una tormenta, sorda, como de lágrimas escurriendo en las mejillas.

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