lunes, 7 de octubre de 2013

"Humedad"

Un vistazo al techo del comedor y la pesadumbre me aplasta el ánimo.
¡Otra vez, la humedad ha arruinado el aplanado y la pintura! Como burbujas a punto de reventar, el agua acumulada abulta el esmalte que hace menos de un año aplicaron y es obvio, inminente, que el yeso caerá en cualquier momento. ¡Cuánto esfuerzo y dinero desperdiciados! ¡Qué poco me duró el gusto de ver el espacio decorado y perfecto!
Pasada la contrariedad del hallazgo, me propongo a hacer un plan para la reparación y recuerdo. . .
El origen de la humedad, que quise ignorar, está en la tina de hidromasaje del baño de la planta alta. Una gota constante que, al verla diminuta, resolví ignorar. El arreglo quedó pospuesto por considerar que el daño no pasaría de un pequeño charco que a nadie incomodaría. ¿Cómo iba yo a imaginar que, al paso de pocos meses, la avería se extendería y se trasminaría hasta la planta baja? Pero la consecuencia ya es parte de la realidad y me resigno a lo que viene.
Ahora tendré que lidiar con el polvo que invadirá toda la estancia cuando, para ventilar y secar la zona, retiren el yeso del aplanado. También me ha anunciado el plomero que le tomará algunos días romper parte del muro del baño y será necesario cambiar las tuberías afectadas. ¡Más escombros y desorden! Tendrá que cortar el flujo del agua por un par de días y el agujero en el comedor, probablemente, deberá permanecer como parte de la “decoración” por algunas semanas hasta que haya secado completamente ¡Tiempo! No hay otra solución más que dejar que el tiempo haga su parte.

El porvenir, reconozco con desgano, no se me antoja y puedo imaginar todas las incomodidades que están por delante. Las molestias postergadas están cobrando factura con intereses.
Entonces pienso en las “otras averías” y viene a mi mente la queja que alguien cercano pronunció hace unos días: “¡Otra vez! Parece que no es posible vivir en paz más de dos o tres meses”. Los desperfectos en las relaciones familiares, al igual que la gotera y la humedad en el techo, están exigiendo atención. También han sido postergadas las reparaciones e irremediablemente, esta vez, se requiere de romper, cambiar y dejar secar antes de recubrir las zonas dañadas con yeso, sellador y pintura. No tiene caso pintar y repintar, aunque lo haga con el esmalte de mejor calidad, si por dentro persiste el daño.
Esa reparación de relaciones, al igual que el techo, es impostergable y necesaria. Y, a decir verdad, sé que tampoco será placentera.
Me esfuerzo por hacerme a la idea de que tendré que trabajar ambas cosas y me repito que, en la vida, no todo lo que hacemos es grato. Hay temas que se atienden porque son necesarios.

Así que, ¡manos a la obra! Y que el tiempo haga su parte.

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