miércoles, 12 de septiembre de 2012

"Feliz"


A veces quisiera ser feliz. . . ¡Como mi gata!
Basta un grillo para ponerla en movimiento. Sus horizontes se amplían cuando, de reojo, lo mira saltar y deja la comodidad de la silla para ir a la caza del insecto.
Si sale el sol, la tierra húmeda o la silla con vinilo, son aposentos donde acurruca su pereza, una que, sin pena o congoja, disfruta con harta paciencia.
El plato de la cocina contiene siempre las viandas perfectas, ya sean sobras de comida o las croquetas del día anterior. Sin prisas y con deleite, come a sus horas, que por cierto, nunca son las mismas.
Sin saber el refrán de “el ave canta aunque la rama cruja, porque sabe lo que son sus alas”, se queda en la habitación aunque mi perro entre pues, ¿no dicen por ahí algo bueno sobre la agilidad de un gato? Ella no menosprecia al perro pero, ¡nada como un buen salto para librar el obstáculo!
Disfruta de la gente y se deja acariciar. Pero, cuando el amor deja de verse en el plato o en los mimos, sanamente, sin apegos y con toda dignidad, inicia el peregrinar hasta donde vuelva a ser apreciado.
El sol no es su único inspirador porque, ¡quién se perdería de las parrandas bajo la luna!
Su límite, para merodear la vida, no se encuentra sobre el piso. Tejados, árboles y bardas son, para ella, atractivos nuevos caminos que explorar.
Mi gato, en pocas palabras, hace lo que le viene en gana. No le gusta obedecer, ni se place en las rutinas. Vive con lo mínimo y lo disfruta. . . ¡Al máximo!
Por eso digo que, ¡Quién tuviera la vida de mi gato!

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