miércoles, 5 de septiembre de 2012

"Con ganas de. . ."


Cuando me siento atrapada en las circunstancias, como rodeada de puntas de lanza acechándome en emboscada, me dan ganas de. . . ¡Jugar!
Quisiera entonces pedir a mis amenazas que, como en el juego de las escondidillas,  iniciaran la cuenta con ojos cerrados y entonces perderme en algún rincón. ¡Cuántas ganas de sentir las cosquillas en el estómago por contener la risa nerviosa que ataca cuando el otro no te encuentra!
También me gustaría mirar las nubes mientras, nadando de muertito, cuento los segundos que logro mantenerme a flote sacando la barriga o escucho el agua como sonar de submarino.
O, ¿qué tal una emocionante competencia de gárgaras, de esas tan difíciles de ganar cuando se batalla por contener la carcajada? Y, con osadía, ¿por qué no poner un vaso sobre la puerta entreabierta y empapar al primer transeúnte en el umbral?
Extraño mucho jugar y no sólo yo lo añoro. Mi corazón lo anhela, mi alma se agota de esperar los lúdicos espacios y mi espíritu, día a día, ve morir su esperanza de volver a retozar con cosas tontas.
¿Cuándo fue la última vez que jugué y perdí mi tiempo? ¿Acaso ese juego de granjita no fue mi último intento al emocionarme cuando coleccionaba mis vaquitas?
Pero, soy un adulto, me reclaman mis canas y mis años. No está bien perder el tiempo ni reírse por bobadas. La vida es cosa sería, me repiten. Y, si eso es cierto, ¿Por qué tengo carcajadas sin usar que aún buscan sus instantes de salir? ¿Cómo es que mi estómago aún suspira por las cosquillas de emoción de alguna competencia? ¿De dónde vienen las ideas en mi mente de bromas sin estrenar?
¡Cuánto extraño ser niña, otra vez! Y, ahora que me doy cuenta, derramo una lágrima por los juegos tontos.

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