domingo, 22 de enero de 2012

"Gaudí"

Quien ha visitado España, la parada obligada al pasar por Barcelona es el parque Güell, conjunto inicialmente diseñado para casas habitación y que fue convertido en una obra de arte arquitectónica sui géneris.
Y, en estos días de tanta volatilidad emocional, mi memoria me llevó a recordar los “trencadís”, que tanta fama dieron a la obra de Gaudí, el renombrado arquitecto español.
Los “trencadís” fueron su peculiar y artística forma de remozar la arquitectura a través de la incrustación de pequeños pedazos de desechos de cerámica sobre muros, bancas y barandillas, lo que se convirtió en el sello de su arte.
Al mirar toda clase de objetos tapizados con multicolores piezas, que antes fueran parte de losetas, jarrones y muchos otros tantos artefactos con el destino común de haber sido rotos, descubro que, en el pecho de algunos seres humanos, existe una obra semejante.
Sí, ahí donde casi todos albergan un corazón, muchos padres resguardamos uno, pero al estilo Gaudí. Pues en vez de una textura uniforme, al ejercer el ministerio de la paternidad, lo hemos ido reconstruyéndolo, una y otra vez, con los pedazos que han ido quedando cada vez que es destrozado.
Aquellos que tenemos hijos, tenemos la costumbre de dejarnos romper el corazón para, después, pegar las piececitas con el amor por nuestros hijos, uno que parece inagotable.
Es un deleite a los ojos contemplar los balcones y barandales cubiertos de trencadís, y estoy segura, para Dios, es también un orgullo mirar dentro del pecho de los padres y sonreír, diciendo convencido: ¡que hermoso corazón de trencadís!

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