sábado, 2 de agosto de 2014

"Mi historia de amor: ¡Presente!" (Segunda parte)

“Si no te amara, no estaría aquí”. Esa era la respuesta que mi, en aquel entonces novio, me daba cuando le preguntaba si me amaba.

Joven e insegura, buscaba en su respuesta la certeza de que podía confiar nuevamente. Para su desgracia, aún recién casados, las heridas de una relación previa –prematura –me habían convertido en un caracol.
Sobreviviendo a mi desconfianza en sus palabras, desde recién casado, tuvo que intentar algo distinto: Traspasar la barrera con hechos.
Así fue que vivió conmigo, los primeros años, desarrollando la paciencia del minero. Cavando y retirando las piedras tras las que había decidido resguardarme. Tuvo que soportar la soledad por la distancia que yo imponía y que solo le permitía acortar de vez en cuando.

Pero, para tener mi amor, no sólo esperó mientras reconstruíamos mi fe en la humanidad. Ahí estuvo en cada evento escolar y deportivo de nuestros hijos, respondiendo con sus actos como lo había hecho antes: “Si no te amara, no estaría aquí”.
A lo largo de los años, él me ha enseñado con su alegría y desenfado, que está bien reírse por cualquier cosa. Con su silencio y prudencia, me ha convencido de que puedo equivocarme, enojarme y derrumbarme, y revivir con la certeza de que él seguirá esperándome sin reproches.
Con sus palabras buenas y de reconocimiento, me ha enseñado a amar lo bueno que yo no pude ver en mi misma, por mucho tiempo. Por amor, convirtió su abrazo en una cueva donde puedo refugiarme cuando el mundo me parece inhabitable. Y, con su esencia transparente, logró que yo creyera en sus palabras que me aseguran que siempre estará presente.

Cuando pienso en nuestra historia de amor, recuerdo la labor de un jardinero. Que sabe sembrar, esperar y disfrutar las flores cuando crecen. . .amando también a sus espinas.

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