miércoles, 13 de agosto de 2014

"Al otro lado de tu ventana"

Con la suelta discreción de la rutina, recogió su manto y, tras de ella, le siguió el cortejo que apagó sus lámparas, una a una.
Entonces todo fue suspenso, como si la tierra hubiera dejado de respirar.
Abrí mis ojos para entender lo que había frente a mis ojos. ¿Vida? ¿Muerte? Era como estar frente a la ausencia hasta que, como un filo de espada, un rayo cortó la cúpula impávida del firmamento.
Suaves y diminutas curvas parecieron despertar sobre el espejo de agua; alientos blancos y epumosos se movieron con pereza en lo alto; una paleta de colores tenues se derramó sobre el azul acuoso que emergía desde lo alto; y, mis dudas sobre la existencia de aquellos matices rosados y violetas, se despejaron cuando la luz empapó la gran esfera de cielo.
Con osadía, un silbar proclamó el anuncio de la procesión de astros, divinamente orquestada desde el principio de los tiempos y, sin pudor, otras aves sumaron su coro al despuntar del día.
Todo era tan perfecto que, una parte de mi, reclamó la intromisión de mi presencia, como si ese espacio prístino e inalterable fuera la extensión del paraíso.

No pude evitar una sonrisa. La travesura de espiar mientras todos dormían me obsequiaba regalías y, sin proponérmelo, había presenciado una de los maravillosos despertares de Dios, Su propio amanecer.

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