Es plan divino que, tarde o temprano, todos nos convirtamos en un
recuerdo.
Nuestras huellas, entonces, se convierten en el único vestigio de nuestro
caminar entre los otros pues las oportunidades de cambiar lo que forjamos
terminan con nuestra última respiración.
Hoy, abrí los ojos y me di cuenta de que mi labor en la forja no
termina y, de todo corazón, oré por convertirme en un recuerdo que pinte una
sonrisa en el rostro de aquellos que queden atrás de mí.

Pero, por sobre todas las cosas, quiero que aquellos que me piensen,
traigan a su memoria mi amor, obediencia y devoción a Dios.
Muchos errores he cometido y he pronunciado infinidad de confesiones
pero, si aún respiro, reclamo la oportunidad para enmendarlos, cubriéndolos con
obras nuevas que transformen mi recuerdo, en uno bueno.
Sigo respirando, sigo andando un día más y mi meta de labrar mi
recuerdo está viva conmigo. Mi ambición es alta pero, estoy segura, que la
Gracia de quien al final evaluará mi paso por esta tierra, cubrirá los faltantes
de lo que mi corazón aspira.
Cuando muera, quiero ser un recuerdo. . .uno bueno y, si no es así, que mejor me olviden.
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