viernes, 1 de junio de 2012

"Las dos letras"


“Porqué habría de ocuparme de encender el calentador, si yo no utilizo el agua caliente”. La frase, aunque parece inofensiva, contenía las dos letras que actuaron como un filo para cortar mi buen ánimo y me demostró, por enésima vez, que pueden levantar una barrera muy alta entre dos personas y sembrar la semilla del resentimiento.
“Yo”, en el contexto más sano, nos define, habla de nuestra unicidad y nuestra individualidad. Pero, cuando es usado para borrar a los de nuestro entorno, cercena los lazos que nos hacen formar parte de nuestra comunidad.
“YO no tengo escasez de agua, ¿Por qué habría de preocuparme o cuidarla?”, “YO no padezco de hambre, ¿Por qué ocuparme de la hambruna?”, “YO no utilizo las vialidades, ¿Por qué pagar impuestos?”, “YO no gusto de la política, “¿Por qué ejercer mi derecho al voto?”. Y, aunque los ejemplos son interminables, el resultado es el mismo: Un egocentrismo que destruye toda posibilidad de servir a otros, interesarse en sus necesidades o hasta sacrificar un poco de lo “mío”, anteponiendo “lo tuyo”.
Si iniciáramos un ejercicio, comenzando por la relación en el matrimonio, acomodando las prioridades en sentido contrario a la inercia natural del “YO” y lo lleváramos hasta la relación de gobernador y gobernado, seguramente encontraríamos que muchos de los actuales conflictos se desvanecerían: desde el divorcio hasta la corrupción. Porque, “Yo necesito ser feliz” y “Yo necesito más dinero y poder, a costa de lo que sea”, dejarían de ser las máximas y rectoras.
El “YO” como bandera, advierto, es una de las palabras más desintegradoras y perniciosas de nuestro vocabulario, por lo que deberíamos ser enseñados para usarla con cautela y sólo en los casos en que, su aplicación, edificara y no destruyera.

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