viernes, 15 de junio de 2012

"Historias de amor. . . ¡Diez años después!"


Diez años después, ella declara: “Decidí unirme al hombre de mi vida 
y no me equivoqué”.
Ante un anuncio semejante, más de uno, pensará que ella tiene el matrimonio perfecto y ¡tiene razón!
En una década, casi puedo asegurar, se habrán escuchado: el estallar de puertas después una discusión, citas al cine canceladas a gritos y muchas exigencias entre las cuatro paredes del “nido de amor” que, esa pareja, se comprometió a formar.
Ella, tal vez, le habrá reclamado que dejara los zapatos a la mitad del pasillo y que la hicieran tropezar. Él, es posible, se enfadara por el monto a pagar de la tarjeta de crédito y que ella olvidara el compromiso de austeridad.
Tampoco es difícil imaginar escenas de rabietas, enojo y mal humor después de una noche de desvelos por la enfermedad de su hija y, ¿acaso sonaría imposible que, en algún momento, pararan a mitad del camino por la duda de querer seguir en el proyecto común? 
Aunque no parece como una “historia de amor” ideal a primera vista, en realidad, lo que la convierte en “la verdadera historia de amor” es que, hoy, estén celebrando el seguir juntos. . . a pesar de todo.
Si por lo menos las parejas, que inician el camino de su alianza, corrigieran la falsa idea de lo que es el amor; si conocieran el significado que Dios le dio a tan maravillosa y, a la vez, difícil relación, muchas, jamás tomarían el reto de intentarla pues, ¿qué de atractivo tiene el amor en su verdadera definición?
Es por eso que, entre gritos y sombrerazos, con besos y portazos, aderezado de promesas, regalos y reclamos, un aniversario de matrimonio, ¡SIEMPRE ES DIGNO DE CELEBRAR!
“El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca la suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13:4-7)

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