viernes, 10 de abril de 2015

"LA PROMESA: Primeros"

Desde que mi padre falleció, un nuevo capítulo inició en la vida familiar, uno que incluye muchos “primeros”.
La primera vacación sin él, la primera noche en una habitación vacía, los primeros cumpleaños de mis hermanos sin verlo sentado a la cabecera y. . . los primeros errores.
Aunque es cierto que todos vamos por la vida dejando huellas de equivocación –que después nos recuerdan los caminos que no debemos volver a recorrer– hoy lamento haber cometido algunos que trajeron más dolor a mi madre.
Además de la pena de estrenarme en la triste realidad de la orfandad, he tenido que ver como el alma de mi mami se desmorona bajo el peso de su viudez. Es tan grande la pena, que me resulta insoportable.
Algunos días, mi mecanismo de defensa –sintiéndome incapaz de sobrellevar el sufrimiento– entró en acción y me apliqué en “reparar” el abatimiento de mi mami, casi obligándola a ignorar el dolor y empujándola a participar en actividades y reuniones.
¡Nada funcionó! Ella carga su tristeza a donde va y sus lágrimas corren sin control. Hay días en que mi frustración amenaza con arrastrarme y desistir.
Una noche, la más oscura y solitaria, mientras preguntaba con desesperación a Dios lo que había de hacer para rescatar a mi mami del maremoto de pesares donde la miro naufragar, me di cuenta de que sólo hay algo por hacer: llorar a su lado y tomar su mano para anclarla a un presente donde me encuentre para recordarle que la amo.

Así, en los ratos a solas con mi madre, he ido sintiendo el ritmo lento de los pasos de su corazón. Estoy aprendiendo a sentir su lamento y acariciar su cabello mientras le recuerdo que la quiero, que estoy con ella. Su letargo, entre suspiros, me está enseñando sobre los ensueños y ternuras de la vejez. Y, mientras navego junto a ella sobre ríos de lágrimas, voy dimensionando el valor que se necesita para vivir sin el sorbo diario del amor añejo.

Caminaremos, mami, lentamente. . . así, sin apuros, muy juntas, este valle de lágrimas, y guardaré en la cajita de la esperanza la última carta para alegrar tus labios: Un reencuentro eterno con tu amor, mi papi.

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