lunes, 20 de abril de 2015

LA PROMESA: Cuarenta días

Tengo la  certeza de que cuarenta es un número que encierra un misterioso poder -dispuesto por Dios-, y poco comprensible para la razón humana.

Cuarenta años en el desierto fueron el tiempo necesario para que todo un pueblo aprendiera las lecciones como nación -aunque esos judíos errantes no pasaran el examen final. El aislamiento en una cuarentena protege a su entorno de contaminarlo, y le da espacio para su propia recuperación. Cuarenta días y cuarenta noches llovió sobre la Tierra y Dios purgó de su faz la maldad del hombre. Y Jesús, durante cuarenta días de ayuno, además de ser tentado tres veces por Satanás y sentir hambre, se dispuso a caminar el duro tiempo de su vida junto a los hombres.

Y hoy, a cuarenta días de que mi padre murió, despierto por primera vez sin la sensación de tener una daga a mitad del pecho. Al amanecer, la libertad al respirar me despertó y me tomó unos minutos encontrar la delicadez del cambio.

¿Acaso fue mi oración desesperada pidiendo a Dios reposo y consuelo? ¿O sería el destilar de lágrimas que ya no pude contener la noche de anoche?

Frente a un lago trémulo y el borbotear de la bañera, mi tristeza se refugió en el anonimato de los vapores y la humedad que envolvían mi cuerpo. Y en un rincón, encubierta bajo la oscuridad apenas arañada por el tiritar de una vela, mi alma se volcó en un llanto contenido por interminables cuarenta días.

Pero mi lamento no pugnaba porque levantara el puño a Dios, ni mi voz era tentada para proclamar reclamos. Fue más como el lloro que bulle del corazón del camello que ha perdido algo en el desierto.

Mi corazón, sin mi comando, en algún momento dejó de llorar. Fluyendo en la libertad de su sentir, resolló cansado y volvió a navegar en el silencio de una oración a Dios.


- Gracias por mi padre dijo mi corazón al Señor, enjugando sin apuro las lluvias de su dolor- porque aunque aún añoro su voz y sus sonrisas, y aunque vuelva a llorar su partida al recordarlo, siempre tendré un gracias por haberlo dejado ser parte de mi vida.

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