jueves, 13 de febrero de 2014

"A la vuelta de la esquina"

Tachando el día de hoy en el calendario, me emociono al pensar que mañana será 14 de febrero (e inicio mi reflexión, lista para recibir los manzanazos de aquellos que tiene la fecha como un “cliché comercial”). Pero es inevitable para mí, pensar en todos los motivos que tengo para celebrar. ¡Tanto amor a mí alrededor, con cuantos rostros  e inesperadas expresiones!
Sin la intención de hacer rabiar a nadie, confieso que me deleito en los detalles románticos y, sí, hasta los cursis pueden hacerme brincar de contento.
En mi poca originalidad, los chocolates encabezan la lista y las flores son casi una fórmula indispensable para halagarme. Pero, esta vez, dejaré a un lado las velas, el vino y las palabras susurradas al oído en un baile a puerta cerrada, y rendiré honor a uno que lleva toda una vida. Quiero hablar de uno, muy raro por cierto, que está listo para soltar el torrente de caricias y cuidados sin haber siquiera conocido al beneficiario.

Ella es pelirroja y sus ojos verdes revelan los matices de su personalidad. Por un lado, ruidosa y alegre como su chispeante mirada, y por el otro, cabellos lacios que hacen alarde de la pasión por servir al prójimo, que esconde en el corazón, pero que la delata en el rojo encendido de su melena.
Su forma de amar, tan poco ortodoxa, tiene como fin salvar a aquellos pequeños seres cuyos ojos aún no han visto la luz del sol. Bebés cuya vida pende de la decisión de su madre de ser desechados o regalarles una oportunidad de vivir.
Si en el corazón de quienes los han engendrado el amor no enciende, ella se levanta para cuidar a la madre hasta que nace su hijo, y después se esmera en convertirse en una madre sustituta hasta el momento en que encuentra a los padres definitivos que acogerán al pequeño.
Ese amor tiene que buscar recursos para pagar los gastos, hacer trámites con los abogados y, como toda madre tras parir, desvelarse y renunciar a la vida cotidiana cómoda en aras de arropar al recién nacido con los cuidados más tiernos.
Cuando el momento llega, puedo asegurar, su corazón y sus brazos sienten el vacío por la ausencia hijo adoptivo. Desde que inicia su labor, esta madre temporal sabe que el regalo durará tan sólo unos meses y que, después, también como un acto de amor, tendrá que abrir sus manos y entregar al crío a su destino.
Esos amores, son en mi lista, dignos de alabar y aplaudir. Y mañana, en el Día del Amor, merecen un lugar de honor.

¡Feliz día del amor, Maureen!  

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