jueves, 2 de agosto de 2012

"De finales"


Hoy es el primer día del futuro próximo y el último de un ciclo que inició, venciendo un sinfín de contratiempos, hace un año. Y, aunque mi promesa de apoyo la entregué mucho tiempo antes, fue hasta ese primer día del ciclo que cierra, que mi voluntad y mi corazón se comprometieron a cumplirlo a la manera de los alcohólicos remisos: “Un día a la vez”.
Esa odisea profesional, aun siendo parte del proyecto personal de mi hija, se convirtió en la prioridad de toda una familia. . . la mía. Porque a lo largo de 365 días, los planes giraron en torno a las necesidades de cubrir pequeñas y grandes tareas, a veces de compañía, otras de transporte y, las más silenciosas, de oraciones nocturnas.
Cumplir la promesa, ahora sé, fue el catalizador de muchas emociones y, transcurrido el plazo, puedo declarar que ninguno de nosotros es el mismo.
A los que les tocó renunciar, además de un corazón más generoso, ahora tienen la satisfacción de dulces memorias  llenas de sacrificio. Para quienes vivieron sirviendo, sin duda, pueden asegurar lo que la Palabra dice: “Porque es más bendecido el que da, que el que recibe”.
Los momentos en que tuvimos que decidir las prioridades no siempre fueron fáciles. Ese poderoso engendro dentro de nosotros llamado “ego”, muchas veces, nos quiso convencer con el argumento de “primero yo”. Pero el otro consejero, el amor, libró todas las batallas y nos alentó recordándonos la promesa de amor incondicional.


Sin lugar a dudas, puedo decir que estoy muy orgullosa de mi hija. Alabo su perseverancia, su compromiso y todas las veces que se levantó de las caídas (¡Y vaya que fueron muchas!). Y junto a ese orgullo, sumo la admiración que siento por cada miembro de mi familia porque, en amor, cerró filas y entregó su amor con acciones, cada día de esos 365 días.
El fin común concluyó y se abre una nueva etapa que, estoy segura, incluirá nuevos propósitos y razones para trabajar, luchar, reír y sufrir juntos. No es claro aún quién será el siguiente blanco de nuestro apoyo y servicio pero algo sí sabemos: Somos una familia que se ama y estaremos, en amor, junto a cualquiera de los miembros de ella que nos necesiten. . . con amor incondicional.
¡Gracias, Dios, por cada uno de ellos!
¡Muchas felicidades, Doctora! Y ¡Buen trabajo, familia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario