jueves, 31 de marzo de 2011

"Lista para el adiós"

“¡Ya está comenzando a leer!”, me anunció mi hija que terminaba de hacer los deberes escolares con mi nieto de cuatro años. “Empieza a leer y en un pestañear, ¡estará en la universidad!”, respondí. Reí de mi propia broma, aunque en el fondo se encendió una lucecita de tristeza en mi alma. ¡Pronto! ¡Demasiado pronto!
En pocas semanas, las noticias que me han llegado tienen un factor común: los finales.
El ciclo de mi esposo en la empresa que él mismo fundó, llega a su fin. El contrato de otra propiedad termina. Y, ayer, recibí la noticia de que la “Toscana” sería puesta a la venta.
Mientras estoy aún trabajando en el diseño de las últimas áreas de mi pedacito de paraíso, el final ha sido anunciado. Aún quedan nueve meses para que se cumpla el plazo y sin embargo, sé que si todo sigue el curso natural, un día empacaré y dejaré este lugar que me saturó de ilusión desde el primer día.
Mi razón me recuerda: ¿Acaso no es todo temporal? ¿No es todo en la vida de paso?
Recapitulando, pensé en mi nieto de cuatro años y sus avances hacia la independencia; yo misma aún no he logrado creer del todo que mi hijo pequeño tiene veinte años y está en la universidad; mi pequeña que modelaba frente al espejo su traje de baño con barriguita de bebé, ahora es madre de dos hijos; y mi nietecita, que acuné poco tiempo atrás, ahora juega a pintarse las uñas y tiene clase de gimnasia olímpica.
¡Rápido! ¡Demasiado rápido! Entre más lento se convierte el ritmo de mi vida, todo a mi alrededor parece moverse más aprisa. ¡Qué paradoja! (Continuará. . .)

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