lunes, 25 de noviembre de 2013

"Desnudez: Encontrando al muerto" (Primera parte)

Cuando parece que he comprendido de qué se trata vivir, descubro que aún tengo que cambiar la piel de mi alma. ¿Qué descubriré bajo esa capa? No lo sé. Creo que, como las finas capas de una cebolla, la verdad de mi ser aún está por develarse. Y esas láminas, a pesar de ser casi transparentes, tienen el peso de un muerto sobre mi espalda.
Bastó que alguien orientara mi vista en la dirección correcta, para que mi conciencia descubriera al muerto, con su fatigoso peso y su pestilente anacronismo.
Al observarlo con detenimiento, descubrí su artimaña para permanecer en mi vida sin ser visto y entorpecer mi caminar hacia el futuro. Sin darme cuenta lo llamé “esperanza” pero, al desenmascararlo, vi que era una fantasía y no de aquellas que alegran el sentido de vivir, sino una perniciosa con su incapacidad de volverse realidad.

Tras descubrirlo y renombrarlo, me dediqué a diseccionarlo. La tal fantasía no tenía meta ni plazo, era simplemente irrealizable, un muerto viviente, y rayando en el absurdo. Como todo  cuerpo sin vida, tenía las entrañas infladas de expectativas descompuestas. Las cuencas de los ojos, carentes de futuro, me hicieron reconocer su ceguera; y comprendí que me había dejado guiar por esa mirada seca de verdad.
Pero he descubierto el cuerpo y, antes de echarlo al cementerio del olvido, preparo la lápida que me recordará que en algún tiempo creí en su existencia, y escribo su epitafio:

“Aquí yace el cuerpo de la fantasía de mi vida y mi familia perfectas” 
(1960-2013).

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