miércoles, 18 de abril de 2012

"La última página" (Parte 1)

Tres intentos de llegar al teclado y, los recuerdos, se embotan en mi mente alterando el ritmo de mi pulso. Porque, sí, hoy es el último día de un capítulo de mi vida, uno llamado “Cincuenta y uno”, y me llegó el momento de recapitular y hacer el resumen antes de continuar el viaje.
El año inició con un reto y una pregunta.
El primer día del “Cincuenta y uno”, acepté el reto de acompañar a Lorenzo, mi perro y amigo, en la recuperación de su cirugía de columna mientras, al mismo tiempo y tras superar un padecimiento que casi la deja paralítica el resto de su vida, festejaba ver caminar a mi hija con la misma emoción que cuando celebré sus primeros pasos. Y, entre la alegría y la gratitud me preguntaba: ¿Qué hará ella con su nueva oportunidad y el resto de su vida? 
Durante estos doce meses, viví tres veces la zozobra ante el acecho de la muerte y me regocijé con agradecimiento a Dios por dejarme disfrutar, por otro tiempo más, la vida de mi madre. También vi a mi padre crecerse para combatir el cáncer y, en mi corazón, renació la admiración que de niña, más de una vez, me hizo decir con orgullo: ¡Ese es mi papi!
Entre tormentas, sinsabores, miedos y dolores, descubrí el secreto de los matrimonios que llegan a viejos. Encontré que, mi esposo y yo, habíamos recibido de Dios ese don de amor incondicional que haría perdurar nuestra unión, hasta que la muerte nos separe.
Noche tras noche, al cerrar la puerta en la soledad de la Toscana, viviendo lejos de mi amado, pude comprender que él y yo nos hemos convertido en uno y que lo que Dios llamó “el gran misterio” es ya una realidad para nosotros.
Por primera vez, sufrí una herida que me cortó el corazón de adentro hacia afuera pues, quien me traspasó, ha vivido en el centro de él desde que existe en este mundo. La última noche del 2011 fue una de las más tristes de mi vida y la viví dormida. Esa cicatriz es ahora parte de mí.
En toda la ausencia de mi hogar, extrañé a mi esposo y a mi hijo pero, a pesar de todo, me sentí unida a ellos. Otro milagro del amor entrañable. (continúa. . .)

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