miércoles, 19 de abril de 2017

¡Hola, Pá!: Infiel y feliz

¡Hola, Pá!:

Tengo que contarte algo: ¡soy infiel y soy feliz!

Sí. Hace un año, cuando mudé el corazón a otra vida –pues la mía ya me sabía insípida y desgastada–, comencé mi aventura de ser infiel. 
Tú muerte, la enfermedad, la decepción de quienes eran ejemplo, el agotamiento, y toda la avalancha de finales que me cayeron encima, me dejaron inmersa en un mundo descolorido y frío. Fue entonces que huí, y como la serpiente que deja atrás la piel marchita, me arrastré para dejarla atrás e inicié una vida de infidelidades.
En un arranque de valor, decidí ser infiel a los cánones y a las expectativas que se me habían pegado a la piel como rémoras. Entonces surgió en mi la rebeldía de caminar sobre huellas ajenas y eché a andar hacia el sueño de vida que no me atreví a vivir cuando joven. Dejé de ser fiel al molde e inicié un romance con mis propios anhelos, apropiándome de todas las inconsistencias necesarias para convertirlo en una locura, apetecible y divertida.
¿Cuándo dejé de sentir que mi vida era divertida? No lo sé, Pá, pero reír es lo mío. Cuando dejo de burlarme de la vida y hasta de las situaciones más serias, la vida se me antoja indigesta. ¿Recuerdas cómo me llamaba mi prima Mimí? "Chepina la Boba", me decía, y yo me reía de mí misma y era feliz.
Hoy he vuelto a reírme de mí misma, Papi, y de la gente que no entiende esta nueva vida mía. 

Cuando me veo en un salón de clase, rodeada de jóvenes –por lo menos la mitad podrían ser mis hijos–, y confirmo que estoy robándole al tiempo el sueño de vida que se me perdió en el camino, me atacan las carcajadas. 

Al caminar entre calles de las que no conozco ni el nombre, sé que voy en la dirección correcta.   Y cuando tropiezo con un montón de rostros nuevos, un cosquilleo de vida me sube por la piel y ¡me río de mundo del que me escabullí sin que se diera cuenta!
Ahora vivo en un lugar lleno de gente que le gustan las mentiras y de otros expertos en contarlas. Y lo mejor de todo es ¡que me están enseñando a hacerlo con maestría! Porque, ¿no somos los escritores eso, un montón de locos capaces de hacernos creer sus mentiras?

Hoy cumplo 57 años, Papi, y lo estoy celebrando en Londres, la ciudad que me cautiva el alma,  acompañada del hombre que me ama (tienes razón, es la mejor persona que hayamos conocido hasta ahora) y de mi sobrina –que se ha convertido en una de mis favoritas–; he recibido felicitaciones y muestras de cariño desde el amanecer. Tengo salud y un proyecto de vida por delante; y una familia, al otro lado del océano, que me ama y me piensa. La lista de amigos a quien querer ha crecido y son más de los que perdí este año... ¡y hasta tengo un nuevo piano y una gatita esperándome en casa!
En días como hoy, que me detengo a revisar mi presente, un estremecimiento me sacude. Me invade el temor de que la burbuja de felicidad que hoy me arropa reviente y despierte en el pasado, sin tiempo para escribir, sin las bancas de Madrid ni los nuevos rostros que he aprendido a amar.
¿Ahora entiendes, Pá? Vivo enamorada, muy enamorada de mi vida. Tengo tantas ganas de vivirla que me estrujan las prisas. Me atosigan la urgencia de reír y los deseos de disfrutar todos esos lugares que quiero conocer. Y es tanto lo que aún tengo que escribir, que sospecho esta vida no me alcanzará para hacerlo.

Y, ¿sabes qué, Pá?, aunque sigo sin entender a Dios, le agradezco a diario por todo lo que tengo.

"Toda la vida en serio, pero no demasiado,
que de todos modos ¡se va a reír de ti!"

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