viernes, 19 de abril de 2013

"Tres. . . dos. . . uno"


Varios días atrás, perdí la cuenta o, ¿realmente quería seguir contando?
En el tintero se quedaron atrapadas mis reflexiones del recuento: Mis pérdidas, mis miedos y. . . mi porvenir.
Sobre las pérdidas, ¿por qué perder el tiempo en algo que ya doy por perdido? Si acaso hubiera algo que rescatar, ¿no tendría que cambiar de página y escribirlo en el renglón del porvenir?
Y los miedos, sólo me hacen pensar en algo que escuché y es que “Sólo hay dos tipos de personas: las que tienen miedo y las que no lo dicen”. Así que, reconociendo que me siguen asaltando los miedos, sólo puedo agregar que tengo un antídoto y es algo que habré de recordar en cada asalto: “El perfecto Amor, echa fuera el temor”.
Pero hoy, justo hoy, abro un capítulo nuevo, con la oportunidad de una nítida página en blanco.
Preparando un poco su entrada, la noche anterior configuré la alarma y dispuse que lo primero que mis 53 escucharían fuera mi canción favorita: “Who am I” (Quien soy yo, de Casting Crowns). La letra de la canción resume en mucho mi sentir, al preguntar a Dios, ¿quién soy yo para que me ames y hagas tanto, Tú, siendo Dios? Y es que, los 52 y sus experiencias, me redimensionaron con toda mi vulnerabilidad. Cada cosa ocurrida en esos 365 días, me recordaron mi pequeñez y me necesidad de confiar, depender y esperar, más que de mí, de un Dios que todo lo puede.
Hoy abrí la puerta al futuro llamado 53. Puedo anticipar un poco lo que viene: Una pequeña personita que apenas me está dando tiempo a preparar su llegada; la aventura de mi hijo en el extranjero; proyectos y retos que enfrentaremos, mi esposo y yo, de la mano; el deleite de ser parte de la nueva oportunidad que mi hija, en la bendición de la maternidad; sumar centímetros a mis nietos y anécdotas juntos; sueños de nieve, libros por nacer, gente por servir y amar, la Verdad por compartir. . . ¡Es tanto! que, hoy que todo está por comenzar, me pregunto si me alcanzarán 365 amaneceres para disfrutarlo.

Me detengo un instante y, a pesar de los dolores que el año que termina me trajeron, siento un poco de nostalgia. Me dispongo a echar el puñado de tierra sobre su féretro y un sentimiento me salta en el pecho, moviéndome a pronunciar un discurso en su honor:
“Queridos 52: Serás memorable por todas las cicatrices que me has dejado. Debo reconocer que fuiste un año lleno de sorpresas y, también es de mencionar, que no todas fueron buenas. Y es por aquellas que no lo fueron que quiero darte las gracias. Gracias por destruir las falsas ideas de autosuficiencia; gracias por no concederme todo lo que quise y gracias, porque al convertirme en polvo, me abriste a la oportunidad de volver a ser moldeada por la Mano del que originalmente me formó en el vientre de mi madre. Nos despedimos en paz, querido año. Ve a reposar en el pasado con la conciencia de que fuiste un importante ciclo de mi vida,uno, muy aleccionador”.

ESQUELA
Ayer, a la media noche, murieron los 52 años de Nuria. Ella lo despidió con palabras de gratitud y, al bajar el ataúd al fondo del pasado, justo en ese momento. . . nacieron los 53.

¡Los 52 han muerto. . . larga vida a los 53!

¡TRES! ¡DOS! ¡UNO!. . .  ¡¡¡COMENZAMOS!!!

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