lunes, 10 de octubre de 2011

"Y entonces. . . fui bella"

La noticia, confieso, me tomo por sorpresa.
Al menos en mi generación, a los 21, las mujeres aún teníamos una ingenua manera de vivir al ir entrando de puntitas al mundo de los adultos. Así pues, el anuncio de que en ocho meses llegaría mi primer bebé, fue como sacudir un árbol grande cubierto de mariposas.
Mis conversaciones, abandonando los pendientes escolares, se llenaron de planes y proyectos para mi nuevo amor que estaba en camino. La nota tecnológica del año hablaba de su imagen en el monitor de un novedoso y sofisticado ultrasonido.
Los libros de mercadotécnica, arrumbados por semanas, tuvieron que esperar su turno detrás de todos aquellos que me informaban sobre la manera ideal de cuidar al bebé que crecía dentro de mí.  Y, el ejemplo perfecto de la paciencia, lo encontré en todos aquellos que debieron escucharme explicar su mapa de vida que, si mal no recuerdo, llegaba hasta el día de que dejara el nido al volar detrás de su propio amor.
Y, lo más maravilloso ocurrió. Junto con el latir de ese pequeño corazón en mi vientre, a mi vida llegó la belleza. Sí, sólo por la presencia de esa personita, la imagen que me devolvía el espejo, con mi vientre redondo, me hacía sonreír. Porque, sólo por ella, entonces. . . fui bella.
El momento más importante de mi vida llegó. La indiscreción del ultrasonido me reveló que tendría un varoncito y, sábanas, almohaditas y toallas azules, esperaban bordadas y listas para recibirlo.
Contracciones iban y venían pero nada ocurría. Y, entre carreras y miedos, entré al quirófano para la cesárea.
Entre los temblores de la anestesia y el temor de la inmadurez de los veintes, una voz abrió el regalo que, hasta hoy, disfruto con todo el corazón: ¡Es una nena! ¡Es una nena!
¡Bendito error!, pensé, con lágrimas que dibujaban mi  rostro pasmado en una sonrisa.
A mis cincuenta y uno, HOY, celebro aquella noticia escuchada hace veintinueve años, con alegría renovada y con un corazón que se postra de gratitud ante el Dios que la puso junto a mí.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MI NENA, MI BENDICION Y MEJOR REGALO!

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