jueves, 20 de octubre de 2011

"Indigentes"

Un dolor a mitad del pecho me acongoja al pensar en las generaciones tras de mí.
¿Se darán cuenta de la depauperada versión del amor están viviendo? Creo, honestamente, que no han descubierto que persiguen un amor indigente.
La fuerza y constancia de los medios, parece, los ha convencido que sus encuentros furtivos y que no pasan de la epidermis puede llevar con honra el nombre de “amor”.
Ya no escucho más historias que incluyan la mesura y la paciencia. Y, seguramente, hasta les causaría gracia pensar que, un encuentro íntimo entre nosotros “los viejos”, tenga detrás horas de preparación, la consideración al cansancio del compañero y en el momento ideal, buscando sobre todo, el placer del otro.
¿Dónde quedaron esos mensajes donde él exprimía su vocabulario hasta encontrar las palabras perfectas que le hablaran a ella, con precisión, del sentimiento que lo enloquecía? Y, ¿existe en el corazón de alguna mujer el deseo obsesivo de conocer hasta el último gusto de su amado?
Dudo, y lo lamento, que esa clase de amor extremo y romántico haya sobrevivido a la campaña que el mundo emprendió  en su contra. El verdadero amor ha sido derrocado por el impostor que propone la autocomplacencia, la búsqueda de su felicidad y se burla de la castidad y el compromiso de la exclusividad.
La versión apócrifa del amor, es sin duda, más fácil de vivir pero, a la larga, más difícil de sobrevivir con sus consecuencias de soledad y familias disueltas.
A los cincuenta y uno, cuando pienso en mi amor de “antaño”, aún suspiro. . . me deleito al aderezarlo de romanticismo y, ni por el mejor encuentro de una noche, cambiaría el placer de un abrazo sin texturas con mi fiel amado. 

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