domingo, 30 de octubre de 2011

"Segunda vuelta"

El sentimiento de pánico que se respira a la entrada del salón de clase, donde los alumnos que han reprobado la primera vuelta de algún examen, es un muy parecido al que viven aquellas personas que intentan aventurarse en una relación. . . por segunda vez.
Si la sinceridad es parte de su aprendizaje, compartirán ese pasado y, si la sabiduría se agrega, confesarán los errores que ellos aportaron para el fracaso. Pero, supongo, eso es el ideal que pocas ocasiones sucede pues, muchas veces, más que confesión, se convierte en un juicio acusatorio contra la persona que nos hirió el corazón esperando que, bien cargado con toda la responsabilidad, parta de nuestra vida para jamás volver. ¡Qué desperdicio de aprendizaje y experiencia!
Pero, ¿qué hacer ahora que juntamos el valor y damos el paso para amar a alguien nuevo? ¿Cuáles son las reglas después de que ya llevamos un pasado en la piel? ¿Qué sí aplica y que no?
Entonces recordé mi experiencia en la cocina y aquel platillo que, simplemente, terminó siendo una variante cuando mis distracciones y errores lo convirtieron en “algo comible”, pero muy lejos del resultado originalmente planeado.
Así comprendí que, contra muchas opiniones, el hecho de que nuestro primer intento derivara en un fracaso y que, aparentemente, ya hemos pasado por esas primeras etapas de preparación para una relación, alguna vez, la receta sigue. . . inamovible.
Y, tocando un punto polémico y escabroso, pensé en la virginidad. . . ¿sigues aun leyendo? Es que, la virginidad, de unas décadas para acá, se convirtió en casi una mala palabra y corrí el riesgo de hablar de ella.
Ese estado de pureza, aunque muchos no lo comprendan, no sólo es un asunto físico en el ser humano y es vigente, incluso, en quienes han vivido físicamente con una persona. La virginidad tiene un valor implícito que habla de muchas cosas: madurez para sobrellevar la espera, la promesa de exclusividad que ofrecemos al otro, la obediencia a Dios y, aunque algunos no lo crean, un enorme regalo para quienes optan por ella.
Así que, me pregunto, ¿la virginidad es un propósito y meta en la receta de quienes inician un amor de “segunda vuelta”? Mi respuesta, sin duda, es que, ¡Sí! (continuará. . .)

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