Lo que ocurre en mi vida después de una llamada, y confieso no ser aficionada al teléfono, normalmente saca mi mundo de balance. Hoy, para variar, no fue la excepción.
-Malas noticias, mom, perdí mi chamarra y con ella las llaves del auto- escuché decir a mi hijo.
Con un menú en marcha sobre la estufa, las consecuencias del incidente lograron que el guiso se arruinara al igual que mi ánimo. Atada a las sartenes, llamé a mi esposo para que se hiciera cargo de la solución y de contactar a mi hijo.
Su reacción, cargada de mil cosas ajenas a la pérdida de unas llaves, me afligió aún más.
-¡No es justo!- reclamó, - este descuido va a salir una fortuna.
Y, tenía razón. Meses atrás, durante un paseo, él había perdido el original y sólo contábamos con el repuesto. . . ahora, también extraviado.
Una cita me dio el espacio para alejarme de la tensión en casa y pensar. Y, más que pensar, repasé la vida del infractor, mi hijo.
Un muchacho que, muchos han dicho, desearían tener por hijo. Considerado, no sólo en sus gastos y sus viajes, sino en su trato. Siempre buscando ser económico en las molestias que pudiera generarnos a nosotros, sus padres. Aplicado en su vida, intentando hacer de lo que recibe lo mejor y darle buen uso. Cuidadoso con sus pertenencias y agradecido cuando las recibe.
Mi corazón se empequeñeció al pensar en su mortificación y su contrariedad. ¿Cómo consolarlo a la distancia? ¿Cómo decirle que nada, ni unas llaves ni un descuido, podrían cambiar mi aprecio por haber sido la persona que es?
Si pudiera contener las lágrimas para hablarle, esto es lo que le diría:
“¡Gracias! ¡Gracias por haber cuidado tu vida, tus cosas, los recursos que han sido fruto de nuestro esfuerzo! Y, doy gracias a Dios por tu prudencia y tu mesura porque, de no haber sido así, nosotros no hubiéramos dormido en paz todos estos años. ¡Eres el mejor hijo y, eso, no lo cambiará una llave! Te amo."
La noche debiera ser una velada especial. No sólo porque nos reuniremos con amigos para disfrutar y compartir la pasión de mi hijo, la música. También es, para mí, el día en que me gustaría agradecer y celebrar el corazón de este joven con toda la bondad y sabiduría que guarda en él.
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