lunes, 31 de octubre de 2011

"Defensa"

Dicen que, el que calla, otorga. Y es por eso que, arriesgando que un “click” interrumpa esta lectura, decido continuar el tema y hablar en defensa de lo que sí creo, antes de dejar morir la oportunidad de una vida plena en pareja para quienes decidan intentar algo más.
Y, es que la abstinencia. . . sí, otra palabra que ofende a quienes sostienen que es un atentado a su libertad como adultos, tiene más fines que limitar. Es, según yo, un ejercicio y una práctica de dominio propio en favor, no sólo personal sino, también, del otro.
Se convierte en los cimientos de la relación al demostrar a la pareja que se podemos lidiar con las tentaciones, que a lo largo del camino, con seguridad nos van a asaltar. Es lo más cercano a una garantía de que lucharemos por ser fieles y leales al compromiso de exclusividad que, toda relación que aspira a perdurar, necesita.
Esa determinación, que parece en contra del otro es, a fin de cuentas, algo a su favor pues no estamos devastando la relación de su pureza, su magia y su romance, sí, escribí romance. Aunque las novelas y medios sigan planteando que, los encuentros sexuales casuales son lo romántico, nada competirá con la primera noche en que la pareja se descubre y se desborda en una unión que sobrepasa, por mucho, lo físico.
Resulta, a largo plazo, una forma de blindar la relación de las confusiones que trae la atracción física y el deleite sexual. Porque, ¿cuántos matrimonios se disuelven cuando, esa primera etapa de estados alterados de conciencia y libido, terminan? El verdadero fundamento que son las creencias, los ideales y un amor decidido, son eclipsados, muchas veces, por el fuego de una pasión.
Tal vez todo esto sea difícil de “vender” cuando existen tantas propuestas mucho más sencillas, comunes y, perdón por decirlo, vulgares. Pero estoy segura que, sin importar que alguien haya estado casado o vivido experiencias sexuales, la segunda vuelta se convierte en algo más que un intento cuando, los dos, hacen las cosas siguiendo la receta de intimidad bajo la cobertura de la única institución, “el matrimonio”, que la puede convertir en una relación para el resto de sus días.
A mis cincuenta y uno, confieso, me sorprendo por atreverme a hablar de una forma que contraviene la opinión, casi generalizada, de nuestra sociedad. Pero, me alegro de tener el valor de hacerlo pues, al menos, serviré de recordatorio de lo que sí funciona en pro de la preservación de la familia y el matrimonio.

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