“Ese hombre siempre será un pordiosero”, dijo mi hijo de cinco años desde el asiento trasero.
Tratando de enseñarle algo de esperanza, le contesté, -no tiene que ser así. ¿Por qué crees que deba ser así?
-Porque vive en la calle, ese hombre no tiene ropa limpia y como no tiene ropa limpia, nadie le va a dar trabajo. Si nadie le da trabajo, no puede tener una casa ni ropa limpia y va a vivir siempre en la calle.
Me tomó unos minutos seguir su razonamiento y, después de repasarlo varias veces, tuve que darle la razón.
Ahora, más de quince años después, aquel episodio viene a mi memoria y, esta vez, me pregunto: ¿Cuáles son los “si” que me tienen atada a una circunstancia? Porque, si un “si” se mueve, ¿no entonces cambia el final de la historia?
Muchas veces, yo misma, he hecho observaciones sobre la vida de otros diciendo, “si tan sólo se valorara, su vida sería distinta”, “si al menos se comprometiera, llegaría a sus metas”, “si tuviera fe, viviría más confiada”. El poder de ese “si” parece ser capaz de crear una realidad distinta en el futuro de las personas.
Pero, volviendo el dedo sobre mí, ¿no sería importante que los descubriera y me respondiera: Cuál es el elemento que está anclándote a la circunstancia y no te deja avanzar?
A mis cincuenta y uno, tal vez deba comenzar siendo honesta conmigo misma y reconocer cuales son las cosas que me siguen haciendo sentir insatisfecha y, entonces, descubrir el “si” para lograr un cambio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario