Cuando alguien me preguntó, hace tres años, si querría a mi nieta recién nacida igual que a mi nieto, que en aquel entonces ya tenía dos años y medio, respondí sin dudar que sí. Pues, la verdad, ¡mentí!
Aunque yo tuve la intención de que así fuera, ella tenía planes distintos.
Muy pronto me mostró que era totalmente diferente. . . única. Ella, desde la pequeña cunita, me hizo saber que era una conquistadora y así comenzó su paso por el mundo, iniciando su historia con una gran victoria: ¡Conquistando corazones!
Con ese hoyuelo en la mejilla y sus ojos llenitos de travesuras, sin misericordia, ha ido cautivando a todos cuantos la han conocido.
Sus pasitos parecen conocer siempre su destino y, la duda, no tiene cabida en el ritmo de su andar.
El don del habla, con su lengüita de trapo, le sirve para dejar saber el mundo que ha llegado con sus planes y sus sueños, unos que han crecido más rápido que sus tres escasos años.

Hoy, mi pequeñita cumple sus primeros tres años. Tiempo en el que me enseñado a amarla como no podré amar a nadie más. Su personalidad, tan genuina, ha modelado mi amor por ella y, entre sonrisa y sonrisa, me convenció de que mentí, sin quererlo, al responder sobre mi forma de quererla. Pues, ella desde entonces, tenía un plan para mi corazón: subyugarlo y rendirlo a su mirada.
¡Dios te bendiga, mi pequeña princesa! ¡Que Dios te guíe y ponga una corte de angelitos para cuidar de tus pasos y carreras! Y, pido una enorme corte pues tú, mi pequeño remolino de aventuras y fantasías, sin duda, ¡los tendrás muy agitados!
¡FELIZ Y BENDECIDO CUMPLEAÑOS, MI NIÑA!
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