jueves, 17 de noviembre de 2011

"Puertas y gendarmes"

Pareciera que, en estos días, muchos rehúsan el cumplir con algunas de las funciones que como padres tenemos. Y, no los culpo porque, ¿a quién le gusta ser el impopular de la familia? Es que, convertirte en el tamiz y gendarme de la vida de tus hijos puede resultar ¡muy chocante!
Primero, cuando pequeños, hasta la selección de la ayuda doméstica o la nana, nos obliga a levantar los niveles de intuición y deducción antes de permitir que cuiden a nuestros tesoros. ¡Ya ni hablar de la selección del pediatra! Después, cuando asisten a la escuela, buscamos fomentar las visitas de los amiguitos que puedan reafirmar los buenos hábitos y que aporten buenas experiencias.
Las cosas se complican en la adolescencia donde, nuestros criterios de selección, casi por definición, son opuestos a los de nuestro aventurero en ciernes que defiende, con su propia “sabiduría”, el derecho a hacer entrar en su vida lo que bien le parece. Ahí, es casi imposible, evitar que se instalen algunos colados y no nos toca más que esperar, para algún día, cerrar la puerta a sus espaldas.
Y, ya de adultos, ¡qué complicación! No sólo sufrimos por los hijos sino se añaden los nietos.
Parece que en el mundo, todos se creen con el derecho de entrar a la vida de los demás sin asumir las consecuencias de lo que irán a dejar en la existencia ajena.
Pero, casi jugando, me gustaría atreverme a preguntarle a quienes, a veces, empujan con insistencia nuestra puerta para incluirse: Tú, sin saber que eres tú y lo que traes contigo, ¿permitirías tu entrada a la vida de los tuyos? Tal vez, entonces, nos entenderían a los padres que no pegamos la pestaña para cuidar nuestro hogar.
Como luego pasa, esto es sólo un juego pues, al final, no siempre seré yo, quien dé o niegue, el pase de entrada. Así que. . . ¡cada quien con sus puertas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario