No lo niego, las exposiciones y competencias de perros, siempre me han parecido divertidas y muy atractivas. Aunque, para mi sorpresa, me enteré de que en Estados Unidos ésta es una de las industrias que más dinero mueve en el país. Los accesorios y juguetes para las mascotas son uno de los mejores negocios.
El perro, sin duda, es uno de los sustitutos ideales para la gente que ha perdido los verdaderos afectos o compañía y es la extensión del ego de muchas personas.
Pero, mi intención no es hablar de economía ni de la psicología humana con sus reemplazos sino de los perros.
Cuando va por una pelota, sigue una instrucción o simplemente posa en una competencia de belleza, el animalito, es un ejemplo vivo de la gratitud, la generosidad y la obediencia, todas, virtudes nacidas de algo básico: sus deseos de agradar.
El perro, no tiene en mente una moña o un reconocimiento de papel. Lo que espera es sentir esa mano que le asegure que ha cumplido su meta y, cuando lo logra, su satisfacción es haber complacido a quien lo maneja, sin importar si hay reciprocidad.
¡Cuánto bien haría al mundo que, la gente, actuáramos con esa misma intención de complacer a otros! Y, más aún, ¿qué pasaría si los seres humanos tomáramos como meta obedecer y agradar a Dios, con la misma diligencia de un perro? Y no estoy pensando en cosas muy sofisticadas sino en una muy básica: “Amar al prójimo como a nosotros mismos”.
Pero, bueno, mejor hablemos. . . de perros.
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