El clima, a pesar de toda la tecnología que nos rodea, sigue teniendo un efecto primordial sobre nosotros, los seres humanos. Sólo basta una variación en el termómetro para que se escuchen por doquier comentarios y quejas sobre sus consecuencias.
Un par de días atrás fue el turno de la lluvia y, ahora, el frío la desplaza en los titulares. Las bajas temperaturas, algo tempranas, nos anuncian el fin de otro ciclo y la llegada del invierno. Han llegado como campanadas recordándonos que debemos prepararnos para “dejar de hacer”.
Sí, porque, aunque la humanidad ha intentado salirse del orden natural y divino de las cosas, la realidad es que, al igual que los animales y los vegetales, fuimos creados para atender a la organización de nuestro planeta.
El frío, nos produce un estado de letargo y un deseo de resguardarnos. Y, tal como lo hacen los animales, buscamos la cercanía de otros cuerpos que nos abracen para prodigarnos calor. Los alimentos que nos provocan, generalmente, contienen más azúcar y el lugar que más nos seduce para estar es, junto al hogar.
¿Qué hacen los demás, en la naturaleza? Se preparan con alimento y compañía, disponiendo todo para permanecer en reposo y descanso.
Si fuéramos algo más sabios, creo los imitaríamos. Arreglaríamos el nido para hacerlo confortable, organizaríamos una agenda para atraernos las cálidas compañías, elegiríamos los libros con los que alimentar nuestro espíritu y dejaríamos de correr de un lado a otro para regalar a nuestro cuerpo el tan necesitado descanso.
Aún es tiempo. . . aunque el invierno está cerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario