La tristeza me da sueño y, mi alma, sólo piensa en dormir y soñar. ¡Es tan fácil cerrar los ojos y quedarse en las fantasías de cariños, dedos entretejidos, caminatas por la calle y risas de niños! Aunque, al despertar, me llenen el gusto del amargo sabor a vinagre y hiel de la ausencia.
Cuando me duele el alma, sólo quiero dormir. Meterme en la cama con él, como cucharas en el cajón y sentir su respiración en la nuca que, como cordón umbilical, me infunden vida atándome a la realidad.
Y, a la cama soy infiel, pues cuando estoy sana y llena de vida, la uso para convertirme en senos y piel, para vibrar y después saltar dejándola atrás olvidada porque. . . ¡ya me estorba!
Pero cuando estoy muriendo de añoranza, la engaño y me quedo en ella. Le hago creer que somos amigas y que hasta la necesito, cuando, a decir verdad, sólo me voy a morir la vida y a vivir los sueños.
Hoy tengo mucho sueño y sólo quiero dormir. No tengo su aliento en la espalda ni su ancla para aferrarme a las horas. Así que, para no perderme en el tiempo, las cuento. . .sesenta.
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