miércoles, 16 de noviembre de 2011

"Memorable"

Una de las pocas escapatorias que tuve para salir de la vorágine de emociones y actividad, mientras crecía entre 7 hermanos, fueron los paseos con mis perros en los extensos jardines del Politécnico Nacional. Los tres rubios perros de orejas lanudas, como mi rebaño personal, echaban a andar en todas direcciones pero sin olvidarse de mantener la distancia apropiada para correr tras de mí, si optaba por un nuevo camino.
Revivir la experiencia, ahora con una danesa de pelo salvaje como carne magra y a las orillas de una presa en el semi desierto queretano, me hizo recordar la calma que puede inspirar una caminata junto a un perro. La simpleza de la convivencia, sin diálogos ni expectativas, inyectó, como antaño, la sensación de libertad.
Vivir la sorpresa de los saltamontes entre las piedras que los esconden, el reto de no dejar un mechón de cabello entre las matas y sonreír al mirar a la hermosa bestia haciendo estelas por la orilla de la presa, devolvieron lozanía a mi corazón por unas horas.
¡Qué emocionante es deambular y mirar a través de los ojos de un perro! Maravilloso y, casi tan intenso, como jugar a los carritos. . . con un niño.

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