“Quiero tener un millón de
amigos y así más fuerte poder cantar”, canta Roberto Carlos, artista brasileño con una historia que, para muchos, sería de desventura pero ¡no para
él! (Da click aquí: "Un millón de amigos" Canción )
Me gusta encontrar los secretos de vida de la gente que, cuando ha
sido golpeada con eventos de tragedia, se levanta, seca sus lágrimas, y alza
los brazos con una sonrisa para decir: “¡Te
agradezco, Señor!”.
Este hombre, de cuerpo extremadamente delgado, ojos hundidos, rizos grifos y ralos, aconseja en su canción atender una necesidad que Dios puso en el ser humano: la
compañía de otros de su género. No de un perro, de un libro o de un paisaje,
sino de otro ser humano que intercambie sus pensamientos con él y le estreche
la mano.
Pero, ¿cómo logra una persona acumular un millón de amigos?, me pregunto. Y, sin mucho pensarle, doy con
una primera pista: Estando.
Aunque mi descubrimiento parezca simplón, puedo asegurar que, muchas relaciones, terminan por la ausencia, la
poca inversión de tiempo y el silencio, -y eso incluye a los matrimonios.
Entre las ciudades y los pueblos, los puentes y caminos son la fórmula
para que se unan y acerquen. Para las personas, las opciones son muy variadas
e inicio mi revisión en gente que vive rodeada de cariño y compañía.
Ellas, la más de las veces, dicen SI
a las invitaciones que otros les hacen para compartir sus intereses y sus
espacios. Abren las puertas de su casa, sin mucho protocolo, para tener a sus
amigos juntos. Han aprendido a responder los pequeños mensajes con los que, los
otros, se hacen presentes para tener su atención. Devuelven las llamadas,
recuerdan las fechas importantes de sus seres queridos, se complacen en
escucharlos y, con un saludable equilibrio, les comparten a los demás sus tristezas,
logros y experiencias. Sus puentes y caminos son transitados, de ida y vuelva,
con agitada frecuencia.
Estos intercambios son como esas arterias de nuestro cuerpo que,
en su constante transitar sanguíneo, nutren y entregan vida.
Lo más extraño de esta fórmula de vida es que, aunque en apariencia la
persona del “millón de amigos” vive
entregando, es ella la que más recibe. Al renunciar muchas veces a su propia
agenda, vuelve a ella con mucho más en las manos que cuando la dejó.
Parece que, lo que alguna vez dijo Jesús en su caminar por nuestro
mundo, se confirma en esta forma de vivir: “Porque
es más bendecido, aquel que da que el que recibe” y, como me recordaba mi
suegra, “Muérete pobre, pero no sólo”.
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