Aún para un escritor, existen cosas difíciles de escribir porque, por
más que se esfuerce, son complicadas de entender.
El reto, esta vez, tiene un enorme par de ojos claros.
Ella es aún una niña y, como una ostra, se ha cerrado escondiendo del
mundo su voz. Nadie sabe por qué pero, al dejar su más temprana infancia atrás,
ella guardó sus palabras con celo y sólo las comparte con papá.
A pesar de eso, yo he sido invitada a su mundo de silencio que, aunque
no incluye sonidos, no está ausente de sonrisas. Su cabecita, con cabellos
color miel, se mece hacia los lados o sube y baja para dejarme saber, y si una
sonrisa asoma en su carita, me ayuda para poderla entender.
¿Porqué habrás cortado los puentes, pequeña?, me pregunto. ¿Te
atreverás a tenderlos, algún día, para dejarme pasar?
No lo sé y aprenderé a esperar. Pero, mientras ocurre el milagro de
conocer tu voz, me voy de puntitas por las pequeñas brechas que has abierto, para conocerte mejor.
Abro para ti mis brazos de abuela, chiquilla, yo te doy la bienvenida.
Entra en mi mundo de juegos, mimos y sorpresas. Y gracias por recordarme que,
lo que yo puedo entregar, trae consigo la magia, en el que todo niño, debe
crecer y jugar.
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