¡Declaro la guerra en contra de. . .!
Si alguien es de mi generación, con seguridad puede completar la frase
y sentir la tentación de salir a corriendo a toda prisa. Porque, ¿quién no pasó
tardes enteras jugando “Stop” al aire libre?
Hoy, con ese y muchos recuerdos, pasé la mañana antes de llegar con
alguien que no sólo compartió los juegos propios de mis coterráneos sino toda
mi infancia. En ese entonces, de haber algún tipo de presentación, mencionaba
su nombre y agregaba “mi prima hermana”. Y, con ese título, quedaba aclarado que,
la cercanía y el vínculo, eran de primer nivel. . .la familia más cercana.
Y es que, con ella, recorrí kilómetros y kilómetros en bicicleta
haciendo circuitos alrededor de la cuadra. Entretuvimos nuestras horas juntas
riéndonos con las pantomimas de “Dígalo con mímica” y, si nos caía la tarde del
domingo y ella no había concluido los deberes escolares, la acompañé sobre la
cama mientras coloreaba los mapas o transcribía algún párrafo en inglés.
Los días de campo, para ser divertidos, debían incluirla y, también
junto a ella, aprendí que una chica compraba acondicionador especial para el
cabello, se limaba las uñas y alargaba sus pestañas para resaltar la mirada.
Físicamente mucho más agraciada, se convirtió en un modelo de pubertad
del cual podía aprender. La vi arreglarse para ir a alguna tardeada y, fue en
el patio de su casa, donde descubrí que los chicos invitaban a las chicas a
bailar y conversaban mientras fingían una experiencia en el arte del baile,
sujetando una de sus manos.
No puedo precisar como es que el tiempo y la distancia fueron
separando nuestros caminos pero, si puedo asegurar que, al revisar mis memorias
esta mañana, decidí que era el momento ideal para jugar una nueva versión de “Stop”.
Lo primero que hice hoy, fue completar la declaración: ¡Declaro la
guerra en contra de. . .las circunstancias que se interponen! Y, agrego con
orgullo, que gané la batalla pues pude decir “Stop” y lograr configurar el
desayuno para festejar su cumpleaños.
Contra viento y marea, aparecí en el restaurante para darle un abrazo
con todo el cariño guardado por tantos años.
Ambas hemos cruzado el umbral de los cincuentas. Yo ya soy abuela y
ella es madre de una joven adulta. Ya tenemos una larga lista de anécdotas, aciertos y fracasos que
contarnos y, como novedad, podemos hablar de alguna que otra queja sobre
nuestra salud. ¡Cuánto hemos cambiado!
Pero, sin importar lo distintas que ahora somos, una cosa sigue
intacta. Si he de presentarla, seguramente diré su nombre y agregaré, con el
mismo amor de hace cincuenta años. . .”Mi PRIMA HERMANA”.
Hola, qué bonito escribes. Me hiciste recordar tiempos muy bonitos cuando jugaba con mis amigos de la cuadra, yo era el más veloz y nadie me alcanzaba. Un saludo afectuoso desde Monterrey.
ResponderEliminarHola "elbibis", gracias y que bueno que te gusta mi forma de escribir. Y, para aclarar la duda, ¿cómo es que llegaste al Blog? (sólo por curiosidad). Saludos a tu tierra, Regio.
Eliminar