“¿Podrías escribir algo corto sobre tu nieta para un concurso de
princesas?”, preguntó mi hija y, antes de alcanzar a responder, apareció la
dirección de enlace con la convocatoria. A toda prisa, pues el plazo terminaba
en menos de 36 horas, abrí la página y leí sobre el tema con una única
pregunta: ¿A qué princesa se parece más tu hija? (Explica de la forma más
creativa tus 4 razones). Un último “click” me enteró que debía hacerlo en 700
palabras.
“¿Qué dirías tú?, pregunté a mi hija. Su respuesta quedó en listada en
tres puntos y, sin dificultad, yo misma agregué la cuarta razón.
De ahí, concentrada en las memorias con mi nieta, ataqué el teclado
con un primer borrador que, vez tras vez, edité y corregí hasta que mis palabras
modelaron a mi pequeña princesa.
El tiempo apremiaba pero la opinión de mi hija era indispensable.
Mientras ella leía, yo repasé la bases y. . . ¡Sorpresa! Las 700 palabras eran,
en realidad, 700 caracteres.
Con mi mejor actitud corté, recorté y volví a cortar, sólo para
encontrar que era imposible rescatar la primera versión sin lucir totalmente
mutilada. Frustrada, exprimí mis pensamientos y derramé los escasos 700
caracteres en algo que en nada hacían justicia a mi princesa. El remedo de
inspiración, igualmente, fue enviado para participar en el concurso.
Así que, para sacarme la espina de la frustración, decidí mostrar a mi
princesa en este blog porque, ¿Qué princesa no tiene su blog?
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