Cuando pienso en el tiempo, vienen a mi mente los peldaños que he subido. Sin darme cuenta, ahora pasan de cincuenta y mi saldo, casi en todo, es bastante satisfactorio. E imagino que ese recuento, casi en todos, ocurre con más frecuencia al final del año, en los cumpleaños que cierran las décadas o cuando alguien querido nos deja.
De alguna forma hemos ido avanzando, a nuestro ritmo y hacia nuestras metas. Muchos de nosotros hemos iniciado desde abajo, mucho más que algunos que han gozado de plataformas, ya sean profesionales o financieras. La aventura ha sido más intensa y mucho más gratificante. Al tener que despegar sin esas ayudas, aunque en el momento parecía injusto o frustrante, al paso del tiempo cargó de sano orgullo el cumplimiento de los sueños.
Pero, no siempre fue fácil, ni siquiera agradable. A veces recibí palabras de aliento y apoyo, pero otras, se convirtieron en piedras que cargaron más mi espalda o fueron espinas de duda que amenazaron mi ánimo.
Muchas veces me he preguntado, ¿cuál pudo ser la motivación de aquellos que me desacreditaron, infundieron desconfianza o pronosticaron en mi contra frente a otros?
Cuántas historias maravillosas se han escrito a pesar de esas críticas y, cuántas fueron torcidas por las palabras mal intencionadas. Nunca lo sabré.
Lo que sí puedo asegurar es que, después de escuchar cuando alguien pretende hacer naufragar a los que intentan nuevas cosas para subir un peldaño en el escalafón de su propia vida, surge en mí el deseo de hablarle al que es blanco de la ponzoña y recordarle: ¡Sigue con tus planes, sigue con tu esfuerzo a pesar de esos que quieren desalentarte, que al paso del tiempo, estarás cada vez más lejos de ellas al llegar más alto!
A mis cincuenta y uno, no sólo quiero disfrutar mis logros. Quier convertirme en animadora y apoyo de aquellos que se esfuerzan y que lo intentan. . .a pesar de las malas palabras que reciben.
No hay comentarios:
Publicar un comentario