miércoles, 21 de septiembre de 2011

"Dolores"

Mientras trabajo en el material de un concurso que incluye una parte de mi vida, descubro que, como aquellas moronas de pan duro usadas por Hansel y Gretel en el cuento, yo he dejado a mi paso “dolorcitos” de corazón en el camino.
Al igual que aquellas migajas, algunas han sido comidas por los pájaros de la felicidad y ni siquiera puedo recordar cómo se veían para volver a buscarlas.
Esta semana, por ejemplo, he vivido el dolor físico tras una mordida de mi nueva mascota y, seguramente, dejará una huella en mi piel que me recordará el evento cuando el dolor se haya ido. También sufrí el dolor de la separación que espero, muy pronto, desaparezca cuando llegue la alegría del reencuentro.
El dolor de ser ignorada, de la desilusión por la mentira descubierta, de ver acercarse el día del final y, han sido tantos los dolores, que es ocioso enumerarlos.
Pero ayer por la noche, con mi nieta sobre las rodillas, un dolorcillo me prendió en el centro del pecho y se fue corriendo como un calambre muy tenue por cada parte de mi cuerpo. Así, suavecito, me cubrió un calorcito combinado con un escalofrío agridulce.
Sin entender la sensación, la abracé más fuerte. Temo decir que, esta vez, ella fue la que vivió el dolor del apretón y volteó a mirarme con el hoyuelo de su mejilla bien marcado por la sonrisa.
¡Ahí está la clave! El amor, cuando es muy intenso, también duele.
Recorrí mis memorias y pude rescatar muchos, muchos dolorcitos como ése. Aquella noche cuando, en un somnoliento abrazo, se me reveló la dimensión del amor que siento por mi esposo. ¡Qué sorpresa descubrir que yo era capaz de sentir algo tan grande!
Un par de veces, en el quirófano, cuando me mostraron dos caritas coloradas, el corazón me dolió de tanto amor que, instantáneamente, se esponjó hasta llenarme toda, toda. ¡Cómo amé, en un instante, a mis dos hijos!
Y ese dolor cuando conocí a cada uno de mis nietos, ¿cómo olvidar que me golpeó como un mazazo de felicidad que me dejó noqueada? Y, sí, hubo secuelas de aquel golpazo de amor pues, a la fecha, el sólo verlos atonta mi razón y mi voluntad.
A mis cincuenta y uno, llena de migajas de dolores pasados, disfruto de volver al sendero del pasado para recoger, uno por uno, mis recuerdos.

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