Hacer lo correcto no es lo mismo que hacer lo “socialmente correcto”. De hecho, hacer lo correcto puede ser doloroso y muy ingrato pues, muy a menudo, la gente más que agradecer, agrede.
Dar el paso hacia lo correcto, a mí, me toma mucho, mucho tiempo de oración y reflexión. Y mi principal razón para postergar es, lejos de recibir un descolón, lo que un día escuche de una persona cercana: “Aunque le digan y la prevengan, no va a escuchar. . . no quiere oír todavía”.
Y por lo que sigo experimentando y observando, tiene razón. Pero, ¡qué difícil es dejar que esa persona, significativa e importante para nosotros, siga directo al despeñadero en donde se le romperá el corazón, las relaciones, las esperanzas y hasta los sueños!
Alertar, confrontar, advertir y hasta aconsejar a los que están en la autodestrucción, es casi una pérdida de tiempo, una empresa fracasada.
Entonces, ¿debemos esperar a que pida nuestra ayuda o consejo? ¿El tiempo llega hasta que es tragada por la consecuencia de sus malas decisiones? En teoría, supongo que sí.
Aun así, reconozco que no domino del todo mi impulso protector y que, a veces, termino escribiendo a esa personita cartas que jamás envío. Después, espero y mientras ocurre todo, oro por ella.
A mis cincuenta y uno, me es difícil aplacar la ansiedad que me produce ver a mis seres queridos corriendo hacia consecuencias dolorosas a pesar de que sé que, al final, a eso se le llama crecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario